La tragedia vende

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Hace unas semanas, desde este mismo tornavoz, servidor apelaba por un necesario racionamiento en la desconexión digital. Hoy, les amplío la sugerencia incluyendo a la televisión.Si quieren ser mínimamente felices, apaguen la caja tonta; ¿o habría que catalogarla a estas alturas como caja de maldades?. El motivo no es otro que evitar a muchos de los medios que actúan como un pseudo brazo armado que, orquestadamente, trabaja a destajo con una finalidad muy clara: sembrar el pánico e instaurar el miedo como modo y estilo de vida.Cansa, y mucho. Uno se termina hartando de que todo esté contaminado de una corriente negativa. Más allá de que sea necesario poner el foco y darle difusión a acontecimientos como las guerras y ciertas desgracias, la realidad es que cinco minutos en cualquier noticiero o bien haciendo scroll en nuestro teléfono móvil, son motivos suficientes para que el ánimo se derrumbe por los suelos.Todos son tragedias, todos son enfermedades —y el cuerpo lo sabe—. Fíjese si lo sabe bien que la estadística arroja conclusiones que no ofrecen lugar a dudas: una sociedad amedrentada es una sociedad manejable y dócil. Y de eso se trata, de tener al rebaño a buen recaudo y controladito.[articles:335804]La maquinaria del pánico arrolla por donde pasa. Tanto es así que cada cual, individualmente, proyecta una cantidad ingente de contenido penoso en sus redes sociales. Funciona de maravilla. Si quiere que la gente le haga casito, venda un poco de pena a granel. Le irá bastante mejor que si postea en positivo. Así que no sea tonto, si quiere ganar visibilidad por un tubo en su Facebook o Instagram, fotografíese tumbado en una cama de hospital; verá como los seguidores acuden a su publicación como las moscas a la melaza.Aquellos que manejan nuestros designios no se quedan atrás, más bien al contrario. Si no, díganme porque aderezan sus parlamentos con eslóganes admonitorios que evocan al miedo colectivo, “cuidado con votar a Fulano o a Mengano, que nos van a llevar a la más absoluta miseria” (como si ahora nadásemos entre opulencia y parabienes).Nada de esto es casual, y pobre del ingenuo que así lo crea. Interesa apropiarse de la tragedia para someter a las masas. Punto y final.Creer que toda esta corriente es flor de un día es otro error de bulto. Tendríamos que remontarnos incluso a tiempos del antiguo Egipto o el propio Imperio romano en los que se daban los sonados casos de las plañideras; o lo que es lo mismo: mujeres a sueldo, contratadas para llorar en los funerales. La finalidad no era otra que la de aportar un dramatismo exacerbado, acentuar el dolor en un episodio luctuoso.Aunque la ópera prima de lo penoso la hemos saboreado esta pasada semana con un acontecimiento que no ha dejado indiferente a nadie. En medio del terremoto político, hemos presenciado como un maquillaje al más puro estilo Frankenstein en horas bajas, puede ser el instrumento perfecto para que la gente se compadezca de uno.En fin, parafraseando el título de una de las series de culto de las últimas décadas: Aquí no hay quien viva.Gracias por la lectura y feliz lunes, si les dejan.