La plaza de toros de Las Ventas, templo de lo trágico y lo sublime, acogió en su liturgia más sobria la corrida In Memoriam, una cita que, más allá de su cartel, obliga a mirar al pasado para entender el presente. Es un festejo con sentido: se celebra lo que ha sido para comprender lo que somos. En este rito de memoria y entrega, la ganadería de Victorino Martín volvió a reafirmar su rol esencial: el de ser espejo de la complejidad del toro bravo, de ese animal que, aún en su diversidad, guarda el eco de un linaje donde cada embestida es un legado.LEE ADEMÁS: Morante, la eternidad de un instantePero si hubo un nombre que se elevó sobre el relato de la tarde, fue el de Borja Jiménez, cuya faena al sexto toro tuvo el peso de lo irreversible, lo que no se olvida. No por estética, sino por sentido. No por números, sino por verdad.El toro de Victorino: presencia y enigmaEl toro de Victorino no es un mero oponente. No es sólo un animal con bravura: es un dilema. No regala sus virtudes, las pone a prueba. Y en esa exigencia está la raíz de su importancia. En una era donde el toro tiende a suavizarse, Victorino sigue apostando por la incógnita. Sus animales, más que embestir, exigen. Cada uno habla un idioma distinto, y no todos pueden traducirlo.En esta corrida, el abanico fue amplio: el primero, “Portero”, tuvo nobleza a zurdas, pero solo a condición de mucha precisión. El segundo, áspero y suelto, no permitió relajación. El tercero, deslucido y sin entrega, no ofreció espacio para la expresión. El cuarto se desfondó pronto. Pero el quinto y, sobre todo, el sexto, trajeron la luz. El último, premiado con la vuelta al ruedo, tuvo ritmo, fijeza y esa entrega que no es pasividad, sino decisión. Fue un toro completo, no por obediente, sino por estar presente en la lidia con una clase que no siempre se ve.Victorino Martín —el hombre— no cría toros para agradar, sino para hacer pensar. Y eso se notó. En sus animales hubo una constante: no permitieron la mentira. Cada muletazo que no era exacto se pagaba con deslucimiento. Y en esa transparencia radica su valor.Paco Ureña: precisión sin brilloEl primero de la tarde, con el hierro de Victorino, fue un toro con matices, que se dejó torear por el izquierdo, pero que exigía colocación exacta. Ureña, con su habitual pulso fino, consiguió pasajes de buen trazo. Especialmente al natural, donde logró alargar el viaje. Sin embargo, faltó rotundidad. Fue una faena pensada, trabajada, pero sin esa chispa que enciende Las Ventas. Mal colocado con la espada, se fue entre palmas.Su segundo, “Muchachero”, fue otro cantar. Deslucido, sin transmisión. Ureña lo intentó, firme como siempre, pero no hubo materia prima. El silencio con que se fue al callejón no fue una condena, sino una constatación: lo intentó todo, pero el toro no dio más.Emilio de Justo: inteligencia ante la dificultadEmilio de Justo no rehuyó el compromiso. Desde el saludo a su primero, “Garduño”, mostró disposición y elegancia. El toro no ayudó: punteó, se soltó, y nunca terminó de emplearse. La faena fue larga, quizás demasiado, pero valiente. No hubo acoplamiento pleno, pero sí entrega. La voluntad de someter al toro sin forzarlo. Finalmente, la espada entró bien, y hubo palmas.Su segundo toro, el quinto, fue distinto. Mejor. Emilio supo verlo. Con oficio y templanza, lo llevó de menos a más. La faena fue ganando terreno: primero a derechas, luego al natural, siempre con medida. El toro se movía con celo y obedecía al toque. El extremeño construyó su labor con una claridad que agradeció la plaza. Fue su mejor momento de la tarde. Mató bien y se fue con una oreja moral, aunque no material.Borja Jiménez y el instante reveladorLo de Borja en el sexto fue más que una buena faena: fue un acontecimiento. Un momento donde se alinean la verdad del toro, la lucidez del hombre y la vibración de una plaza. Ese tipo de instante que justifica una temporada. Ese en el que el toreo, sin artificio, se vuelve necesario.Su primero, el tercero de la tarde, fue un muro. Un toro con movilidad defensiva, que no regaló ni una embestida franca. Borja lo intentó, pero sin poder estructurar faena. Falló además con la espada. Silencio justo. Una tarde difícil, hasta ese momento.Pero el sexto cambió todo. Desde el capote, Borja mostró decisión. Bregó con pulso, llevó al toro a los medios y brindó al público desde ahí. Comenzó la faena sin tanteos, sabiendo que lo mejor sería confiar en el toro. El animal respondió. Embestía con prontitud, con ritmo, con nobleza brava. Borja lo entendió al natural: muletazos limpios, encajado, firme. Tandas cortas, sin abusar, pero con profundidad.No toreó para gustar, sino para decir algo. Cada serie tenía intención. Cuando volvió al pitón derecho, el toro siguió igual de entregado. El final por abajo y la estocada contundente sellaron la obra. Las dos orejas cayeron por peso propio. El público, consciente de lo visto, lo acompañó con una ovación total.El toreo como forma de estarHay tardes en las que el toreo se convierte en una forma de pensar. Esta fue una de ellas. El toro de Victorino obligó a lidiar con inteligencia. No hubo toros comerciales ni ventajas. Y eso, aunque reste en impacto numérico, suma en profundidad.Paco Ureña fue un torero con fondo que no tuvo suerte. Emilio de Justo fue un torero con cabeza, que rozó momentos de lucidez. Y Borja Jiménez fue el torero que, ante el toro justo, supo estar. No improvisó. No exageró. Simplemente, hizo lo que había que hacer. Eso, en Las Ventas, no se olvida.Epílogo: lo que quedaLa In Memoriam no fue una corrida perfecta. Ni redonda. Pero sí fue, en su conjunto, una tarde de verdad. De las que obligan a mirar con atención. De las que dan sentido a la temporada. Porque hay veces en que no todo brilla, pero lo que brilla deja huella.La faena de Borja Jiménez al sexto toro de Victorino no es solo un triunfo: es una declaración. De estilo, de madurez, de compromiso. Fue la culminación de algo que no se construye en una tarde, pero que se reconoce en segundos. Y eso, en la plaza más exigente del mundo, tiene un valor incalculable.Foto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFoto: MANOLO BRIONESFicha técnicaPlaza de Toros de Las Ventas (Madrid)Corrida In Memoriam – Temporada 2025Homenaje a Victorino Martín AndrésAsistencia: Lleno de “No hay billetes”Toros: de Victorino Martín, bien presentados, serios y de juego variado. Destacó el bravo y completo sexto, premiado con la vuelta al ruedo. También con opciones el quinto; más exigentes el resto del encierro.PACO UREÑA: ovación y silencioEMILIO DE JUSTO: palmas y oreja tras avisoBORJA JIMÉNEZ: silencio y dos orejas tras avisoIncidencias: Al finalizar el paseíllo, se guardó un minuto de silencio en memoria del ganadero Victorino Martín Andrés. El sexto toro fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.The post La emoción y el misterio de lo eterno: Victorino y Borja en Las Ventas first appeared on Ovaciones.