La nueva explosión de corrupción bipartidista que dibujan lo audios del número tres del PSOE, Santos Cerdán, transforma, como ha definido perfectamente Ione Belarra, el caso Koldo o el caso Ábalos en el caso PSOE. Pedro Sánchez ha pedido perdón con traje negro y pose compungida. Después se ha ido ha celebrar con el mismo traje el aniversario de la integración de España en la Unión Europea como si aquí no pasase nada. El nexo de unión entre la corrupción del PP y la corrupción del PSOE son las elites económicas beneficiarias del sistema. Para que haya corruptos ha de haber corruptores. Esa es la esencia del régimen monárquico. Pero la corrupción no solo son mordidas, no solo es una cuestión de ilegalidad, también es la transacción permanente de recursos públicos a intereses privados por medio las instituciones. Corrupción es también la explotación de las clases medias y populares limitando sus derechos a la sanidad, la educación, la dependencia, las pensiones, la vivienda, el trabajo decente o las prestaciones sociales. Corrupción es perseguir con brigadas patrióticas de bajos fondos a la oposición política.En este último sentido el PSOE es el partido del engaño, nunca hace lo que promete salvo que no tenga más remedio para mantener el poder. El PSOE es el auténtico sostén del bipartidismo monárquico. Es el tapón para que nada cambie y todo siga igual. En momentos como este aparece iluminada la fotografía de lo que ha sido y es el verdadero PSOE. Un partido funcional al sistema de poder económico heredero del franquismo, hoy internacionalizado, para vestirlo de “democracia plena”.La cuestión es levantar un proyecto de izquierdas que afronte el estado corrupto como problemaEl caso PSOE llega en un momento en el que la ultraderecha cabalga a destajo. Un momento en el que el capitalismo occidental quiere prescindir de las socialdemocracias liberales porque, en su choque contra la economía China y de los BRICS y contra los límites ambientales y de recursos, lo quiere todo todo el tiempo. El PSOE está desde hoy atrapado en un cuadrilátero que forman su propia corrupción, el lawfare de la alta judicatura, la entrega voluntaria a las directrices otanistas del imperio trumpista y la complicidad con el estado de Israel en el genocidio del pueblo palestino. De ahí no saldrá más que noqueado.Si Sánchez convoca elecciones, convocaría su propio suicidio político dejando al PSOE desarbolado al albur del huracán ultraconservador con epicentro en Madrid. Ya no le vale decir que representa el voto útil. Entre tanto, mientras el PSOE se ahoga en su corrupción, sus mentiras y su inacción, siquiera progresista, la cuestión no es pedir elecciones anticipadas a Pedro Sánchez, tampoco sostener un gobierno belicista sin intención alguna de ejecutar políticas sociales, feministas, ecologistas y pacifistas.La cuestión es levantar un proyecto de izquierdas que afronte el estado corrupto como problema. Un proyecto para el que no sirven ni la sumisión, ni la indolencia, ni el conformismo que hoy representan Sumar y sus integrantes. Un proyecto que solo puede dibujarse contra la ficción de una España que no tolera las diferentes culturas, ya con lenguas propias ya con acentos diversos, con una alianza estratégica entre la izquierda transformadora y las distintas izquierdas soberanistas. Un proyecto cooperativo capaz de acumular fuerzas para sustituir al PSOE y sacarlo del paisaje que usurpa.