Sevilla, ¿un pueblo inhabitable?

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Ya saben de sobra el comienzo del famoso tango, Cambalache, de Enrique Santos Discépolo, compuesto en 1934, que se llevó un buen tiempo prohibido: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también. Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y dublé...”. Sigue de actualidad y seguirá lamentablemente por mucho tiempo por razones que no vienen al caso, exigirían ensayos algunos de los cuales ya he escrito y publicado. Puede que yo sea un amargao por cosas de la edad que me hacen ver más cerca la muerte. Iba a escribir sobre Pedro Sánchez -cómo no- y sus circunstancias. Iba a escribir a su favor, no se lleva, pero hay aspectos importantes que se están obviando en esta cacería mediática de las derechas que no digo que no se merezca el hombre pero que pecan también de desinformación y de profundidad intelectual. A pesar de que, como afirmó mi colega la catedrática Pilar Diezhandino, el periodismo es una actividad intelectual, que no le pidan al periodismo intelecto y menos sincrónico porque eso es muy complicado y además no vende.   Un símbolo de despropósitosTengo más cerca a Sevilla, para qué irme con Sánchez. Y Sevilla es un símbolo de despropósitos. A pesar de todo, vaya por delante que es tanta su resistencia y su relevancia que va a seguir siendo grande con o sin sevillanos, contra el viento y la marea de miles de sevillanos indiferentes y anclados en el pasado, sin adaptar ese pasado al presente y al futuro. La pobre Sevilla y Sevilla la pobre ha tenido y sigue teniendo encima una nómina de alcaldes localistas que no se merece. ¿O sí? Han sido elegidos por los sevillanos, luego Sevilla tiene lo que se merece. Un destacado empresario sevillano acaba de librarse de sanciones y cárcel pagando casi diez millones de euros. Salvando las distancias, también en su momento el señor Botín pagó sus millones y pelillos a la mar. No, los españoles no son iguales ante la ley. ¿Quién ha dicho que el dinero no hace la felicidad? Si no la hace se aproxima mucho. Éste es un país de componendas y Sevilla en eso destaca. Es una comunidad de tribus, de grupos y grupúsculos. Vive a saltos como los miles de pueblos y aldeas que aguardan esperando a los visitantes. Tiene Sevilla uno de los dos o tres primeros parques tecnológicos de España que sigue muy demandado por empresas y ahí está, lleno de maleza, en el olvido, con una lentitud y una dejadez pasmosas. Sevilla celebra eventos para los que no está preparada, su infraestructura es un desastre, desde la falta de pasos y túneles subterráneos para coches hasta el área metropolitana, pasando por unos autobuses que se recogen a la hora de las gallinas y un pobrísimo metro con raíces visibles pocos años antes de la muerte de Franco. Sevilla, la ciudad que siempre duerme.ONU, confinamiento, picarescaMañana comienza una reunión de la ONU y el alcalde anima a quedarse en casa a trabajar online. Mientras, la universidad nos manda recados a los profesores para que tengamos en cuenta que a los alumnos eso puede afectarles. Numerosos alumnos practican la picaresca por sistema y ahora con las elecciones a rector que tendrán lugar en otoño “todo por los “niños”. La ONU va a estimular más picaresca aún, pero el cliente siempre tiene la razón, no el profesorado.  La llamada de la universidad que más favorece la picaresca se encierra en estas palabras del Rectorado: “En todo caso, la Universidad de Sevilla actuará con máxima flexibilidad en relación con la celebración de estas pruebas”. Se refiere a los exámenes de julio, etc. ¿Saben que encierra esto? Exámenes a la carta, fuera responsabilidades, que no sufra la pobre muchachada.  El ambiente del pensamiento débil y woke es a veces pavoroso en la universidad, el profesorado que se toma en serio su trabajo no es extraño que sufra las consecuencias de un populismo que nada tiene que ver con las exigencias universitarias. El 92 por ciento de aprobados en la selectividad, un porcentaje político: el aspirante, contento, papá y mamá, hermanos y familia, contentos, amigos también, en las próximas elecciones a votar a esos políticos que se pasan el esfuerzo por la entrepierna y que tienen sus voceros en la universidad.Como en el pasodoble, “Manolete, si no sabes torear, pa qué te metes”. Si no estamos preparados para un evento tan relevante como éste de la ONU, ¿para qué narices lo acogemos? ¿Por veinte millones de euros? Y luego más millones por otra movida y luego por otra, todo a costa de la movilidad de los sevillanos, todo pueblerino, pelotazos coyunturales que se acabarán de pronto, con una crisis económica o una pandemia, pelotazos en una ciudad que ya es un Torremolinos de interior.    A mí me gustaría que en Sevilla se reuniera una ONU todos los días, como en Nueva York, pero porque le sobraran medios para tener una ONU. Entonces seríamos importantes y no porque en la Plaza de España la gente salte con artistas que van ya de retirada o porque tengamos centros culturales con los que, por cierto, no se sabe lo que hacer, como ocurre con las Atarazanas. En definitiva, como llega la ONU, irrumpe una especie de Covid, segunda parte, y todo el mundo al confinamiento o al engaño. ¡Pero si Sevilla es la reina de los follones y no ha habido confinamientos! Hace poco, unas decenas de hermandades rocieras atascaron el área metropolitana, las entradas a Sevilla y Sevilla misma. Lo tuve que sufrir, yo y miles de coches y líneas de buses y el tranvía de pitiminí que tenemos. El follón de El RocíoUnas personas llegan de pasárselo bien o de decir que lo pasan muy bien a costa de la Virgen -buena “bronca” les echó Juan Pablo II cuando visitó El Rocío en 1993: «Vuestra devoción a la Virgen tiene mucho de positivo, pero se le ha acumulado polvo del camino»-. Los miles de rocieros desembarcan llenos de gracia y de amor y más miles todavía debemos ver cómo las carretas y los cohetes más los bailes, etc., lo colapsan todo. Cualquiera dice nada, los medios de comunicación ni se atreven, no sea que se queden sin audiencia y sin publicidad. En este caso, como en tantos otros, el Evangelio es inútil: lo que hace la mano derecha tiene que saberlo la izquierda. A nivel personal, a callarse para que no te mande al exilio la Sevilla y olé. Sevilla es un pueblo, en las ciudades de verdad se dicen las cosas abiertamente, sin tanto rubor, y la Ilustración tiene su peso. Desde la Edad Media se hizo famosa una frase: “la ciudad hace libres”, porque la gente en el mundo rural era esclava de diversos factores y en la ciudad podía comenzar a ser ella misma. Pero hay excepciones, Sevilla sigue siendo una de ellas, menos por supuesto que antes, pero aún lo es.Alcalde de Sevilla, presidente de MálagaLa Magna lo llenó todo de expectación y después no destacó tanto, cualquier barrio te saca una imagen por la calle y todo hay que pagarlo con dinero público extra que la policía municipal, por ejemplo, tarda un mundo en cobrarlo. Lo que me pregunto es de dónde saca el dinero para tanta celebración la gente de barrios a los que se les supone humildes y hasta subdesarrollados. Tampoco los medios de comunicación se meten en eso y una cofradía con sus pasos vale un dinero, salga o no en Semana Santa.  Ahora tenemos la semana del orgullo, manifestaciones del orgullo, manifestaciones ecologistas y por la paz, no son acciones unificadas sino que cada colectivo monta su protesta y su jolgorio. Se desgasta Sevilla, pero el alcalde -en el ranking de la incompetencia, como casi todos sus antecesores- no se atreve a hablar de capitalidad, el alcalde que quería soterrar el Paseo de Colón o la Ronda Norte, ¿en qué mundo vivirá este hombre? ¿Acaso se cree que va a suceder como en Madrid que soterraron la M-30? El alcalde sevillano, José Luis Sanz, frente al presidente malagueño, Moreno Bonilla, al que se deja someter estando Sanz en su propia ciudad, lo que le faltaba a Sevilla.    Hace tiempo que me “robaron” SevillaMe empezaron a robar mi ciudad cuando aún era muy joven. Uno de mis placeres preferidos era sentarme en el Patio de los Naranjos a charlar con los amigos o con un ligue y a admirar la Giralda y el gran rosetón de la catedral. Y sentir que aquel patio es una síntesis de la cultura visigoda, islámica, judía y cristiana. Ahora hay que pagar para estar allí.Me robaron el placer de caminar por la catedral, contemplar un rato el sosegado paso de las cofradías, llegar hasta su altar mayor y admirar el mayor retablo católico del mundo; me robaron esa costumbre que teníamos los niños de tocarle un pie a una de las estatuas que portan el féretro donde se conserva lo que queda de Cristóbal Colón. El pie, de metal, se movía y chirriaba, y el chirrido se oía en toda la catedral, en lo majestuoso de su sonoridad. Pase por taquilla si desea sosegarse en la catedral de la urbe que lo vio nacer, habitante de Sevilla. Ya no entra usted como en cualquier templo. Me robaron palacios como el de los Sánchez Dalp, el teatro San Fernando y la maravillosa e histórica farmacia de La Campana, todo para construir horrendas construcciones, superficies de consumo: El Corte Inglés, Zara, C&A. La piqueta actuó a fondo por la Sevilla histórica, por la ruta romántica desde el Duque hasta la Plaza Nueva. Una extensa capa de asfalto cubrió calles y plazas del centro histórico, especialmente durante los años 60 y 70 del pasado siglo, en detrimento del adoquinado original. Se le llamó a aquello “la marea negra”, yo alucinaba viendo tanta barbarie. Suma y sigue: en 2021, el gran periodista Manuel Jesús Florencio escribía: “el gobierno de Espadas sustituirá el pavimento histórico en la calle Correduría por asfalto con el argumento de que es más cómodo para los autobuses de Tussam”. Espadas, ahí lo tienen, buena persona, pero incompetente máximo y manchado por la presunta corrupción de su partido. Me robaron mi barrio, me tuve que ir de él porque ya comenzaron a encarecerse los pisos. Nací al lado de la segunda pinacoteca de España tras el Museo del Prado. Hoy mi barrio es una zona triste de calles mudas, se me acaba de morir un amigo del alma que vivía en una casa sevillana de aquel barrio y en ella nació. Cuando su familia la vendió para marcharse se llevó un tiempo yendo a verla y a llorar sentado en el escalón de la entrada. “Sevilla sin sevillanos, la gran Sevilla”, Antonio Machado lo afirmó en otro sentido que ya sabemos. Sin embargo, empieza a ser una realidad: Sevilla con tanto turista es la Sevilla sin sevillanos. No puede ser tan positivo el turismo si le roba su hábitat a los nativos. Que se lo pregunten a Venecia, ahora se la ha alquilado Jeff Bezos para casarse. A los sevillanos también les ha dado por viajar, ahora todo el mundo desea viajar -cuanto más lejos, mejor- para recuperar el tiempo perdido y ser feliz. ¿De verdad? En estos tiempos, el sevillano, si no quiere ser engañado en una urbe que en buena medida comienza a no ser suya, se tiene que limitar a salir de su casa, ir a uno de los bares cercanos de confianza, tomar unas cañas, charlar y volver al hogar. Vamos, casi como en el franquismo. Lo demás es un sinvivir y yo diría que una estafa. No obstante, si obviamos el calor, esta ciudad sigue siendo inmortal y muy digna para morirse en ella. Porque hay una Sevilla que es la Sevilla universal, con su ambiente anárquico y tremendamente real y retador, la Sevilla más apasionante y compleja. Menos mal.