Rosario Payá y Manuel Morilla llegaron a Argentina en las primeras décadas del siglo XX. Estos dos jerezanos compraron un terreno y comenzaron de cero al otro lado del océano. Buscaban una vida mejor, como muchas otras familias migrantes. “No fue una inmigración traumática, no escapaban de una guerra, aún así, nadie se va de su país queriendo y con felicidad”. Son las palabras de Diego Morilla, bisnieto de este matrimonio, que un día quiso investigar sobre sus antepasados y acabó descubriendo raíces en Jerez.Este periodista y saxofonista argentino vive en el barrio de San Telmo, uno de los más antiguos de Buenos Aires. Casualmente, el mismo nombre que lleva uno de los barrios de la zona Sur jerezana. No es más que una curiosa coincidencia que cobró aún más sentido cuando Diego empezó a hilvanar su procedencia.“Mi abuelo, hijo de Rosario y Manuel, murió tres meses después de que naciera mi padre. Sus hermanos no se veían y la información de la familia no era muy fluida. Todos sabíamos que mis bisabuelos eran de Andalucía, pero nadie tenía muy claro de dónde”, explica Diego a lavozdelsur.es en una llamada de WhatsApp con cuatro horas de diferencia.El argentino, durante su visita a Jerez. CEDIDAEl argentino se puso manos a la obra y conoció a una genealogista estadounidense que vive en Italia. “A mí siempre me pareció una injusticia que los nietos y los descendientes de inmigrantes no sepamos de la historia de nuestros abuelos y me propuse averiguar lo más posible”, comenta.Así, la especialista le prestó su ayuda y comenzaron a recabar información, intercalar fechas y buscar partidas de nacimiento. Sabía que Rosario y Manuel eran de Cádiz, pero desconocía en qué ciudad habían crecido. Por ello, decidió planear un viaje al sur de Andalucía para poder revelar todas las incógnitas.Durante la preparación, Diego averiguó el dato que tanto ansiaba. Manuel Morilla nació el 1 de enero de 1868 en el número 18 de la Cuesta del Espíritu Santo, en pleno centro histórico de Jerez. “Cuando lo supe, dije, voy a desviarme, tengo que ir ahí, era como un deber de la vida”, explica el argentino, que tenía especial interés en la zona. Así, incluyó en su itinerario una parada en la ciudad.Visita de Diego Morilla a Jerez el 25 de enero. CEDIDA“Imaginé que él soñó con volver algún día y dije, yo voy a cumplir ese sueño de alguna manera”, añade. Lo hizo con su hijo Francisco el 25 de enero de 2025, unas semanas después del que hubiera sido el 156 cumpleaños de su bisabuelo. Sus pies pisaron la cuna del flamenco, la capital del sherry y el motor. Cuando llegó, al mediodía, probó naranjas. “Dicen que sus frutos no son comestibles, que son amargos y que es mejor evitarlos. Pero yo tuve que comprobarlo en persona”, expresaba en Facebook refiriéndose a los naranjos.Cargado de energía, se dirigió a la Cuesta del Espíritu Santo y la recorrió hasta detenerse en el Convento del Espíritu Santo. “Lo primero que hice fue situarme en el lugar e imaginarme toda esa cantidad de gente que pasó por ahí”, comenta Diego, que preparó mate a pie de calle.El argentino no sabía que su familiar nació en un lugar hoy en día inquietante que guarda una terrorífica leyenda. Tampoco pudo contemplar las majestuosas vistas de la Catedral que se disfrutaban antes de la construcción en 2021 de un polémico edificio que generó críticas por romper con la estética del casco antiguo. Diego anduvo por las inmediaciones del monasterio más antiguo de Jerez y el primero femenino. Donde se dice que estuvo enclaustrada una joven llamada María de la Merced tras caer en una profunda depresión en el siglo XVII.Diego, en la puerta del Convento del Espíritu Santo. CEDIDASe cuenta que, tras dos años, se ahorcó en un árbol del patio del convento y la enterraron allí. Desde entonces, el fantasma de esta monja se aparece por las noches en los alrededores. El motivo de su depresión fue la marcha de un joven abogado del que se había enamorado. Su padre le ofreció mucho dinero para que no la viera y ese matrimonio no siguiera adelante.En los pensamientos de Diego solo estaba su bisabuelo paterno. Él solo quería sentir sus raíces y volver. A las 21.00 horas, regresó a Sevilla, donde estaba alojado. Pero insiste en que desea volver para conocer más sobre la ciudad.Diego, con una naranja, y su hijo Francisco. CEDIDA“Me interesa la epigenética, que es la manera en la que estudia la genética, cómo se heredan cosas. Pienso que hay algo que me quedó a mí de Manuel y de sus hijos, que está ahí latente. A mí de chiquito me gustaban los toros, me quedaba a ver el programa Tendido Cero de TVE, un noticiero taurino, y nadie se explicaba por qué. Puede que mis antepasados españoles siguieran la tauromaquia”, reflexiona.Curiosamente, este argentino averiguó que en su familia materna también hay una historia de migración que contar. Su madre es hija de una italiana y un migrante sirio. “Mi abuelo materno migró de Siria por la guerra, se tuvo que ir forzadamente de su país. Me enteré de que era analfabeto y me decidí a estudiar árabe. Es un viaje que tengo pendiente”, sostiene.