Las redes no siempre traen pescado. A veces, en lugar de merluzas o salmonetes, los pescadores de arrastre de Motril encuentran en sus artes fragmentos de mallas agrícolas, trozos de tuberías negras, restos de acolchados o cordeles de rafia. En muchos casos, estos residuos no tienen nada que ver con la actividad pesquera. Son desechos de origen agrícola, arrastrados por el agua desde campos situados a decenas de kilómetros tierra adentro."No es algo nuevo. Los pescadores nos decían que, tras una lluvia intensa, aparecían en sus redes plásticos que claramente venían del campo", explica Carmen Morales Caselles, investigadora de la Universidad de Cádiz y autora principal del estudio publicado en la revista iScience. "Queríamos comprobar hasta qué punto tenían razón. Y lo tenían".Enrique Montero y Carmen Morales Maselles, investigadores principales. MANU GARCÍAEl estudio demuestra que los residuos agrícolas —plásticos de acolchado, sistemas de riego, cubiertas o mallas— pueden recorrer largas distancias desde las zonas de cultivo hasta los fondos marinos. El transporte se produce principalmente a través de ramblas, cauces temporales que permanecen secos buena parte del año, pero que, con las lluvias, se convierten en autopistas de agua y basura."En verano nadie se da cuenta, porque todo permanece seco. Pero cuando hay una dana o lluvias torrenciales, esas ramblas actúan como un embudo. Lo que haya allí acaba, inevitablemente, en el mar", afirma Morales.El trabajo se apoya en datos del proyecto Ecopuertos, una red que desde 2013 coordina la recogida de basura marina por parte de pescadores andaluces. En total, se han clasificado más de 120.000 objetos recogidos durante las faenas de pesca. Enrique Montero, coordinador del programa, destaca la implicación del sector: "Ellos no cobran por esto, lo hacen por conciencia ambiental. Separan los residuos que sacan con las redes, los almacenan en tierra y nosotros los analizamos".Primer plano de restos de plásticos encontrados dentro de una tortuga. MANU GARCÍAEl análisis detallado reveló algo sorprendente: una parte significativa de los objetos recogidos no tenía relación con la actividad pesquera, sino con la agricultura. Se trataba de plásticos con restos de tierra, vegetación o fertilizantes, lo que evidenciaba su origen terrestre. En muchos casos, los residuos habían viajado hasta cien kilómetros mar adentro, impulsados por las corrientes o transportados por los cañones submarinos del mar de Alborán."El plástico no desaparece. Puede flotar, fragmentarse o hundirse. Algunos restos se acumulan en zonas costeras, pero otros llegan mucho más lejos de lo que imaginamos", subraya Morales.El problema, según los autores del estudio, no es nuevo, pero ha pasado desapercibido en las políticas internacionales. En concreto, denuncian que la contaminación marina de origen agrícola no está incluida en las negociaciones del Tratado Global contra la Contaminación por Plásticos que impulsa la ONU."Si no se incluye esta fuente, el tratado nacerá cojo. No podemos limitar el foco a lo que pasa dentro del mar, cuando parte de la basura llega desde tierra firme", advierte la investigadora.En los últimos años, el uso de plásticos en agricultura ha crecido de forma exponencial, especialmente en el sur de Europa. El estudio indica que cerca del 40% del litoral mediterráneo está ocupado por explotaciones agrícolas intensivas, muchas de ellas muy dependientes de materiales plásticos. A pesar de las normativas vigentes, una parte de esos residuos termina mal gestionada, abandonada o directamente depositada en el entorno.Un panel sobre la problemática de los microplásticos. MANU GARCÍAUn sistema de gestión en entredicho"El sistema de gestión tiene muchas lagunas. Hay materiales que ni siquiera se registran como residuos agrícolas, sino que aparecen en las estadísticas como residuos no identificados. Eso dificulta su trazabilidad y oculta el problema", explica Montero.Otro de los puntos clave del informe es la responsabilidad institucional. Según Morales, gran parte de los responsables políticos que deben tomar decisiones a nivel europeo desconocen la realidad del sur. "Desde Bruselas es difícil entender lo que pasa aquí. No es lo mismo una zona agrícola en Alemania que un invernadero a diez kilómetros del mar en Andalucía. El riesgo de contaminación marina es mucho mayor en nuestro caso".El estudio plantea varias líneas de actuación: establecer sistemas obligatorios de recogida y reciclaje, crear incentivos para reducir el uso de plásticos, sancionar el abandono de residuos y promover materiales biodegradables. También insiste en la necesidad de formación específica para agricultores y cooperativas, así como en una vigilancia ambiental más estricta en las zonas agrícolas próximas a cauces.Pero, sobre todo, los investigadores reclaman una visión sistémica que conecte tierra y mar. "No podemos seguir limpiando el océano mientras dejamos que la basura siga llegando por los ríos y las ramblas", resume Morales. Montero quiere subrayar que no se puede culpar a los agricultores: "El problema fundamental es de la administración, que ha hecho dejación. Culpar a los agricultores es una injusticia porque si no se le ponen los medios no pueden hacer nada. Se han creado sistemas de gestión, pero ni son efectivos ni funcionan".