Capilla de las Mínimas: la adoración de Jesús 24/7

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"En mi caso, la adoración es una necesidad, tengo un turno en la madrugada y no voy a negar que a veces me cuesta, pero es algo que cuando por la razón que sea no puedo ir, lo echo de menos". "Es un momento de paz y encuentro con Aquel que te está esperando. No siempre se llega con la misma disposición y actitud, pero siempre te encuentras con su amor y paciencia. En el silencio del templo y de mi interior puedo abandonarme en su presencia". "Es una fuente de amor, de paz, de vida, de alegría, de esperanza y fortaleza"... son testimonios de tres personas que tienen en común ser partícipes de la adoración perpetua a Jesús Sacramentado en la capilla del convento de la Purísima Concepción, sede de las Mínimas, junto a la iglesia de San Marcos.[Estamos también en WhatsApp, en Telegram y en Bluesky. Síguenos] Hace diez años que se instauró la adoración perpetua, después de que desde 2011 se estuviera tanteando el terreno, con experiencias previas como la la instauración de la adoración las 24 horas de los jueves. Fueron los primeros pasos antes de comprobar que, en efecto, había base entre la feligresía para ir a un planteamiento perpetuo, como lo hay en otras ciudades, caso de Sevilla o Málaga, sin ir más lejos. Son decenas las personas organizadas para cubrir dicha adoración, ya que la idea es que Jesús esté siempre acompañado, a todas horas, incluida la madrugada, da igual que sea martes o festivo, las cuatro de la tarde o de la mañana. Si se tiene en cuenta que las monjas realizan actividad en la capilla tres horas diarias –de seis a ocho y media con sus propias oraciones, y de ocho y media a nueve con la misa que se celebra y que está abierta al público– queda por delante el reto de cubrir 21 horas diarias. Todos los días. Esté helando, haga un calor tropical o diluvie.Una persona reza durante la adoración perpetua a Jesús Sacramentado en la capilla del convento de las Mínimas. MANU GARCÍADe una cuenta rápida sale la necesidad de contar con el compromiso semanal mínimo de 147 personas que dediquen una hora al acompañamiento de Jesús, lo que hace necesario contar también con un número importante de 'suplentes', gente que está dispuesta a cubrir las dos, cuatro, seis horas que, inevitablemente, quedan vacantes todas las semanas, lo que eleva a más de doscientas las personas que, de un modo u otro, colaboran. Cada día cuenta con un coordinador, que es el que se encarga de todas las vicisitudes que se puedan ir planteando, caso por ejemplo de cubrir bajas anunciadas. Durante el día puede entrar en la capilla cualquier persona que quiera orar, no se trata de que los participantes en la adoración estén en exclusiva, se trata solo de que estén, de que siempre haya alguien acompañando a Jesús. Eso sí, por la noche se cierra para evitar algún susto –que los ha habído– y se turnan dando el relevo, de hecho, ellos mismos lo llaman así, los participantes que van entrando y saliendo a las horas enteras. Este año, además, se da la circunstancia de las las Mínimas celebran los 500 años de su llegada a Jerez...   El rezo de cuatro a cinco de la mañana: un relatoPara conocer de primera mano la experiencia contactamos con J.M.D., que además es de los participantes en la adoración perpetua, digamos, en 'horario duro', un día laborable con compromiso de asistir de cuatro a cinco de la mañana. Quedamos diez minutos antes en Cristina y vamos del tirón para San Marcos. Hace mucho frío, es una madrugada realmente gélida. Lo cierto es que entramos en la capilla a las 3:58 minutos de la mañana y damos el relevo a un chico joven –o al menos, medio dormido, eso le pareció a este cronista– que se va tan contento. La capilla es un recinto pequeño, claro, pero no tanto, caben perfectamente sesenta o setenta personas. J.M.D. va inmediatamente hacia los bancos delanteros del lado derecho, se santigua, se arrodilla y del tirón –entiendo– se pone a rezar en silencio. Enfrente, al fondo del altar, tiene –tenemos–, un Cristo (Jesús Sacramentado), una Virgen (su advocación es la Purísima Concepción) y un San Juan. Personalmente, decido quedarme dos o tres bancos por detrás de J.M.D. y en el lado izquierdo de la capilla, prefiero no sentarme a su lado y me da la sensación de que él también lo prefiere. Pienso, medio en broma, medio en serio, que cualquiera que entrara en ese momento en la capilla, bien por la puerta por la que accede el público y hemos entrado nosotros, bien desde la que da acceso a la zona en la que viven las monjas, en un lateral del altar, se haría la siguiente composición: no sabía que J.M.D. tuviera guardaespaldas.Varias personas orando en la capilla por la tarde.   MANU GARCÍAPasan unos minutos y J.M.D., ya sentado, sigue con sus oraciones, digamos, directas (luego se explicará el porqué) y este cronista mira el reloj: las cuatro y cinco. Si es que no podía ser otra hora, claro. Esto se va a hacer largo, pienso, y luego recuerdo que se me pasó por la mente algo así como "no deberíamos haber entrado dos minutos antes, que se hubiera quedado esos dos minutos el chico que estaba antes", majete que es uno. No sé por qué, se me pasa por la cabeza esa canción que se llama 'La noche en vela', me ocurre a veces lo de pensar canciones y, en este caso, me entretiene. En ese momento J.M.D., que ya saben que le tengo como tres metros delante y "a mis dos", como dicen los pilotos, saca su móvil y empieza a bisbisear mientras lo mira, por lo que entiendo que sigue rezando, ahora leyendo algo en la pantalla. Dejo que pasen otros dos o tres minutos y le pregunto, de sopetón, "¿Estás rezando?"... la verdad es que no se me ocurría una manera mejor ni más clara para preguntarle a alguien que creo que estaba rezando si, en efecto, estaba rezando, y JMD me responde que sí, que está leyendo una serie de oraciones que lleva en el móvil.Hemos llegado a los cinco últimos minutos... o eso pensamos. Es el momento de hablar un poco y le pregunto a J.M.D. qué tal ha ido, qué ha sentido esta madrugada. "Bien, bien, todo normal, una noche normal. Quería rezar tranquilo y hablar unas cosas y lo he hecho", me dice, para luego recalcar que como él reza todos los días tampoco se suele dejar nada, digamos, especial para la vigilia. Son las cinco y dos minutos cuando se oye una moto. "Ya está aquí, ya pensaba que nos tocaba quedarnos otra hora", bromea J.M.D., al comprobar que pasan de las cinco. Un minuto después tocan a la puerta. "Buenas noches", "buenas noches", respondemos a la vez. Le pasamos el relevo a un tipo cercano a los cincuenta, con chaquetón de motero y casco en la mano, que cierra rápidamente la puerta de la capilla. Salimos a la fría madrugada jerezana y cogemos por un callejón por el que hacía años que yo no pasaba, la calle Horno, en dirección a la plaza del Clavo, mientras hablamos si "aquí estaba el ABC", "no, no era este local, creo que era el siguiente"... las conversaciones de las cinco de la mañana justo antes de emprender cada uno el camino de su casa.El Santísimo iluminando el altar.   MANU GARCÍALa adoración perpetua es una cuestión de fe, así lo ven toda la gente que participa. No hay más... ni menos, que nadie piense en consecución de retos, correr maratones, escalar montañas o cosas así, en cuestiones personales de superación, algo tan en boga. Sencillamente es gente que siente una llamada y quiere cumplir un compromiso, sin más.Allá van otros testimonios de más participantes, todos en una línea muy similar. J.J.A. estudió una ingenería industrial y es un divorciado de 56 años que comenzó la adoración al principio "después de un viaje a un santuario mariano en el que sentí que tenía que hacer algo más para alimentar mi alma, ya que mi cuerpo estaba suficientemente alimentado, quizá en exceso", termina bromeando. "En mi caso, la adoración es una necesidad, tengo un turno en la madrugada y no voy a negar que a veces me cuesta, pero es algo que cuando por la razón que sea no puedo ir, lo echo de menos", afirma. JJA piensa que "sin en realidad nos creyéramos que Jesucristo está en el sagrario, estos deberían estar llenos, pero en realidad tenemos muy poquita fe, empezando por mí. El gran regalo es que Dios nos conoce y nos quiere como somos, aunque le gustaría que le hiciéramos más caso", afirma.Paz y tranquilidad en la capilla, con el altar al fondo.  MANU GARCÍA J.G., un jerezano también de 56 años, destaca el hecho de que Jerez tenga una adoración perpetua. Dice que fue un sacerdote amigo el que le introdujo en la Adoración Eucarística. "El Señor está presente en cada sagrario, aunque no siempre resulte accesible. Aquí sabemos que durante todo el día hay alguien adorando a Jesús Sacramentado y pidiendo por la santificación de nuestros sacerdotes que pueden, desde la fe, sentirse acompañados y amados". JG afirma que el turno de adoración se convierte en "un momento de paz y encuentro con Aquel que te está esperando. No siempre se llega con la misma disposición y actitud, pero siempre te encuentras con su amor y paciencia. En el silencio del templo y de mi interior puedo abandonarme en su presencia, escucharle, presentarle mis inquietudes o simplemente sentirme acompañado por Él... El compromiso de cubrir un turno de adoración te permite reservar un tiempo para encontrarte en presencia de Cristo, adorarle, escucharle, agradecerle y pedirle. No es una carga, es un regalo, una invitación muy especial de Dios, que quiere que pase un rato a solas con Él", concluye.I.J., una señora jubilada nacida en Prado del Rey, aunque residente desde hace 52 años en Jerez, es participante de la adoración perpetua desde su mismo comienzo. "Desde muy joven he sentido la llamada de Dios a adorar a Jesús Sacramentado, estar largos ratos en Él, en el sagrario... Soñaba con una capilla de adoración perpetua donde poder adorarlo y el Señor nos la ha ragalado en Jerez. Recomiendo la adoración al Santísmo a todos, es una fuente de amor, de paz, de vida, de alegría, de esperanza y fortaleza... Él es mi vida, mi salvador, mi Señor. Me quedé viuda con 44 años y el mundo se me vino encima, pero Jesús me ha salvado de una vida sin sentido y vacía y me sigue salvando, porque Él esta vivo en la Eucaristía y en el sagrario", dice.Pues eso es: 24 horas, siete días a la semana los 365 días del año. Capilla de las Mínimas, en Jerez. Una cuestión de fe. Tan simple, tan complejo.