Morante, la eternidad de un instante

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SALAMANCA.- En Salamanca, en una tarde marcada por la desigualdad del encierro, volvió a ocurrir lo que pocas veces sucede: Morante de la Puebla se elevó por encima de todo y de todos. Otra vez. Cuando el sevillano alcanza la inspiración, la corrida pasa a ser otra cosa. La lidia se convierte en rito y el ruedo, en un espacio suspendido en el tiempo. Así ocurrió con el quinto toro de la tarde, “Repique”, número 139, de 520 kilos, de Garcigrande, al que Morante convirtió en una faena histórica que ya forma parte de su leyenda.LEE ADEMÁS: Tauromaquia y flamenco se funden en AlgecirasSe lidiaron toros de tres hierros: El Puerto de San Lorenzo, Garcigrande y Hermanos García Jiménez. Una corrida desigual, con escasas opciones, salvo contados momentos. No hubo bravura sostenida ni clase generalizada. Pero en medio de esa medianía, emergió un toro con fijeza y calidad que encontró en Morante el canal perfecto para la inspiración.Un inicio con mérito, no con brilloEl primero del lote de Morante, de El Puerto de San Lorenzo, fue manso y deslucido. Aun así, el sevillano lo saludó con verónicas de gran estética. Luego, lo cuajó en una faena de torero veterano y sobrado de temple, que comenzó junto a tablas y fue ganando terreno hasta el tercio. Lo sujetó, lo llevó metido, y aunque el toro nunca terminó de entregarse, hubo pasajes de mucha expresión. Pinchó, pero dejó una sensación de superioridad absoluta. La ovación fue más que merecida.El tercero de la tarde, de Hermanos García Jiménez, no dio margen. Toro suelto, sin ritmo, sin clase. Morante quiso, lo intentó con gusto en el inicio de muleta, lleno de pausas y detalles, pero no hubo acople posible. Lo intentó por ambos pitones sin lucimiento y, consciente de la imposibilidad, abrevió. El público protestó, pero no hubo reproche técnico posible. Fue sensato.La cumbre: “Repique” y la magiaY entonces apareció él. “Repique”. De Garcigrande. Serio, armónico, 520 kilos de embestida fija y templada. Morante lo saludó de rodillas, al hilo de las tablas, con un capote que parecía flotar. La plaza ya estaba ganada en el prólogo. Luego, la faena fue creciendo desde abajo, desde los cimientos de la quietud. Inició de rodillas, en el lugar más comprometido, sabiendo que ahí apretaba el toro. Lo esperó, le dio tiempo, y luego lo condujo con una lentitud que parecía imposible.Toreó a pies juntos, con suavidad, con una muñeca suelta que marcaba una tauromaquia antigua. Toreó al natural con una economía de movimientos y una profundidad que hizo estallar la plaza. El toro, noble y humillado, fue encajando la lidia con clase. Morante lo envolvió en una serie tras otra, sin fin, sin urgencia, con esa cadencia que sólo él consigue. Toreo grande. Toreo de verdad.Mató bien y el premio fue unánime: dos orejas y el rabo. Un rabo con justificación artística, no administrativa. El delirio en los tendidos no fue casual: fue la reacción lógica ante una obra irrepetible.Marco Pérez: paso firme, aunque no redondoMarco Pérez dejó también su firma. El joven salmantino mostró determinación y raza en su lote, aunque sin la regularidad deseada. Con el segundo, un toro sin clase ni entrega, lo intentó con variedad y recursos, pero sin eco. La faena no tomó vuelo. Con el cuarto, de mejor condición aunque áspero, mostró poder. Hubo momentos notables, especialmente por el derecho, con muletazos mandones y largos. La faena estaba hecha, pero falló con la espada, y ahí se esfumó todo.El sexto fue su reivindicación. Lo saludó de rodillas y dejó un quite a una mano que electrizó la plaza. Luego, firmó una faena inteligente y templada. Supo exigir al toro sin asfixiarlo, lo llevó con largura y terminó con unas luquecinas de alto impacto. La estocada, tras un pinchazo, le permitió cortar dos orejas con las que cerró su actuación con nota alta. Tiene condiciones y, sobre todo, capacidad de emocionar. Pero deberá afinar la espada para no perder faenas que ya tiene ganadas.Ganado desigual, tarde de un solo toroLos toros de El Puerto, Garcigrande y García Jiménez ofrecieron muy poco en conjunto. Manejables algunos, pero faltos de clase, fondo o transmisión. Ni la presentación ni el comportamiento fue parejo. Solo Repique, el de Garcigrande, elevó la corrida a otro nivel. Y Morante lo convirtió en historia.Morante: donde hay arte, no hay fecha de caducidadNo se trata solo del rabo. Ni siquiera de la locura en los tendidos. Lo que hizo Morante en Salamanca fue recordarnos que el toreo, cuando es arte puro, no depende de modas, ni del tiempo, ni de las estadísticas. Depende de la inspiración, de la verdad, de la conexión con lo intangible.Con “Repique”, Morante volvió a firmar una obra maestra. Pero, más allá del resultado, lo importante es que sigue siendo capaz de hacerlo. De detener el tiempo con una verónica. De emocionar con un natural. De callar una plaza con la lentitud de una muñeca. Morante no torea más. Torea mejor. Y en tardes como esta, uno entiende que sigue siendo absolutamente imprescindible.FICHA TÉCNICAPlaza de toros de La Glorieta, SalamancaCorrida de toros con motivo de la festividad de San Juan de SahagúnEntrada: Más de tres cuartos de entradaToros de:El Puerto de San Lorenzo (1º y 4º)Garcigrande (2º y 5º, destacando el 5º, “Repique”, nº 139, de 520 kg, premiado con vuelta al ruedo)Hermanos García Jiménez (3º y 6º)MORANTE DE LA PUEBLA:Ovación, silencio y dos orejas y raboMARCO PÉREZ:Palmas, silencio y dos orejasIncidencias: Morante de la Puebla y Marco Pérez saludaron una ovación en el tercio con el público de La Glorieta en pie tras finalizar el festejo.The post Morante, la eternidad de un instante first appeared on Ovaciones.