Para disfrutar los contenidos de Clarín es necesario que actives JavaScript en tu navegador.Volver a la HomeNoticias hoyEn vivoSociedadNunca dudé de estudiar periodismo. Eso lo tuve fácil: la etapa de los porqué -suele ir de los dos a los cuatro años- en mi caso nunca finalizó. Como si me hubiera detenido en ese tiempo, lo primero que me surge al saber algo nuevo -Plutón dejó de ser planeta; inventan un extraño yogur de soja- es por qué, cómo, quién, qué hay detrás.Esa curiosidad innata puede resultar extenuante: nunca doy por sabido algo, y eso a veces molesta. Por ejemplo si a un médico le pregunto demasiado por qué ese remedio y no otro. O consultar al arquitecto que hace la reforma por la razón de elegir vidrios de tal grosor. El primer interrogante es aceptado con simpatía, el tercero o cuarto, molesta. Lo sé, pero también creo que no he delegado en nadie mi capacidad para decidir y quiero saber. En fin, en algún momento negocio con la realidad y digo “Aquí no hay más margen”.En periodismo reconozco que esta cualidad ha sido de enorme ventaja. Mis primeras tareas, y por varios años, estaban asociadas a enfoques analíticos, de opinión. Me gustaba pero sentía que había algo más que no estábamos viendo. ¿Por qué el periodismo no puede contar también cómo somos, la forma en que nos enamoramos, en que nos sentimos (in)felices o hacemos nuestros duelos? Y claro, en ese universo interrogar era mi mejor arma.Esta sección suele abordar temas y confesiones muy personales. Muchas veces los lectores me preguntan si no me da pudor, como editor, preguntar algo que en general se cuenta a un amigo muy cercano, a una pareja, a un padre. Y aveces ni siquiera. También dudan si a los autores de los textos no les pasa algo similar al exponerse.Respuesta sencilla: no (con pocas excepciones). Creo que es así no por desenfado sino porque entre unos y otros creamos un clima donde reina la empatía y se comparten temas que nos importan. Se pregunta por qué porque (redundancia imprescindible) al conocer a alguien nos fotografiamos en su eco. De eso se trata la curiosidad: necesito al otro para saber quién soy.Newsletter ClarínRecibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializadosQUIERO RECIBIRLOTags relacionadosMundos íntimosCazafantasmas