Testimonios de la violencia vicaria: "Mi hija me ha repudiado"

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Esta es la historia del desgarro y del rechazo, "mi hija decidió no verme más" la historia de la vergüenza a ser juzgada por la sociedad, "si se ha ido con su padre, así será la madre" y la historia de la incertidumbre y el miedo, "no quiero que pongas más datos, no vaya a ser que lo identifique, se enfade y tenga problemas con el niño. Ahora está tranquilo".Esta es la historia de Fátima, Laura (ambas bajo pseudónimo) e Inmaculada, víctimas de violencia de género y, en última instancia, de violencia vicaria. Un término que ha terminado arraigándose en la sociedad después de casos tan espeluznantes como el asesinato de los niños de Córdoba o de las pequeñas de Tenerife y que viene a describir un tipo de violencia de género que utiliza a los hijos para hacer daño a la madre. "La expresión más cruel de la violencia de género", tal como la denominan desde el Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid."Conociéndolo como lo conozco, se hubiese vuelto loco al saber que otro hombre pudiese estar con su hijo"Integrada en la ley contra violencia de género en 2021, ya parece asentada en el imaginario colectivo gracias a los medios de comunicación, pero es un tipo de violencia que, si no termina con un final trágico como los antes mencionados, "no deja huella, es muy sutil". Es Fátima la que habla. Lleva casi 8 años sin ver a su hija por decisión de ésta, "bajo el control del padre", añade ella. "Ya es adulta y no puedo hacer nada, más que esperar que un día vuelva".Con tono pausado y de resignación, Fátima explica que "no me daba cuenta, que no sabía que esto podía pasarme a mí". Todo empezó antes del divorcio. "Nunca hubo maltrato, pero sí un desprecio absoluto hacia mi persona y delante de mi hija. Yo era la más torpe, yo no sabía hacer nada, me dejaba en ridículo delante de todos y mi hija iba construyendo esa imagen de mí a partir de lo que decía su padre"."Yo no era capaz de verlo, mis padres sí y me advirtieron, así que poco a poco, me fui desenamorando de él hasta que le pedí el divorcio". Ellas, que vivían en Rota, se quedaron en la casa familiar y él, volvió a su localidad natal, Jerez. "Como tenía clientes aquí en Rota, él venía todos los días e incluso recogía a la niña del colegio y venía a casa, le ayudaba a hacer los deberes. Le dejé unas llaves para que viniese siempre que quisiese y le diésemos normalidad a esta nueva situación”. Pero él empezó a hacer “cosas raras en la casa, se metía en mi cuarto a hacer llamadas y le dije que no viniera más".Fue entonces cuando "vi comportamientos extraños en mi hija, un vocabulario demasiado adulto para ella, cambios de humor, pero lo achaqué todo a la adolescencia". Empezaba ahí el proceso de alienación parental que duró unos cinco años hasta que a los 14, Natalia (nombre ficticio) decidió irse con su padre. "Volví a tener pareja cuatro años después del divorcio y ya no quiso vivir más conmigo", explica apesadumbrada.El 90% de las víctimas de asesinatos machistas no había denunciado previamenteLaura, también de Rota, cree que eso es lo que la ha salvado. "Yo sí tuve que separarme por maltrato psicológico y verbal. Incluso un día llegó a las manos. A él, le podían los celos". Laura y su ex pareja, italiano y residente en Italia, tuvieron un hijo que desde el principio crio ella sola. Luego, él ya quiso verlo y tener contacto con el pequeño, así que hablan por videollamada y el niño acude en vacaciones a Italia. "Estoy segura de que no he tenido problemas con el niño porque no he vuelto a tener pareja. Conociéndolo como lo conozco, se hubiese vuelto loco al saber que otro hombre pudiese estar con su hijo".No pasaba eso en el caso de Fátima. Su ex marido sí tenía pareja, cosa que a su hija no pareció afectarle. Así que desde los 14 a los 18 años, Fátima acudía a Jerez a ver a Natalia siempre que ella quisiera. "Cada vez los encuentros eran más esporádicos. Cuando cumplió 18 años me dijo que ya no quería verme más, ni a mí ni a su abuela, y que estos años había estado aguantando hasta tener la mayoría de edad"."Era todo tan sutil y sibilino que no te dabas cuenta. Él iba minando mi reputación delante de ella, dificultando las entregas de la niña y yo no quise denunciar para evitarle daños a mi hija. He querido ahorrarle sufrimiento y he consentido ese comportamiento del padre. Ahora creo que me he equivocado”, reconoce. Para Fátima, “esto es el daño más grande que le puede hacer un padre a su hijo. A mí me ha arruinado la vida, pero la niña, hoy ya una mujer, es otra víctima más, le ha hecho un lavado de cerebro".De hecho, Natalia ha perdido el contacto con sus primos, sus tíos, sus familiares y hasta con sus amigas de la infancia en Rota. "Durante la pandemia, empezó a hablar con mi madre por teléfono hasta que un día ya dejó de cogérselo y nunca más le devolvió las llamadas". Así que, al dolor propio añade el de su madre. "Lo más duro es que se ha apartado también de su abuela". Con ella y metidas en un coche, han ido estos años a Jerez a la casa del padre a verla de manera furtiva. "Nos plantábamos allí sin saber si ella podría salir de casa del padre o no, si estaba o no. Un día nos vio y salió corriendo. No tiene control de su vida, está abducida por el padre".[articles:329245]Fátima empezó a buscar ayuda psicológica que le dijera qué estaba pasando. "Alienación parental, me dijeron. Violencia vicaria, ¿no?", aún se pregunta en alto. Sí encontró respuestas en Marea Violeta Jerez donde le explicaron que eso es una forma de violencia de género. "La más cruel porque el amor se puede acabar, pero ¿utilizar a nuestra hija para hacerme daño?".A Marea Violeta también fue desesperada Inmaculada. Ella sí quiere dar su nombre, sí quiere hacer público su calvario que empezó casi cuando lo conoció. "Estaba locamente enamorada de él, pero desde el principio hubo episodios de violencia: jalones, zamarreos, me cogió del cuello". La agresión que la hace reaccionar tuvo lugar en la boda de un primo de él. "Estaba embarazada de cinco meses y medio y estaba cansada, quería irme a casa. Eso a él le sentó muy mal y, a empujones, me metió en el coche y siguió agrediéndome". En cuanto, pudo se bajó del vehículo y salió corriendo, y él tras ella. "Dos mujeres nos vieron y me dijeron que iban a llamar a la policía, pero les dije que no. Qué tonta fui”. Llegó a su casa y se encerró en su cuarto. Al día siguiente, “me pidió perdón, aunque me dijo que la culpa había sido mía".A partir de aquel día "me di cuenta de que era una relación tóxica y me fui a casa de mi madre. Le pregunté si se iba a hacer cargo del niño, pero me dijo que no sabía". No lo conoció hasta un mes y dos semanas después de su nacimiento. "Dimos un paseo y luego fuimos a una cafetería. Empezó a verlo los fines de semana y me convenció para volver. Duramos un mes, yo no podía aguantar esas faltas de respeto", rememora.Y aunque habían pasado meses de la agresión de la noche de la boda, Inmaculada acudió a comisaría a denunciar. "Me tuvieron dos horas allí y tuve que declarar dos veces. ¿Quién va a poner denuncias falsas con lo que hay pasar?", reflexiona. Todo quedó en nada. "Él me llamó llorando pidiéndome que la retirara y, yo que seguía enamorada, lo hice", cuando todavía antes podía retirarse una denuncia.Juana Rivas, símbolo de violencia vicaria.  ÁLEX CÁMARAPasaron los años y empezó un rosario de denuncias de una y otra parte. Y ahí va Inmaculada cargada siempre con una carpeta llena de resoluciones judiciales, informes psicológicos y denuncias de cada vez más actores. Coteja los papeles, los subraya, los muestra una y otra y hay fallos inapelables. Como la condena al padre del niño por el delito leve de vejaciones previsto en el artículo 173.4 o el informe pericial al que se ve sometida y que concluye que "el estudio de la peritada pone de manifiesto las aptas capacidades de la misma para ejercer la crianza del niño, tal y como está haciendo hasta el momento actual".Este informe psicológico llega a raíz de una denuncia de un tercer actor que entra en juego en esta pesadilla: la tía materna del niño, la hermana de Inmaculada que, además, llama como testigo, al padre del niño. Un juicio que se celebra y del que sale absuelta. Ella, ya ha lo denunciado en más ocasiones porque cuando se ha llevado al niño, le ha imposibilitado la comunicación.Y así, hasta que el pasado 5 de febrero fue a verlo al colegio, en Jerez, y se enteró que el padre lo había empadronado y escolarizado en otro centro en Sanlúcar. "¿Cómo pueden hacer esto sin consentimiento de los dos padres como exige la ley?", se pregunta. No ha sido la primera vez que lo intenta, ya ocurrió en diciembre del pasado año. "Entonces, pude pararlo porque me avisaron". Ahora, ha interpuesto una denuncia contra la Consejería de Educación. Su hijo está ahora con su padre, en otra localidad y en otro colegio. Y ella no ve salida a esta situación. "Yo sólo quiero estar con mi hijo, soy una buena madre, lo dicen hasta los psicólogos, mi hijo quiere estar con su madre", y saca del carpetón de papeles, los dibujos del pequeño donde representa a su familia: su madre, su mascota y él mismo."Sigo manteniendo el cuarto de Natalia, su cama, sus muñecos, sus cosas. Sé que no es bueno para mí"Buena madre, insisten todas. "He sido una buena madre porque he querido que mi hijo viera a su padre. No quiero que un día me reproche que lo he apartado de su vida, pero si hubiera advertido la mínima posibilidad de que le hiciera daño, no lo hubiera hecho", dice Laura que cree que, en su caso, la ventaja es que lo tuvo aquí. "Si todo esto me pasa en Italia, me veo como Juana Rivas". Ella está en boca de las tres, es el símbolo de la violencia vicaria, a la vez que Rocío Carrasco a la que también aluden, especialmente, en lo que tiene que ver con la consideración social de ser una buena madre."Yo siento muchísima vergüenza en el trabajo cuando hablan de sus hijos. Es que no sé ni dónde meterme, porque no quieres que te juzguen, no quieres escuchar eso de cómo será la madre para que el niño o niña esté con el padre", reconoce Fátima.Desde Marea Violeta Jerez alertan de la "indefensión" de estas mujeres "en este sistema de justicia patriarcal". "La violencia vicaria es terrible y cada caso que vemos es peor. El problema es que muchos jueces y juezas y los cuerpos de Fuerzas y Seguridad del Estado, no tienen formación en violencia de género y están juzgando estos casos desde una perspectiva patriarcal".Desde que se tienen datos en 2013 hasta este año pasado, 62 menores han sido asesinados a manos de sus padres o las parejas de sus madres, tal como recoge EFE. Pero a las estadísticas se les escapan muchos casos que no terminan con ese trágico final, aunque casi con las madres, muertas en vida. "Sigo manteniendo el cuarto de Natalia, su cama, sus muñecos, sus cosas. Sé que no es bueno para mí y que mi subconsciente me dice que volverá, pero lo cierto es que mi hija me ha repudiado y no se pueden imaginar lo que es esto"."Siento muchísima vergüenza en el trabajo cuando hablan de sus hijos"El número de mujeres asesinadas en 2024 en Andalucía por sus parejas o exparejas ha ascendido a 10, lo que supone seis menos que el año anterior cuando la cifra se elevó a 16. De esa decena de víctimas, el 90% no había denunciado al agresor. En el caso de España, los crímenes machistas han sido 48, diez menos que en 2023 y hubo denuncia previa en menos del 30% de los casos, según datos de la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad de la Junta de Andalucía y del Ministerio de Igualdad, respectivamente.En el 70% de los casos de mujeres asesinadas en Andalucía, existía una convivencia de la pareja en el momento del asesinato y no había denuncias previas en nueve de los 10 homicidios. Con respecto a la edad, ocho mujeres tenían entre 40 y 60 años, es decir, el 80% del total. Además, había una joven de 20 años y otra de 76 años.En cuanto a la nacionalidad de las víctimas, seis eran españolas y cuatro de otras nacionalidades. Nueve de las 10 mujeres tenían hijos e hijas y sus homicidios han dejado siete menores huérfanos. Asimismo, en el 40% de los casos el agresor se suicidó tras el asesinato, en otro 30% hubo tentativa de suicidio que concluyó con la detención del sospechoso y otro 30% fue arrestado. El 70% de los agresores eran españoles y el 30% era de origen extranjero, además el 50% tenía entre 50-60 años.Las víctimas de violencia de género pueden solicitar ayuda a través del teléfono 016 o del 900 200 999, del Instituto Andaluz de la Mujer, así como en la red de Centros Municipales de Información a la Mujer, el servicio de emergencias 112 y las fuerzas de seguridad y tribunales de justicia.