Condena o complicidad

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La última salida de tono de Ayuso podría ser más grave de lo que la mayoría de los que le aplauden creen. Quienes le ríen las gracias y se dejan manipular por mensajes y actuaciones propias de un macarra en la barra de un bar, tienen más papeletas para complicarse la vida que ella si la cosa se complicase. Pero así es la vida, cada uno tiene lo que se merece. Hacer oposición, exigir responsabilidad al que gobierna, demandar mejoras, protestar por las medidas que se consideran injustas, o para las que se tiene otra propuesta, entra en el juego de la política. De hecho, eso es hacer política, y la labor de la oposición debe de ser tan importante, y responsable, como la del propio gobierno. Pero ningunear a las instituciones del Estado y lanzar mensajes golpistas cargados de falacias y mentiras que van directamente al corazón de la democracia, es otra cosa. Por eso la actuación de Ayuso en la última conferencia de presidentes debería tener consecuencias penales o, cuando menos, administrativas. No se puede permitir semejante afrenta al Estado. Cuando se ha luchado durante tantos años para poder hablar en el idioma propio de nuestra tierra, cuando tanta gente ha sido encarcelada y perseguida por hacerlo, no puede llegar una incompetente para tirarlo todo por el suelo. Pretender que la gente abandone sus señas de identidad, no respetar su cultura y su idioma, es lamentable. Pero todavía lo es más no respetar las normas que nos hemos dado para que cada uno se exprese en cualquiera de los idiomas oficiales del Estado. ¿Cuál es la diferencia entre la derecha españolista y el nacionalismo periférico más radical? En esencia ninguna, solo el territorio que defienden y el idioma en el que se expresan. Ayuso es una ignorante en manos de unos incendiarios, que juega con cosas que son peligrosas. Ejercer constantemente un papel de enfrentamiento bajo una aparente actitud jocosa, podría tener consecuencias gravísimas. El ambiente permanentemente enrarecido, poner siempre en entredicho la legitimidad del gobierno, identificarlos con el terrorismo, apelar a la falta de libertad o, simplemente, bromear con el consumo del alcohol, un problema que se lleva por delante miles de vidas y rompe otras tantas familias cada año, son actuaciones que, antes o después, nos traerán consecuencias muy graves para la convivencia democrática en España. La ofensa de Ayuso a todos los gallegos no puede pasarse por algo. Es momento de exigir la condena absoluta del presidente de la Xunta de Galicia por el desprecio a una de las señas de identidad de nuestra cultura. De no hacerlo, se convertirá inmediatamente en su cómplice y tendremos que entender que está de acuerdo con ella. ¿Cómo es posible que, estando sentado en la misma mesa, saliese justificando su actuación? ¿Con qué cara volverá a Galicia para pedir el voto en gallego? Y, sobre todo, ¿cuándo se dará cuenta la gente de que el PP va contra sus intereses?