Puede ser que los titulares de la prensa internacional de los últimos días se hayan concentrado en el nuevo 'desorden' global atribuible a Donald Trump y las inquietudes que ello trae, pero sería ingenuo pensar que las turbulencias suceden solamente en materia geopolítica. Y es que también en el campo económico el panorama comienza a oscurecerse.Basta señalar que la semana pasada fue la peor en los dos últimos meses para las acciones que se transan en Wall Street. El motivo no es otro que las crecientes preocupaciones de los inversionistas sobre el futuro de los Estados Unidos, algo que se acentuó debido a una caída notoria en el ánimo de los consumidores, de acuerdo con una encuesta que realiza periódicamente la Universidad de Michigan.Para ponerlo en una frase, el ciudadano promedio está inquieto por el rumbo de la economía y, en particular, por la marcha tanto de la inflación como del desempleo. La expectativa es que ambos indicadores suban en el mediano y largo plazo, lo cual afecta el apetito a la hora de comprar distintos tipos de bienes, comenzando por la vivienda.A su vez, en la comunidad de negocios estadounidense los malos reportes se acumulan. Los industriales sostienen que el costo de sus insumos ha subido, al igual que el valor de la mano de obra. En el campo de los servicios un sondeo reveló que la actividad en enero se contrajo por primera vez en los últimos dos años.Si hasta hace poco se creía que el desmonte de regulaciones daría lugar a un nuevo auge empresarial, ahora el entusiasmo se ha atemperado. Los frentes que ha abierto la administración republicana son tantos -dentro y fuera de las fronteras- que la cautela a la hora de gastar se impone.Mientras tanto, el precio del oro -refugio preferido en épocas de incertidumbre- sigue hacia arriba. La onza del metal amarillo volvió a romper otro récord el jueves al superar los 2.954 dólares, un 45 por ciento más que un año atrás y 8 por ciento por encima del nivel que tenía cuando se produjo el cambio de inquilino en la Casa Blanca el 20 de enero.Economía mundialiStockLuces de alertaTales señales dejan en claro que hay un mayor escepticismo en los mercados con respecto a los planes de Washington. Buena parte de los cuestionamientos se centran en que las presiones inflacionarias vienen al alza, por cuenta de los castigos impuestos a China -cuyas exportaciones al país del Norte ya pagan una carga adicional del 10 por ciento- y del recalentamiento del aparato productivo interno.Debido a ello, el Banco de la Reserva Federal ha optado por seguir la línea de la prudencia. Eso quiere decir que no se anticipan recortes en la tasa de interés que, en el mejor de los casos, se mantendría inalterada en los meses que vienen.El propósito es mantener la rienda corta con el objetivo de que las presiones inflacionarias puedan contenerse. Para los usuarios del crédito, la esperanza de una rebaja pronta en lo que pagan por un préstamo ha quedado pospuesta de manera indefinida.Como si eso fuera poco, las amenazas están a la orden del día. México y Canadá están en una especie de matrícula condicional hasta comienzos de marzo, para no ser sujetos a un gravamen del 25 por ciento en las ventas que le hacen a Estados Unidos. Una prórroga adicional depende de cómo se califique su colaboración en la lucha contra el tráfico de drogas y la inmigración ilegal, a partir de criterios difusos.En otros frentes, Trump dijo el martes que está considerando imponer en abril una tarifa a las adquisiciones de vehículos, semiconductores y medicamentos que se fabrican en el extranjero. “Será del 25 por ciento y más alta e irá sustancialmente más arriba en el curso del año”, sostuvo. Y ya el 4 del mes que viene se aplicará algo de ese estilo en el segmento del acero y el aluminio.La lista no termina ahí. También el Presidente estadounidense ha adoptado el concepto de reciprocidad para decir que si una nación le cobra una tasa más alta a un bien “Made in USA”, responderá adoptando un nivel similar. Además, que en las cuentas se deben incluir impuestos como el IVA que en su concepto llevan a un desequilibrio adicional.Todo lo anterior viene de alguien que sostiene que la palabra 'arancel' es la más bella del diccionario. Definido por la Real Academia como el tributo “determinante de los derechos que se han de pagar en varios servicios como (…) aduanas”, es la principal arma para imponer la visión Trumpista que rompe con los principios del libre comercio que su propio partido tradicionalmente apoyó.No está de más recordar que el esquema todavía vigente fue adoptado en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial y tuvo como una de sus anclas la cláusula de “nación más favorecida”. La idea era allanar la cancha y evitar tratos discriminatorios de un país a otro. Aunque la realidad acabaría siendo más compleja, la verdad es que los niveles de intercambio se dispararon y el mundo alcanzó su punto más alto de prosperidad, con casos de progreso notable especialmente en Asia.Dentro de los argumentos esgrimidos desde entonces es que una serie de medidas proteccionistas adoptadas en los años treinta del siglo pasado tuvieron mucho que ver con la Gran Depresión que golpeó a una generación entera y se caracterizó por un desplome de la producción y el empleo. Ignorar las lecciones de la historia sería un error garrafal, así en Washington se esté tratando de reescribirla. Desde que el mundo es mundo, uno de los muchos dolores de cabeza que traen las guerras -incluyendo las comerciales- es que se sabe cómo comienzan, pero no cómo terminan.Economía mundialiStockSumas y restasNadie puede predecir a ciencia cierta hasta dónde llegará Donald Trump con sus bravuconadas y decisiones. Los más calmados sostienen que todo se reduce a una estrategia de negociación que consiste en elevar mucho la apuesta para ganar un poco. Otros se inclinan por señalar que ya se dieron pasos difíciles de revertir que son el preámbulo de cambios fundamentales.Sea como sea, las luces que alumbran el mapa de riesgos titilan mucho más ahora. Las razones no solo son las medidas unilaterales sino las respuestas del mismo tenor, por parte de quien decida enfrentársele al Tío Sam. Europa, para citar un ejemplo, puede tener muchas debilidades, pero no se quedará quieta si el que consideraba su gran aliado al otro lado del Atlántico se convierte en un azote.Dentro de esa perspectiva, todos los países están obligados a tener la guardia arriba porque la probabilidad de un exabrupto es mayor. El caso de Colombia -que aplica un arancel del 70 por ciento al café importado- es utilizado por la revista The Economist en su edición de esta semana para destacar eventuales abusos.Según el semanario, Washington podría ponerle un gravamen de ese nivel al grano con el argumento de proteger su producción -que es irrisoria- ubicada en las montañas de Hawái. En la misma línea, sería capaz de decir que mientras lo que pagan los bienes estadounidenses aquí por entrar es un promedio del 5,2 por ciento, los colombianos allá cancelan solo 0,3 por ciento, por lo cual habría que equilibrar las cargas.Sin embargo, la disparidad es explícita a raíz de los diferentes niveles de desarrollo. Así lo reconoce el Tratado de Libre Comercio entre las dos naciones que entró en vigor en mayo de 2012. De ahí que sea tan desafortunado lo dicho por Gustavo Petro el jueves cuando afirmó que si Trump decidía acabar con el pacto bilateral “yo lo aplaudo”.Nada garantiza que lo que se trae del norte pueda ser sustituido internamente y menos al mismo costo, sobre todo si no hay esfuerzos para mejorar en productividad. Pero lo que sí es seguro es que perderíamos ventajas competitivas que serían aprovechadas por otros para desplazarnos.Agitar el trapo rojo y provocar al 'míster' sirve para recibir aplausos en la plaza pública. El problema es cuando el toro embiste y las consecuencias no las paga el que lleva el capote sino la gente, por cuenta de mayores precios y un clima económico hostil.Colombia y Estados Unidos.iStockDel qué, al cómoEse es el motivo por el cual la mejor manera de lidiar con el gobierno actual de Estados Unidos es conservando la cabeza fría. Ni siquiera China, que hasta la fecha es el gran afectado por las determinaciones ya adoptadas, se ha ido por el camino de la estridencia.Aparte de no caer en provocaciones, las circunstancias obligan a entender que hay que trazar un nuevo mapamundi. Este obliga a desarrollar otras rutas y contactos, lo cual exige persistencia y objetivos de largo plazo.Porque en contra de lo que se pueda creer, el comercio internacional no se va a acabar así las potencias se enfrenten. De acuerdo con cálculos de las Naciones Unidas, el intercambio de bienes y servicios ascendió a 34 billones de dólares en 2024, un nuevo máximo histórico.No obstante, el daño más grande es el de la confianza, que es la base de todas las relaciones constructivas. En un planeta multipolar y fragmentado, el mensaje de fondo es que no queda de otra que acelerar la diversificación porque el Tío Sam se volvió antipático, pues decidió mirar hacia adentro y construir muros, no solo físicos sino arancelarios y virtuales.Ello explica que la Unión Europea haya celebrado la firma de un Tratado de Libre Comercio con Mercosur, tras años de negociaciones. Para el Viejo Continente, buscar otros destinos para sus productos resulta crucial, como fortalecer vínculos con otros proveedores.China, a su vez, seguirá con su diplomacia comercial, acompañada de su capacidad de realizar obras de infraestructura clave. Obras como la del metro de Bogotá o la del puerto de Chancay en Perú -que incluyen un importante paquete de fondos- así lo confirman.India tampoco se queda atrás y cada vez hace más presencia en la escena global. Otros actores, como Indonesia, Turquía o África del Sur tampoco se pueden desconocer, aparte de lo que pasa en el mundo árabe.Por su parte América Latina sigue en mora de que la integración pase de los discursos que se escuchan en las cumbres presidenciales -ahora más escasas- a la realidad. Con un comercio intrarregional que apenas equivale al 12 por ciento del total, el camino por recorrer es largo.A su favor, esta parte del globo cuenta con recursos naturales incomparables, tanto en minería como en tierra cultivable. Si juega bien sus cartas, podría salir adelante ahora que las placas tectónicas de las relaciones internacionales se mueven más rápido. Pero requiere estar alerta en un mundo en el cual se anticipan terremotos en múltiples frentes.RICARDO ÁVILA PINTOEspecial para EL TIEMPOEn X: @ravilapinto