Un empleado que miente para asegurar una venta, otro que oculta información al cliente para no perjudicar la imagen de su empresa o una tercera persona que justifica su actuar dudoso con la frase “lo hice por el bien de todos”; hacen parte de un escenario que si bien para muchas personas es reprochable desde lo ético, no es ajeno a la realidad de una buena parte de los trabajadores de América Latina.Así lo confirma un reciente análisis presentado por académicos de la Universidad de los Andes, quienes afirman que estas actitudes hacen parte de un patrón de comportamiento detectado en organizaciones de la región, al tiempo que alertan sobre el lado oscuro de la lealtad corporativa y sus implicaciones en la cotidianidad de las empresas.Más información: Ingresos y empleo de poca calidad siguen afectando a los campesinosLa investigación fue desarrollada por los académicos Zuleima Santalla de Banderalli, José Malavé, Jesús M. Alvarado y Silvana Dakduk, esta última profesora asociada de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes y se basó en encuestas aplicadas a 652 empleados en Ecuador y Venezuela, y aborda un fenómeno que, según sus autores, también se manifiesta en Colombia y otros países de la región: el comportamiento no ético pro-organizacional.Este concepto, conocido en inglés como Unethical Pro-Organizational Behavior (UPB), describe aquellas acciones indebidas que un trabajador realiza, por decisión propia, con el propósito de beneficiar a la empresa; sin que se trate concretamente de actos forzados ni de órdenes explícitas. Por el contrario, son conductas que surgen desde el interior del empleado, motivadas por su sentido de pertenencia o la presión de cumplir metas corporativas.Pesos colombianos.iStockLa brújula moralAsí como hay factores individuales que propician estos actos, existen dinámicas culturales que los favorecen”, explica Silvana Dakduk, quien agrega que en entornos organizacionales donde se promueven narrativas como “somos familia” o “somos uno solo”, los límites entre lo ético y lo indebido tienden a desdibujarse.Dakduk señala que la identificación extrema con la empresa puede llevar a una forma de lealtad ciega que justifica lo injustificable, ya que “en resumidas palabras, se trivializa un hecho no ético en nombre de la organización y se cree que se podrá ser perdonado o justificado por la empresa”.Lea también: Reforma laboral pasó a sanción presidencialEn este tipo de ambientes, los trabajadores actúan convencidos de que su sacrificio, aunque implique mentir, ocultar o manipular información; será valorado o al menos no sancionado, por lo que la cultura interna se convierte entonces en un escudo para justificar comportamientos que, en otros contextos, serían claramente reprochables.“Uno de los ejemplos más frecuentes de este tipo de conducta es la exageración de los beneficios de un producto o servicio para concretar una venta. El fin, casi siempre, es cumplir una meta o evitar represalias laborales. Otros empleados pueden optar por ocultar fallas o evadir responsabilidades, todo bajo la lógica de que están protegiendo a su organización”, dice el reporte.CorrupciónFuente: IstockLo preocupante, según el estudio, es que estas prácticas no solo se toleran, sino que a menudo se replican y normalizan, especialmente en empresas que hacen parte de clústeres regionales, donde las metas, estilos de liderazgo y presiones comerciales se reproducen de manera homogénea.“La conducta no ética se da cuando las personas, con el fin de conservar su trabajo, son capaces de omitir información o mentir con el ánimo de defender su empresa u organización”, indica la investigación.Puede interesarle: Déficit comercial de Colombia se amplía en abril pese a caída de importacionesDesconexión moralEl estudio también documenta la presencia de un fenómeno psicológico conocido como desconexión moral, que para estos expertos no es otra cosa que un mecanismo mediante el cual una persona justifica racionalmente una conducta indebida, incluso sabiendo que lo es. Es decir, actúa contra su propio código ético, pero se convence de que lo hace por una causa superior.Esta desconexión es especialmente visible en contextos laborales donde se promueve un fuerte sentido de unidad, casi al punto de parecer una religión corporativa y según Dakduk, “la identificación organizacional puede llegar a ser dañina cuando es extrema, al punto de asemejarse al credo de una religión”.Renuncias y deserción laboral en Colombia.Imagen generada con Inteligencia Artificial - ChatGPTEn contraste, hay empresas donde no existe ningún tipo de identificación y allí, los empleados actúan solo en función de sus intereses personales, lo que tampoco favorece la ética organizacional. Ante esto, resaltan que ambos extremos, el desapego absoluto o la devoción total, son problemáticos, por lo que el reto está en cultivar una identidad corporativa equilibrada, que promueva el compromiso sin inducir sacrificios éticos.“La desconexión moral y los comportamientos no éticos pro-empresa se intensifican en contextos donde la supervivencia laboral está en juego. El estudio señala que en economías inestables, con alto desempleo y crisis institucionales, las personas tienden a justificar sus acciones con mayor facilidad”, dijo Silvana Dakduk.Otras noticias: Los comerciantes reportan ventas al alza pero las reformas les preocupanEsta experta agregó que “el límite entre lo personal y lo laboral suele difuminarse en el contexto latinoamericano” y acotó que factores como la cercanía, la camaradería e incluso las jerarquías informales hacen que muchos empleados actúen como si estuvieran dentro de una familia, lo que genera una percepción equivocada de impunidad en la que algunas personas creen que “mi jefe me entiende, no me va a sancionar”.Así las cosas, destacaron que este tipo de lógica, muy extendida en las culturas empresariales de la región, abre la puerta a abusos, omisiones y manipulaciones que afectan tanto a la organización como a sus clientes.Estrés laboral.Cortesía/AdeccoNo cruzar las líneasEl estudio no solo plantea el problema, sino que propone varias estrategias de prevención. Una de ellas es fortalecer los procesos de inducción y capacitación, para que los empleados comprendan desde el inicio qué comportamientos son aceptables y cuáles no.Sin embargo, reconocen que muchas empresas en América Latina enfrentan limitaciones estructurales como largas jornadas, atención a emergencias, presión por resultados; que a la larga reducen el tiempo disponible para formación ética.Lea también: Las universidades nacionales que quedaron entre las mejores del mundo“A veces existen manuales o protocolos, pero no se aplican con transparencia ni coherencia hacia los clientes. Por eso, más allá de la instrucción puntual, los autores insisten en la necesidad de construir una cultura de honestidad transversal. Cuando hay transparencia al interior, es menos probable que surjan reclamos o conflictos con el público externo”, concluyeron en el reporte.Por último, el estudio sugiere que cuando una empresa se vuelve una especie de religión, con lemas internalizados, devoción sin cuestionamientos y líderes convertidos en figuras de culto, sus trabajadores pierden el sentido de límite y el resultado es una cultura que, en nombre del compromiso, genera silenciosamente complicidad con lo indebido.