UN dilecto colega, maestro del pragmatismo y catedrático en pensamiento cenizo, lleva decenios aleccionándonos sobre los inconvenientes dimanados de la organización de cualquier evento en la ciudad: «No hay que albergar nada –avisa a los entusiastas–, ni siquiera esperanzas», y concede al apotegma validez universal, lo mismo para una final balompédica que para los gorgoritos de un crooner en declive. Ni contarles si se trata de esa IV Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo que, de aquí a una semana, convertirá Sevilla Este en una ratonera para los residentes y una Shangri-La inalcanzable para quienes allí laburan. La vida cotidiana, otra vez, sacrificada en el altar de lo extraordinario. Luego, vendrá el algodón mágico del «impacto económico» para tratar... Ver Más