El socavón abierto por Santos Cerdán en el Gobierno ha dejado la legislatura y al presidente en estado de máxima alerta y debilidad. Lo primero porque Pedro Sánchez es incapaz de delimitar el alcance de la corrupción urdida por el exsecretario de Organización a la cabeza y el asesor e intermediario, Koldo García. Lo segundo, porque ante la incertidumbre, el presidente no está consiguiendo articular una respuesta que frene la crisis. Faltan explicaciones y falta información. No sabemos si Pedro Sánchez está sentado al lado de una bomba o encima de ella. Si puede desactivarla o le mantendrá paralizado hasta que otra detonación judicial le haga saltar. El momento político deja varias conclusiones.La respuesta. Sánchez necesita dar una explicación política a la ciudadanía, ofrecer una salida a sus socios y otra respuesta emocional para los suyos. Los miles de militantes socialistas se despertaron hace una semana y su partido, su casa, había sido asaltada y es probable que esté muy herida. Los ciudadanos se encontraron con un gobierno –más allá de afinidades– con un grave caso de corrupción. Salir abatido un día y erigirse contra la extrema derecha no es suficiente. Llamar “anécdota, no categoría” al terremoto Cerdán, o “indiciario” al informe UCO, con lo descarnado de los audios, es no dimensionar el hundimiento. Los suyos reconocen una crisis orgánica de dimensiones desconocidas. La mayor para las generaciones que no vivieron los años de Felipe González, Filesa, etc.. Para los menores de 40 años, el ‘caso Cerdán’ es la única experiencia de corrupción orgánica. No hay un “P.Sánchez”, ni unas cajas B repartidas por las federaciones, pero no ser Gürtel no les quita la ansiedad de que pueda serlo. Esa seguridad, despejar la Gürtel del PSOE, como interpelaba Gabriel Rufián a Sánchez, solo la puede dar Sánchez.El marco. La dificultad de encapsular a Santos Cerdán pasa por su puesto. Un secretario de Organización en activo es el partido mismo, la máxima representación después del secretario general. Todo lo que salga de sus desmanes mancha la marca PSOE. Asaltó el partido y después el Gobierno. Por eso Sánchez se equivoca separándolo cuando los contratos eran de Transportes; cuando se da por seguro que afectará a más altos cargos e incluso a ministerios. Los hechos. En este momento de la causa es importante hablar solo de lo que hay. Especular con la investigación de financiación irregular o las ramificaciones, saltar varias pantallas, no lo hace más grave ni ayuda a entender qué está pasando. Otra cosa es “No lo sé” a la pregunta del ¿Qué más hay? de la ministra portavoz, Pilar Alegría, y el aire contenido en todos los ministerios porque el de al lado se relacionara con Koldo, Cerdán, Ábalos y esté grabado. Los socios. Entre las exigencias de la izquierda parlamentaria, hay una pendiente desde tiempos de Gürtel. Exigir que los corruptores paguen. En un país de Pymes, el IBEX 35 es quien pone las mordidas en todos los sumarios de corrupción. Suelen ser las mismas y se van de rositas. No pagaron los financiadores de la Gürtel, Púnica, Lezo, ni los del 3%. Un ejemplo de tantos fue el Caso Palau. El desfalco millonario llevó a prisión a sus responsables políticos y absolvió a los directivos de Ferrovial que pagaron los sobornos. Los corruptores. El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, no puede ir de víctima y menos acusar a Yolanda Díaz de estigmatizarlos. Cuando incluso Acciona ha reconocido indirectamente las mordidas a la trama de Cerdán, Garamendi tiene que condenarlo. Los corruptores destruyen la competencia, a la que él representa. La política y la ética en los negocios. Su respuesta como presidente de la patronal solo puede ser el reproche. Todo lo demás es proteger al que paga y ser cómplice. La legislatura. En estas condiciones, es casi imposible hablar de política. Aun en un contexto complejo, los socios tienen que tomar una decisión lo antes posible. O retiran su apoyo a Sánchez y provocan el adelanto electoral o aprovechan el gobierno de coalición. La decisión está entre “la legislatura está acabada” de Ione Belarra y aprovechemos “el tiempo que nos quede” de Gabriel Rufián para hacer políticas que ayuden a la gente. Entre los nacionalistas, nadie quiere hacerse responsable de colocar un PP-VOX, de darle a Santiago Abascal la vicepresidencia del Gobierno. Y es más que lógico. Pero es una decisión que necesitan tomar antes de la comparecencia del 9 de julio. Con la ayuda, no las evasivas, de Sánchez. Cada día hasta ese 9J será un abismo. Y el inmovilismo es una opción corrosiva para todos.