El escándalo de Santos Cerdán hace temblar los cimientos del PSOE

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Pedro Sánchez se 'bunkeriza' en mitad de la crisis y busca salidas junto a un círculo de confianza cada vez más estrecho y en el que destaca Salvador Illa, que acudió este viernes a la Moncloa mientras la UCO clonaba el correo de Santos CerdánSantos Cerdán, el número tres que engañó a todo el mundo todo el tiempo Los primeros instantes después de una gran detonación son críticos y justo en ese momento permanece atrapado el Partido Socialista diez días después de estallar el escándalo de Santos Cerdán. El informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO), que adelantó elDiario.es, no solo atribuye al exnúmero 3 de Ferraz el rol de cabecilla de una presunta trama corrupta, sino que destapa un sistema de amaño de contratos públicos y cobro de mordidas que se remonta a más de una década. Y todo grabado por Koldo García, el “hombre para todo” de Cerdán y de José Luis Ábalos. Por eso, al PSOE lo sacude todavía la onda expansiva de una bomba situada en el centro mismo de sus entrañas. Y que, a la espera de más detonaciones, hace tambalearse al edificio entero de la política española: no solo al Partido Socialista, también al Gobierno del país y al propio presidente. Noqueado, según describen sus compañeros de filas, Pedro Sánchez decidió suspender toda su agenda pública prevista para jueves y viernes. La versión oficial en la Moncloa es que anda enfrascado en preparativos de la cumbre de la OTAN que se celebra la semana que viene en La Haya, una cita con la que el presidente ha intentado tomar algo de aire tras alentar un choque con Donald Trump para no multiplicar el gasto en Defensa. Pero la realidad es que Sánchez dedica la práctica totalidad de su tiempo a buscar una salida que por ahora no encuentra a la mayor amenaza política que afronta para su propia figura desde que se convirtió en presidente en 2018. Este viernes citó en el Palacio de la Moncloa a Salvador Illa para verse a solas en una reunión “de carácter privado” y que, por tanto, no figuraba en su agenda. El president de la Generalitat de Catalunya es una de las pocas personas en las que Sánchez mantiene intacta su confianza, después del varapalo personal que ha supuesto la decepción respecto a Santos Cerdán, un hombre del que se fió hasta el último segundo y cuya traición también ha provocado una desconfianza generalizada entre las filas socialistas que hace que hoy se cuestionen y se revisen todos los vínculos creados. Aunque muchos dirigentes y cargos intermedios denuncian el intento de expandir la sombra de la sospecha hacia “una inmensa mayoría de socialistas honestos”, lo cierto es que ahora nadie se fía de nadie en el PSOE. O de casi nadie. Sánchez sí tiene en Illa desde hace mucho tiempo a una persona de referencia que, además, se ha consolidado como su líder territorial de más peso tras alcanzar el Govern catalán y, por tanto, en uno de los políticos más relevantes del país. Según explican fuentes socialistas, el presidente no solo buscaba consejos con esa cita, que también, sino incluso el respaldo personal del hombre que fue su ministro de Sanidad durante lo peor de la pandemia y con el que se encontraba reunido este viernes justo cuando tres agentes de la UCO entraron en la sede socialista de la calle Ferraz para clonar el correo personal de Cerdán. Una imagen, admiten en el PSOE, “devastadora”. Ninguna de las fuentes consultadas ni en el PSOE ni en el Gobierno es capaz de desechar una sola hipótesis sobre las decisiones que pueda tomar el presidente de ahora en adelante, por mucho que en público descarte dimitir, convocar elecciones o adoptar más cambios hasta el comité federal del 5 de julio. Lo único cierto es que nadie sabe lo que puede pasar al día siguiente. Así que nadie sabe tampoco cuándo puede precipitar Pedro Sánchez un giro brusco de un guion insostenible a día de hoy, a juicio de casi todos los dirigentes socialistas. Todo dependerá en buena medida de cómo evolucionen las noticias judiciales en los próximos días. Quizás horas. La presencia de Illa en la Moncloa este viernes alimentó la rocambolesca hipótesis de una dimisión de Pedro Sánchez que no dé pie a una convocatoria electoral, que serviría básicamente para entronizar a la derecha, sino a otro proceso de investidura con otro candidato que aguante los dos años que quedan de mandato. Ya hay en el PSOE incluso quien señala nombres para ese hipotético escenario. Que cuenta, para más inri, con la complejidad de volver a ahormar una mayoría parlamentaria en estas circunstancias en torno a una persona de consenso. El más que previsible rechazo a una figura como la de Salvador Illa de las formaciones indepedentistas, por su rivalidad catalana, y de Podemos, por su línea centrista, sirvió de argumento en el partido para diluir la teoría de que la cita de este viernes en Moncloa girara sobre una operación de ese tipo. Y más aún cuando se considera que Illa apenas ha comenzado su tarea en Catalunya tras el hito de despojar al independentismo del poder. Lo que se ha constatado como una obviedad, en cualquier caso, es que el intento de Pedro Sánchez de encapsular esta crisis en torno a la actuación particular de tres personas ha resultado baldío y nadie piensa, ni dentro ni fuera del PSOE, que tenga recorrido. Porque la relevancia del caso trasciende de largo las responsabilidades políticas o penales de uno, dos o tres cargos de confianza. A juicio de algunos de los más veteranos socialistas que permanecen hoy en día en altos cargos públicos u orgánicos este trance puede convertirse, de hecho, en el más grave de cuantos haya afrontado el partido desde el fin del felipismo. Y opinan que dependerá de su verdadero alcance, aún desconocido, y de la reacción que aún se espera de Pedro Sánchez, el nivel de impacto que pueda suponer a medio y largo plazo para unas siglas con 146 años de historia. El corazón del partido, el epicentro del sanchismo Las razones de esa trascendencia son múltiples. La primera, que destierra el diagnóstico de una manzana podrida para consolidar la tesis de un fallo sistémico en el PSOE. Tanto es así, que, en cuanto el presidente tuvo detalles del informe de la UCO sobre el hombre por el que puso la mano en el fuego hasta que se abrasó, en la Moncloa se tuvo consciencia de que el caso suponía dejar muy tocada la línea de flotación del propio Pedro Sánchez. Y de que resultaba incomparable a otros episodios. Por ejemplo, al afrontado con José Luis Ábalos, también doloroso. “Lo de Santos no es como lo de Ábalos, es incomparable, es mucho peor. Esto es un desgarro del que será difícil reponerse porque en Santos hemos confiado todo este tiempo, porque esto ocurre con él a los mandos del partido y como persona de la máxima confianza del presidente. Y porque, además, echa por tierra el argumento de que se trataba de una simple oveja negra”, admitía un miembro del Ejecutivo aquel fatídico jueves para los socialistas, el día que vio la luz el informe. La implicación de José Luis Ábalos en el denominado 'caso Koldo' resultó, sin duda, traumática. Pero contribuyó a amortiguar el impacto el hecho de que ya no fuera ministro ni secretario de organización. Y descafeinó el desgaste emocional que Ábalos sí contaba con una “dudosa reputación personal” a sus espaldas en muchos ámbitos del partido. Todo lo contrario a Santos Cerdán. “Va para dos semanas y seguimos en 'shock'. Es incomprensible, como si estuvieran hablando de una persona diferente a la que conocemos. Jamás apreciamos una tacha en su comportamiento”, expone una de las personas que ha trabajado cerca de él durante su etapa como 'número 3'. El pánico instaurado ahora entre las filas socialistas viene alimentado por dos factores. El primero, que una persona cuyo despacho equivale al “corazón del partido” desde el punto de visto orgánico haya conseguido salpicar a más gente con su presunto modus operandi de amaño de contrataciones a cambio de comisiones. Principalmente, entre los territorios, pero también a nivel estatal. Esta semana, de hecho, se ha producido otra réplica del terremoto en Navarra, su tierra natal. Allí, María Chivite se vio obligada a cesar a su número dos del partido por ocultarle que su pareja trabajaba en la empresa que está en el ojo del huracán de la corrupción y que, según la UCO, pertenece en un 45% a Cerdán. La otra psicosis en el PSOE es que todo el mundo que ha compartido alguna reunión de trabajo o conversación privada durante la última década con Koldo García teme, desde la publicación del informe de la UCO, estar grabado y que sus comunicaciones obren ya en poder de la Guardia Civil. Y eso hace que se amontonen los nombres bajo sospecha que pueden ver la luz en las próximas semanas y que pueden hacer escalar aún más el caso desde el punto de vista político. Y todo ello con lo que supone para la propia figura del presidente del Gobierno. Porque el escándalo ha estallado justo en su núcleo más estrecho de confianza y de manera escalonada. Primero, con el hombre que Pedro Sánchez cuenta en su 'Manual de Resistencia' que le custodió los avales de las primarias, Koldo García. Después, con aquel a quien encomendó defender la moción de censura contra la corrupción de la trama Gürtel del Partido Popular con la que consiguió llegar a la Moncloa, José Luis Ábalos, la persona a la que luego le dio todo el poder en el partido como secretario de organización, y en el Gobierno como ministro de Transportes. Y, por último, Santos Cerdán. La persona a la que encargó limpiar la presunta corrupción de Ábalos y a la que encargó también misiones de Estado tan sensibles como la negociación política con Carles Puigdemont para la ley de amnistía o el acercamiento y excarcelación de los presos de ETA con Arnaldo Otegi. Por eso la caída política de Cerdán es, en cierta forma, también la del propio Pedro Sánchez, según reconocen cada vez más voces en el PSOE. Quienes le conocen de cerca resaltan que el presidente ya se cayó más veces y logró levantarse. Pero también admiten no tener la más remota idea de cómo lo conseguirá esta vez, si es que eso aún fuera posible.