Mis amigos dicen que soy un triste. Dicen que todos los artículos que escribo son de pena y que sienten un fuerte bajón cuando los leen. Me comentan que mis columnas deberían salir los lunes en lugar de los viernes y que estoy creando un nuevo género literario: los libros de antiayuda. Me recuerdan que siempre van de amigos que ya no quedan para tomar cañas, que si cuenta la historia de un anciano que ni siquiera ha visto su vida pasar ante sus ojos… Yo los entiendo, pero no comparto del todo su pensamiento. Si a veces pongo encima de la mesa la forma que tenemos de vivir no es para que agachemos la cabeza, sino para que lo veamos de una forma positiva y, en cierto modo, intentemos poner algún remedio.De cualquier manera, no me gusta que la gente que me rodea me vea de este modo. Soy un triste, de acuerdo, pero no me gusta que la gente lo perciba. Así que hoy voy a cambiar la dinámica y voy a escribir algo alegre. Será difícil para mí. Si consigo engañar mi pesadumbre, haré una especie de listado de aquellos momentos en los que uno es capaz de saborear del todo la vida. Como la última columna de penas la titulé Que el tiempo pase, a esta la llamaré Que el tiempo no pase:[articles:335652]No quieres que el tiempo pase cuando vas a casa de tus padres con la excusa de ver juntos un partido de fútbol, por mucho que a ti el fútbol hace tiempo que dejó de interesarte. No quieres que pase cuando rebuscas en el fondo de esa tarrina de helado de chocolate que te comes con placer mientras caminas despreocupadamente por la acera. Tampoco quieres que pase cuando tu hijo te cuenta cualquier pequeña anécdota que le ha sucedido en el colegio, y tú no sabes si te ríes porque la historia tiene gracia o porque en ese momento eres feliz. No quieres que pase cuando compartes una birra con los pesados de tus amigos a la luz tenue del atardecer, ni cuando hablas por teléfono con tu hermana, ni cuando bromeas con tu chica y os dibujáis tatuajes siguiendo la línea de puntos de vuestros lunares. No quieres que el tiempo pase cuando conduces solo por una carretera de la sierra escuchando a Sufjan Stevens. No quieres que pase cuando te sumerges en el mar, ni cuando tomas el sol, ni cuando eres incapaz de despegar tus ojos de esa novela que te tiene absolutamente atrapado.Hay veces que quieres que el tiempo pase, pero, en otras ocasiones no quieres que eso suceda, como cuando te metes bajo el chorro de una ducha fría después de hacer deporte, ves en la mesa un buen plato de boquerones o saludas por la calle a alguien que te cae especialmente bien. Tampoco cuando el avión aterriza y la gente estalla en un aplauso de alivio, cuando ves por primera vez ese monumento del que todos hablan o cuando lloras con una de esas películas que te desgarran por dentro.La vida merece la pena, piensas. A pesar de la condición destructiva del ser humano (la minoría, pero, en muchos casos, son esos pocos que están en el poder) la vida es una cosa buena. Y te sientes feliz y lo reflejas en una página. Porque eres un triste, sí, pero cuando te rodeas de la belleza de la existencia es más fácil camuflarlo.