España no padece una simple alternancia en el poder. Padece un bipartidismo sistémicamente corrupto, el PP y el PSOE, cuyo modus operandi esencial es la preservación del statu quo heredado, que ha convertido las instituciones en armas arrojadizas contra quien se atreve a cuestionar esa hegemonía. Y en esta tarea, han encontrado cómplices activos y pasivos, envalentonados por una mayoría de medios de comunicación que, lejos de ser faros de verdad, se han erigido en altavoces de la mentira y el bulo dirigido.La ofensiva del Partido Popular (PP) contra Podemos y los partidos nacionalistas catalanes no ha sido solo política, sino una cacería judicial y mediática orquestada. Utilizaron sin rubor a sectores de la policía para fabricar operaciones de intoxicación, instrumentalizaron a jueces y fiscales afines para abrir causas infundadas o sobredimensionadas y contaron con la complicidad entusiasta de una prensa convertida en tribunal paralelo. El caso de Podemos es paradigmático: una maquinaria perfectamente engrasada para criminalizar, desgastar y destruir políticamente a un partido y sus dirigentes que, con sus errores, encarnó una esperanza de cambio para millones. La operación Kitchen, los papeles de Villarejo, las filtraciones selectivas... todo apunta a una estrategia de Estado profundo al servicio del partido en el poder.Pero la verdadera decepción reside en la complicidad del PSOE, cuyos dirigentes se llenaron la boca hablando de regeneración y derechos miraron para otro lado, o peor aún, avivaron el fuego cuando les convenía electoralmente. Permitieron, cuando no alentaron tácitamente, la persecución del PP contra Podemos, viendo en ella una vía para debilitar a un rival por su izquierda y recuperar un electorado desencantado.Fue un cálculo sórdido y cortoplacista que priorizó el interés partidista sobre la salud democrática. Y esta connivencia tácita la ejecutó Sumar, en la que está integrada Izquierda Unida (IU), cuya actitud hacia Podemos ha oscilado entre el distanciamiento calculado y la deslealtad, buscando más su aniquilación como competidor que la construcción de una alternativa sólida. Su "puesta de perfil" ante la maquinaria de acoso ha sido, en la práctica, un visto bueno a la destrucción de un espacio político fundamental.Corrupción estructuralEsta corrupción estructural no es un accidente, es consustancial al modelo bipartidista español, cimentado sobre los Pactos de la Moncloa y la Transición inacabada. Aquellos acuerdos dejaron intactos los pilares corruptos del franquismo: una justicia no depurada, unas fuerzas de seguridad con mandos heredados, una economía de amiguetes y una casta política que aprendió que el poder es un botín, no un servicio. PP y PSOE, herederos de aquel pacto con el diablo, han perpetuado un sistema donde la impunidad para los suyos y la persecución para la disidencia democrática son la norma. "Todos los políticos no son iguales: son iguales los que participan de esta maquinaria corrupta"Los grandes medios de comunicación, en lugar de ejercer de contrapoder, se han convertido en amplificadores del “y tu más” según la cuerda política a la que pertenezcan. Han normalizado el lawfare, han dado pábulo a bulos sin contrastar, han construido narrativas criminalizadoras y han silenciado o minimizado las vulneraciones de derechos cuando los afectados eran "los otros", intoxicando el debate público y socavando la confianza en la propia democracia.Frente a esto, es una burda mentira la afirmación de que "todos los políticos son iguales". Son iguales los que participan de esta maquinaria corrupta, los que pactan con ella o le hacen el juego. La corrupción de la que hablo está en el ADN del bipartidismo.España necesita de una izquierda que no vea la política como un fin en sí mismo, sino como un servicio temporal y comprometido; que encarne lo valores de honestidad y servicio público que predica; que no se arrugue; que ponga la vida digna, los derechos sociales, la justicia y las libertades reales en el centro, no los intereses de las élites; que entienda que la democracia es un sistema que hay que defender activamente para avanzar en derechos y libertades. Esa izquierda no es el PSOE que participa del modelo corrupto de gestión de lo público. Esa izquierda es la izquierda que levantó el 15M y que hay que volver a levantar en medio de la ola reaccionaria.