El mayor atractivo del Mundial de Clubes es que permite enfrentamientos que se creían perdidos en el tiempo. Como el de Sergio Ramos y Óliver Torres contra el Inter de Milán. Dos jugadores de signos opuestos, uno madridista y otro atlético, que dieron un golpe en el corazón del subcampeón de Europa, el Inter de Chivu. Un equipo deudor del proyecto de Inzaghi, pero que se desangró en una final de Champions donde Luis Enrique retrató su espíritu competitivo. Lautaro evitó un daño mayor para el subcampeón europeo, obligado a competir lo que queda de fase de grupos. Seguir leyendo....