CREO que la propensión al estudio de disciplinas inútiles es una disfunción genética de mi familia. Desde esa coordenada es del todo comprensible que mi hija, que acaba de superar la EBAU con una nota más que aceptable, se vaya a decantar finalmente por estudiar Filosofía, siguiendo así el ejemplo de mi hermano, y desechando otras opciones con salidas profesionales más rutilantes. Pero curiosamente, creo estar en lo cierto si digo que no han sido sus profesores de Filosofía los que le han dejado mayor huella en los últimos años, sino su profesor de Latín y Griego. Fueron muchos los almuerzos de este curso en los que mi hija Alicia, con su incontenible y entusiasta verborrea, dejaba que la comida... Ver Más