Aunque en los últimos miles de años nuestras sociedades han cambiado de manera radical, en términos evolutivos, poco hemos variado. Seguimos siendo seres emocionales, necesitados de propósito y sentido. Pero, ¿qué es realmente la felicidad? ¿Es un estado permanente o solo momentos fugaces de placer? Sobre esta cuestión ha profundizado recientemente el doctor Manuel Sans Segarra, un renombrado médico español, antiguo jefe de Cirugía Digestiva del Hospital Universitario de Bellvitge. En una de sus más recientes conferencias, el doctor ha abordado las claves para alcanzar un estado pleno. El doctor Sans Segarra sostiene que la libertad y la auténtica felicidad solo son posibles cuando se alcanza un dominio pleno de la supraconciencia. Esta supraconciencia, según explica, es un estado en el que el individuo trasciende las ataduras del ego, ese yo superficial y reactivo que nos mantiene atrapados en una espiral de deseos inmediatos y placeres efímeros. Mientras una persona esté dominada por su ego, argumenta, podrá experimentar momentos puntuales de placer, pero jamás alcanzará la verdadera felicidad. El experto sostiene que esta distinción entre placer y felicidad está sobre todo marcada por las reacciones químicas de nuestro cuerpo. El placer, asociado a la dopamina, ofrece una recompensa rápida e intensa, pero de corta duración. Es el chispazo que sentimos al comer un dulce, recibir un 'like' en redes sociales o hacer una compra impulsiva. En cambio, la felicidad se relaciona con la serotonina, una sustancia que genera una sensación más estable y duradera de bienestar, ligada a aspectos profundos como la conexión social, la gratitud y la serenidad interior. Para Sans Segarra, la clave de todo radica en el carácter, un concepto que Aristóteles ya definió hace más de dos milenios. El filósofo griego sostenía que el pensamiento condiciona la acción, la acción determina el comportamiento, el comportamiento repetido crea hábitos y, finalmente, los hábitos estructuran el carácter. Es este carácter, esculpido por nuestros pensamientos y acciones cotidianas, el que, en última instancia, marca nuestro destino. De este modo, para Aristóteles, el carácter no es un elemento fijo ni innato, sino que se moldea constantemente a través de nuestras experiencias y decisiones. Sin embargo, Sans Segarra advierte de que la sociedad moderna a menudo inculca un carácter que no favorece la libertad personal. Desde la infancia, se nos enseña a encajar en moldes preestablecidos, a seguir patrones de pensamiento y comportamiento que pueden alejarnos de nuestra verdadera esencia. Así, alcanzar la felicidad plena implica un trabajo consciente para desaprender lo que nos limita y redescubrir quiénes somos realmente. Este proceso, sugiere el doctor, pasa por cuestionar nuestros propios pensamientos, identificar los hábitos que nos perjudican y reemplazarlos por otros más constructivos.