Edición original: Marvel Comics – diciembre 1995Edición España: Comics Forum – noviembre 1996Guión: Peter MilliganDibujo: Leonardo MancoEntintado: Leonardo MancoPortada: Steve LigthlePrecio: 250 pesetas (número único en grapa de treinta y dos páginas en blanco y negro) Prólogo: Cuando la anécdota es más interesante que la historia principal.La sangrienta evasión que Dientes de Sable llevó a cabo en el especial que lleva su nombre y comentado aquí tuvo varias consecuencias de las que, al más puro estilo claremontiano, se generaban tramas para seguir con el habitual tono dramático que correspondía a la escudería mutante. En este caso en particular, el señor Creed dejaba fuera de combate a Arcángel y a Mariposa Mental. Por esas casualidades inherentes al guión, Warren y Betsy eran pareja en esos momentos, de manera que uno y otra tendrían que arrostrar con su relación mientras asumían los oportunos que cambios que, con la excusa de sendos destripamientos, iban a tener que soportar. Todo elaborado con la pericia habitual del guionista principal de las colecciones patrulleras de aquellos días, Scott Lobdell. En el caso de Braddock, la salvación de su vida fue una excusa para que el escritor y el dibujante Joe Madureira -exponente del estilo amerimanga y responsable gráfico de la colección patrullera principal- llevaran a cabo una suerte de homenaje-cruce con el videojuego Samurai Shodown II, con la participación adicional de un Doctor Extraño que había vuelto más o menos a sus tradicionales fueros, después del breve y no muy exitoso intento de darle algo de vértigo al señor hechicero. En el caso de Worthington, el mismo equipo creativo esperó a que pasara la batalla contra Onslaught para cambiar las sanguinarias alas metálicas por las emplumadas con las que el personaje hizo su aparición, todo ello envuelto en un halo de misterio que relaciona la reversión con Apocalipsis -quien diera a Warren sus alas metálicas en la colección Factor-X- a través de su servidor, Ozymandias. Una vez más, la grandilocuencia que se pretendía dar a la historia no ocultaba el hecho de que no era más que un triste y burdo de remedo, otro más, de los trabajos de Claremont. En uno y otro caso, los ominosos vaticinios que se anunciaban para Arcángel y Mariposa Mental no se concretaron y acabaron discretamente despachados, cuando no olvidados, pero en el camino y, como dirían Les Luthiers, fuera de programa, tuvimos un tebeo que dio un punto de interés al asunto, este Alas Fantasmales. Un ángel azul y sus alas agresivas.A mediados de los noventa, el Ángel y sus colegas de la primera Patrulla-X habían retornado al equipo en el que debutaron y a la serie o, mejor dicho, series protagonizadas por el primero de los grupos fundados por el profesor Charles Xavier. Su regreso coincidió con la marcha del patriarca mutante y con el breve periodo de dominio que ciertos dibujantes como Todd McFarlane, Rob Liefeld o Jim Lee ejercieron sobre las tareas creativas. Sin embargo, su aspecto distaba mucho del de aquel angélico y acaudalado mutante que durante los primeros veinticinco años de su existencia editorial había volado por colecciones grupales de todo tipo y condición. El Warren Worthington III que vuelve a casa como en un anuncio turronero se hace llamar Arcángel, tiene la piel azulada y luce unas alas metálicas que lanzan cuchillas y tienen tendencia a actuar de forma autónoma y, por lo general, agresiva. El cambio vino por obra y gracia del tándem creativo-marital compuesto por Louise y Walter Simonson, que se había hecho cargo de la colección facturada tras la marcha de su artífice y valedor, el autor Bob Layton. La cercanía entre el matrimonio y el patriarca mutante determinó que aquella serie protagonizada por el quinteto patrullero original volvía a estar bajo el control, así fuera indirecto, de Claremont. La creación de Factor-X es, pese a todo, la primera grieta en el control que don Chris tiene sobre la escudería-X. Su meticulosa planificación y el desarrollo que hace de los personajes están llamados a ceder ante las imposiciones editoriales. En el caso del Hombre de Hielo, la Bestia y el propio Ángel no es relevante, pues el guionista rara vez ha querido saber de ellos, salvo contadas excepciones. Sin embargo, el caso de Scott y Jean es bien diferente y obliga a hacer cambios en profundidad en las tramas previstas con anticipación. Los Simonson harán un trabajo notable, jugando con las piezas que están en el tablero y procediendo a convertir una colección más que floja, con una premisa un tanto absurda, en una serie que complementa en interés y drama a su hermana mayor. Para ello, se encargan de romper el equilibrio existente en el seno de un quinteto que ha crecido, entrenado y combatido juntos desde la adolescencia. Cíclope se debate entre sus sentimientos por su reencontrado amor y su compromiso hacia su esposa y su hijo; Jean tiene que afrontar lo que Fénix ha hecho en su nombre; Hank pierde su pelo y regresa a su forma original, para ver cómo las circunstancias le arrebatan su más valioso don, su inteligencia; Bobby ve aumentado su poder, aprovechando que Walter Simonson está cerrando su etapa como narrador de las aventuras de Thor y Warren perderá las alas y venderá su alma a un metafórico diablo para recuperarlas. Un villano de la etapa de Layton, Apocalipsis, pasará de ser una amenaza de pelo y medio al gran adversario de los facturados y, por extensión, en uno de los principales enemigos de todo el sello mutante. Como en todos los tratos fáusticos, hay una letra pequeña que convertirá al elegante y majestuoso Ángel en una representación de la parca armado con unas alas metálicas con capacidad para actuar de forma refleja y cierta inclinación con la sed de sangre. Como el personaje de Michael Moorcock Elric de Melniboné, el señor Worthington ve compensada su mutilación con un arma que no termina de controlar. Tras un enfrentamiento con sus antiguos camaradas durante La Caída de los Mutantes, el Ángel vuelve a las filas facturadas con un nuevo sobrenombre -Arcángel- y el estatus de ser algo así como el Lobezno del grupo. El hecho de que retrospectivamente Claremont y John Bolton introduzcan en Classic X-Men la mala relación entre Warren y Logan -esbozada en la etapa final de la colaboración entre el patriarca mutante y John Byrne- añade un cierto toque de ironía a la situación. Ahora que ambos mutantes son guerreros con tendencias sanguinarias, la animadversión se convertirá en conflicto, como se verá en Proyecto X-Terminio pero, entre tanto, Louise Simonson inicia un proceso en el que el alado vaya recuperando su humanidad, mas una distinta de la que representaba aquel rico heredero, lleno de seguridad y confianza en sí mismo. Esta evolución se verá cortada por los cambios operados a principios de los noventa en toda la escudería. Arcángel se incorporaría a uno de los dos equipos de la reconstituida Patrulla-X, pero padecerá de los males que se harán presentes en los tumultuosos tiempos post-claremontianos. Los personajes pasarán a ser presentados como burdos remedos de su desarrollo precedente. Warren recuperará su rubia melena y su uniforme blanquiazul, con algún escarceo puntual con su versión más oscura -vid. La Canción del Verdugo– y entablará una relación sentimental con Elizabeth Braddock, Mariposa Mental, alguien de su misma y bien forrada clase social. Así llegan a La búsqueda de Legión y así siguen tras el interregno de La era de Apocalipsis. Ambos serán víctimas del traicionero ataque de un Dientes de Sable que se venga de una derrota anterior -cuando Betsy estaba recién incorporada a la Patrulla-X y aprovecha los deseos de venganza de Warren para despedazar una de sus alas. Es en esta situación en la que se enmarca este número único que, tanto desde el punto de vista literario como del gráfico resulta más interesante que el tebeo del que trae causa argumental -reseñado aquí como un ejercicio competente de sus responsables, pero sin mayores virtudes- y, desde luego, que lo que la inmensa mayoría de la producción patrullera de esos años aportaba a la parroquia lectora. La premisa de la historia tampoco es original ni en la forma ni en el fondo, pues el amigo Warren (Sánchez) ya había protagonizado una historia corta en Marvel Fanfare, a partir de la intervención de Factor-X en Mefisto contra cuatro héroes. El tebeo estaba firmado por Ann Nocenti y David Mazzuchelli y se publicó en el cuadragésimo número de la colección antológica de la casa de las ideas. Su premisa guarda interesantes semejanzas con la del cómic que aquí se revisa y en ambos casos, el encaje con la continuidad general resulta un tanto complicado, pero aquí acaban las semejanzas. Alas fantasmales es mucho más oscura, como se verá a continuación.La historia comienza presentando a un Arcángel que todavía lidia con las consecuencias de la batalla contra Creed y con su habitual relación amorroidal con sus alas asesinas. Betsy intenta ayudarle, pero no parece llegar a él. En uno de sus errabundos paseos por la ciudad, sufre un inesperado ataque y descubre que está prisionero en una especie de vivienda-fortaleza que pertenece a una joven que padece de ornitofobia. La condición alada de Warren supone para ella un refuerzo de su miedo, en tanto que aquél pugna por su liberación. Sin embargo, poco a poco su relación empezará a cambiar: ella cuidará a su cautivo y empezará sentir cierta atracción por sus alas; él empezará a comprender mejor a su carcelera y sin llegar a entrar dentro de un síndrome de Estocolmo, intentará ganarse su confianza para llegar a las raíces de su pavor irracional, el cual se encuentra en su pasado y marcará su destino. El final tiene un giro de torcimiento rectal que recuerda a los inquietantes telefilmes de antologías como Desenlace inesperado (Quinn Martin’s Tales of the Unexpected) o Misterio (Hammer House of Mystery and Suspense) que plantea una doble aceptación del destino para los dos protagonistas y una reflexión sobre la complejidad de las relaciones sentimentales, especialmente cuando están desbalanceadas. Según uso y costumbre de la escudería-X tal parecía que una trama de larga duración se cerraba por fin, en tanto que otra iniciaba su curso con rumbo desconocido. Desgraciadamente, sólo eran apariencias. Epílogo: Una pausa en el camino. Alas fantasmales es un atractivo paréntesis en unos tiempos en los que la franquicia mutante reciclaba todo lo que podía del legado claremontiano y se daba a conocer al público televisivo, de la mano de una serie animada que hoy en día es objeto de una nostálgica continuación. El guionista Peter Milligan presenta una historia mucho más interesante de cuantas se contaban en las series patrulleras y el dibujante Leonardo Manco da buenas muestras de su talento con unas ilustraciones realizadas en glorioso blanco y negro, que hubiera dicho el recordado Carlos Pumares. El ilustrador argentino logra transmitir la sensación de opresión inherente a una historia claustrofóbica, tanto literal como metafóricamente. Arcángel está llamado a surcar los cielos y por ello abrazó la causa de Apocalipsis, por lo que su encierro resulta doblemente penoso; Tuesday, su guardiacárcel, también está atrapada por su pasado. El momento en el que el mutante vuelve a desplegar sus alas marca el punto de inflexión en el que el misterio de su captora se revela y ambos encuentran el camino hacia su liberación. Esta situación en la que, en principio, Worthington parece estar por fin en paz consigo mismo parece anunciar la existencia de una barrera entre él y Braddock. Sin embargo y tal y como indicaba al final del apartado anterior, nada de esto será tenido en cuenta en las dos series patrulleras, controladas ya plenamente por un Scott Lobdell que llevaba varios años en la más veterana de las colecciones. El guionista aprovecharía las heridas de Warren para marcarse uno de esos episodios en los que imitar el estilo de Claremont y presentar un pretendido misterio que se quedó en un clásico retorno a los orígenes sin un objetivo claro (como buena parte de lo que acontecía en la escudería en esos tiempos). La relación con Mariposa Mental siguió formando parte del paisaje y sirviendo para alguna historia, hasta que el primer regreso del patriarca mutante a la franquicia determinó su fin, concretado poco antes del lanzamiento de XTreme X-Men (más o menos cuando todavía se intentaba dotar de cierta coherencia a los cambios en los personajes, aunque fuera de aquella manera).Peter Milligan volvería a contar historias patrulleras unos diez años después, durante una de tantas reestructuraciones relacionadas, esta vez relacionada con el segundo regreso de don Chris a la serie que le brindara fama y fortuna. Leonardo Manco ha seguido mostrando su indiscutible talento aquí y allá con proyectos puntuales. Warren Worthington III ha ido de acá para allá, siendo en algunas épocas Ángel, en otras Arcángel y moviéndose consecuentemente entre la luz y la oscuridad según las exigencias del guión. Como dato final hay que indicar que la portada del número -a color- fue realizada por el dibujante kansano Steve Lightle, al que la afición marveliana recordará por sus aportaciones a Classic X-Men y la parroquia deceera por sus labores gráficas en la Legión de Superhéroes. Un curioso contraste entre el exterior y el interior de un tebeo que treinta años después de su primera edición aún puede leerse y disfrutarse como la historia puntual que es. Ilustración de Leonardo Manco.