El Ballet Flamenco de Andalucía de Patricia Guerrero y las luces y sombras de su 'Pineda'

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Ha alzado el vuelo la vigesimonovena entrega del Festival de Jerez con la primera dirección de Patricia Guerrero al frente del Ballet Flamenco de Andalucía. Y sí, otra vez Lorca. Pineda. Romance popular en tres estampas es la enésima aproximación al drama lorquiano desde el mundo de la danza-teatro-flamenca.Desde aquel Romancero gitano de José Carlos Plaza y Cristina Hoyos en 2006, el BFA (y no solo el BFA) no ha parado una y otra vez de recurrir al poeta, a menudo con pésimo gusto y/o poca o nula capacidad de sorpresa. Esta vez, como ya echara mano hace unos años Sara Baras, es la tragedia de la heroína liberal, a partir del libreto que el de Fuentevaqueros escribió hace ahora un siglo, contando con apenas veinte años de edad, la que ha sido adaptada a escena por el dramaturgo jiennense Alberto Conejero. No estaba Margarita Xirgu, pero sí Patricia Guerrero.Una producción bien engrasada y rodada, que me parece muy correcta desde las luces (del reconocido Gómez-Cornejo) hasta la maquinaria perfecta del cuerpo de baile, que me parece que ha elevado de nuevo el nivel del BFA, pero que no me pellizca, ni remueve en ningún momento. Merece mención la creación musical liderada por Dani de Morón (y Agustín Diassera), que aporta algo de riesgo e innovación, navegando y buceando en los límites de lo flamenco y, apoyado en el Soniké Ensemble, en el score cinematográfico. Y el pasaje final, con esa bailaora-Pineda entre un ejército de sombras, brillando la contención en la tragedia final, la sugestión antes que lo explícito. Pero ni el rutilante destello de luz de Patricia Guerrero, una bailaora frágil y poderosa a la vez, como aquella catedral que sus brazos y piernas levantasen cuando despegaba hacia el nuevo firmamento de la danza española contemporánea, consigue atraparme. Su paso a dos con Eduardo Leal (Pedro de Sotomayor, el capitán liberal) desprende química y la complicidad de los que llevan mucho trabajando juntos, pero las buenas vibraciones acaban en el encorsetamiento de la puesta en escena. Luces y sombras en una escenografía de muros repletos de luz entre las grietas y un reverdecer que no llega.El trabajo parte de las voces alineadas entre claveles de ese coro femenino de la asociación cultural Cruz de Mayo del Albaicín, barrio nazarí en el que la propia Guerrero se crio. Ellas parecen mostrar un sentido de raíz y autenticidad de la propuesta y del propio texto del poeta, el romance sobre el que edificó su Mariana Pineda: Oh, qué día tan triste en Granada / que a las piedras hacía llorar / al ver que Marianita se muere / en cadalso por no declarar. Un sentido de cómo la leyenda se ha hecho más y más grande e inmortal hasta nuestros días.Patricia Guerrero, en el centro, junto a Eduardo Leal, gran protagonista de la noche.   MANU GARCÍAEl coro femenino del Albaicín con el que arranca la producción.    MANU GARCÍAA partir de su letanía, una sucesión de piezas coreográficas simbolizan la carga simbólica del mito, la persecución de los ideales, la ignomia del totalitarismo, pero también el lado más humano y visceral de la mujer que acabaría ajusticiada por convertirse en abanderada de las palabras libertad, igualdad y ley.Tres conceptos, tres términos que siguen siendo imprescindibles preservar, que los bailarines-bailaoras repiten a menudo, frente al alcalde del crimen de la Chancillería de Granada, representado por seguiriyas de Alfonso Losa, un bailaor implacable, capaz de fusilar o ejecutar a garrote con la mirada, en sus apariciones en una escena con un punto Tanztheater Wuppertal Pina Bausch. Seguir confiando en la capacidad y exquisitez de Patricia Guerrero será lo mejor para la compañía pública, siempre atravesada por vaivenes, penurias, desaciertos y maniobras orquestales en la oscuridad. Una cantera de promesas y una trituradora de talento. Una institución que ha vivido momentos ominosos —la dimisión de Rafael Estévez o el cese de Rafaela Carrasco en la última década, sin ir más lejos— y que naufragó a tales profundidades que recuperar los niveles de calidad y brillo, si las autoridades lo permitían mínimamente, no iba a ser demasiado difícil. Distinto es repensar el modelo o si una compañía pública de danza flamenca debe centrarse exclusivamente en mover grandes formatos y prefabricar producciones sin riesgo creativo y siempre enfocadas al gusto del gran público. FOTOGALERÍA de MANU GARCÍA, AQUÍFicha artística29 Festival de Jerez. Teatro Villamarta. 21 de febrero. Casi lleno. Dirección artística y coreografía: Patricia Guerrero. Dramaturgia: Alberto Conejero. Dirección musical: Agustín Diassera y Dani de Morón. Composición musical: Agustín Diassera, Dani de Morón y Sergio El Colorao. Arreglos musicales trío clásico: Manuel Busto. Letras: Federico García Lorca (de su obra 'Mariana Pineda. Romance popular en tres estampas'. 1925). Adaptación de letras: Alberto Conejero. Adaptación musical de las letras: Sergio El Colorao. Coreografía escena 'La batalla del Albaicín. La Venidera (Albert Hernández e Irene Tena). Otras coreografías: Eduardo Leal y Alfonso Losa. Artista invitado: Alfonso Losa. Repetidor: Eduardo Leal. Baile: Agustín Barajas, Álvaro Aguilera, Ángel Fariña, Araceli Muñoz, Blanca Lorente, Claudia “La Debla”, Cristina Soler, David Vargas, Hugo Aguilar, Jasiel Nahin, Lucía “La Bronce”, María Carrasco y Sofía Suárez. Cante: Amparo Lagares, Manuel de Gines y Sergio El Colorao. Guitarra: Jesús Rodríguez, José Luis Medina y Dani de Morón. Percusión: David Chupete y Agustín Diassera. Trío clásico Soniké Ensemble: Isabel Junquera (clarinete y clarinete bajo), Gustavo Abela (violín), Rosa García (violonchelo). Diseño de vestuario: Pablo Árbol. Diseño de iluminación: Juan Gómez Cornejo (AAI). Diseño de escenografía: Bengoa Vázquez y Laura Ordás (AAPEE). Diseño de espacio sonoro: Rafael Pipió (Bésame Music Producciones).