'Patagonia' instala en el Teatro de la Zarzuela su propia obviedad

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Ideales, afectos y emociones se reúnen en 'Patagonia', la ópera escrita por el guionista Rodrigo Ossandón y el músico Sebastián Erráuriz , que estos días programa el Teatro de la Zarzuela . Su llegada a Madrid responde a una trayectoria marcada por el éxito tras el estreno en Chile hace dos años y la inmediata concesión del premio a la mejor puesta en escena del Círculo de Críticos de Arte de aquel país y, más cercano, el premio Ópera XXI de 2023 en la categoría de mejor producción latinoamericana. Sin duda, todo lo que rodea a 'Patagonia' es importante y, quizá, revelador para el espectador español que, obligado por la distancia, y muy a pesar de los intentos que se hacen por acortarla, tiene un frágil conocimiento sobre la realidad cultural hispanoamericana. En este sentido, queda en el aire la duda sobre si 'Patagonia' representa de una manera fiel el estado de la actual creación operística chilena o se trata, sin más de un producto al que las circunstancias han colocado en una posición de privilegio más allá de su valores intrínsecos. 'Patagonia' fue creada durante la pandemia y relata el encuentro de la comunidad aonikkenk o tehuelche, pueblo indígena de América del Sur, con la tripulación de Magallanes . En algún lugar se ha definido como un «thriller histórico con perspectiva territorial», lo que invita a reflexionar sobre varias cuestiones. Por ejemplo, que en 'Patagonia' hay muy poco de 'thriller' pues el argumento se sostiene sobre el sencillo relato de Ikalemen, mujer aonikenk contemporánea que narra una antigua historia de vejaciones por parte del navegante portugués, centrada en la detención y muerte de Kentelan. La historia se ha transmitido generación tras generación y, es obvio, que en ella importa, y mucho, el sentido moral del resultado. Por supuesto, el compromiso político es un punto de partida perfectamente lícito. Menos razonable es que, en el contexto creativo-operístico autoexigente en el que 'Patagonia' se quiere inscribir, el libreto de Rodrigo Ossandón sea un proceso literario de intención pedagógica tan a ras de tierra y que su estructura caiga en la reiteración, al solapar la narración hablada de los hechos con su naturalista escenificación. Se dice que uno de los grandes valores de 'Patagonia' es el ser un objeto creativo con capacidad para sintonizar con el sentir de una comunidad, lo que teatralmente significa que tiene capacidad para penetrar en el ánimo del espectador invitándole a la reflexión. Será por eso que 'Patagonia' avanza con paso firme y se presenta asiduamente en muchos escenarios propagando un sentido de pertenencia que enaltece algo tan actual como el 'hecho nacional'. Sin duda es un hecho a tener en cuenta aunque sea absolutamente irrelevante si lo que se pretende (al menos así es en este momento) es juzgar la obra en su propia materialidad. Aflora entonces la fatigosa armadura del libreto y el acompañamiento de una música de perfil bajo, escrita hábilmente para que se entienda lo que se dice y lo que se oye, que reduce sus parámetros a lo obvio, fundamentalmente en la línea vocal, y que, por tanto, asume una simplicidad que si el espectador no tiene desemboca en el fracaso de su lectura, en el agotamiento. 'Patagonia' es la cuarta ópera de Sebastián Errázuriz , un músico versado en aventuras diversas, con cercanía a la fusión entendida desde una perspectiva estrictamente comunicativa. En 'Patagonia' la claridad del objetivo se asocia a una trivialidad que termina por hacerse pesante.