Antes de secarse el pasto, antaño, tras la lluvia, las cunetas de carreteras y vías pecuarias se llenaban de caracoleros, sustento local siendo una actividad hoy en día de riesgo, si no se tiene certeza absoluta de no haber sido fumigado con herbicidas químicos de síntesis. "Con las cosas de la comida no se juega".Una parte significativa de la población mundial obtiene la proteína alimenticia a partir de insectos, siendo los caracoles además bajos en grasas y calorías.Su limpieza interior y exterior, labor ardua, paciente y con perseverancia. Harina para quitar granos de arena y amargor, y relavados en agua limpia para eliminar babas y restos orgánicos poco agradecidos al paladar. El último lavado con agua ozonizada parece recomendable para alérgicos, reduciendo en la práctica sus intolerancias.En la gran olla esperan su inmersión, a fuego lento, tras aportar centenares de pequeños gasterópodos de boca negra con muy ligero incremento paulatino de calor, hasta los 75 ºC, donde ya duerman para siempre. "Echarlos" en Cuba, sirve a la santería, para predecir el futuro.El gollete ha de estar fuera a la hora de comerlos, para ello nada recomendables los golpes de calor fortuitos con llamaradas. El secreto del sabor está en las especias, receta familiar por transmisión popular, incluso en la sopa.Si dudas de la importancia de la concha, además de diferenciar especies y sabores, has de saber que conserva el calor para una degustación a temperatura ideal.Helicicultura a través de sus granjas e importadores son los suministradores con registro sanitario de nuestra hostelería, hilos de una economía popular de plata. Sus perlas de Afrodita o caviar blanco, 20.000 huevecitos por kg de caracoles en potencia, un mundo de explosión de sabores a nuestra tierra y monte por descubrir.