Aldaia, el último reducto europeo del abanico sobrevive a la dana

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Alguien del Museo del Louvre contactó un día con Ángel Blay. Quería conocer qué medidas de seguridad tenía su taller de Aldaia porque la institución parisina necesitaba que su centenaria empresa restaurara tres abanicos que pertenecieron a Napoleón Bonaparte. «Echamos la llave cuando nos acordamos», le respondió. Al francés no le debió parecer suficiente, claro, pero, dada la reputación de Abanicos y Restauración Blay Villa, no se arredró. Poco después, el Louvre envió a la localidad de L’Horta Sud valenciana a un técnico con los tres lujosos palmitos del emperador. Llegaba por la mañana al taller con su maletín y a la hora del cierre volvía a recogerlos y se los llevaba a su hotel. Así durante los días que fueron necesarios. La anécdota contada por Blay ilustra el prestigio de esta firma y también el peso en este sector a nivel internacional que tiene esta población valenciana.Seguir leyendo....