Soraya Arnelas : «Cuando llegue a la puertas del cielo, espero que San Pedro me diga 'pobrecita'»

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«No te preocupes, puedes preguntarme lo que quieras», asegura Soraya cuando intuye las dudas del entrevistador al abordar las cuestiones más íntimas. La cantante está acostumbrada a hablar de todo con naturalidad, del mismo modo que comparte su día a día con sus seguidores. Está de celebración: « Cumplo 20 años de profesión y tengo muchas sorpresas. La primera es el lanzamiento de una versión de ' La noche es para mí ', una canción muy importante para mí, con ella fui a Eurovisión, y es como un himno. He grabado nueva intro, tiene 'dance break' y el agudo final». Curiosamente, ese año Soraya se impuso a Melody, la actual representante española: «Me hace ilusión porque se lo merece y lo desea. Yo tenía claro que tarde o temprano lo conseguiría». En estas dos décadas, la vida de Soraya ha dado un vuelco: aquella azafata de vuelo se ha convertido en una estrella de la música de baile, casada y madre de dos niñas. « Mi profesión me ha hecho madurar . Me encontré sola, sin mis padres, viajando por el mundo gradando discos y dando conciertos. De pronto, aquella niña inocente, con sueños, muy prudente, pero con ganas de hacerlo bien, se tomó muy en serio su trabajo», explica la cantante: «Porque soy Virgo, muy perfeccionista . Pero la Soraya de ahora tiene mucho en común con la de antes, su pasión, sus ganas de disfrutar la vida. Lo que tengo es más templanza , ahora razono y soy menos nociva para mí. Antes era un caballo desbocado». Tiene claro lo que se espera de ella: «Soraya es baile, es fiesta, es música alegre, a mí me gusta que la gente se vaya con agujetas en las piernas». Del mismo modo que sabe lo que más valora de su personalidad: «Mi curiosidad, que es mi motor para hacer cosas y alimentar mi afán de trabajar ». Si pudiera cambiar algo de su forma de ser, «mejoraría mi gestión del estrés, porque me genera unos cambios de humor que no me gustan». Tampoco le hacen gracia «las sorpresas y los cambios de última hora. No soporto que me estén preparando algo y no poder controlarlo». Y para relajarse, encuentra la paz en el yoga: «Antes lo odiaba, ahora es un tiempo para mí, un paréntesis en el ajetreo de mi día a día». Su papel como madre le ha descubierto una faceta inesperada: «pensé que sería muy estricta. Y no. Soy muy cariñosa, muy mimosa , nunca les levanto la voz, basta con una mirada para que sepan que hay algo que no me gusta. Mis hijas me sacan lo mejor. En el trabajo soy de armas tomar, pero ellas me sacan mi lado humano. Ser madre era el sueño de mi vida ». Y en el amor no puede estar más llena: «Mi marido y yo formamos el mejor equipo del mundo. Somos muy diferentes, pero somos complementarios. Desde que le conocí, le tengo en cuenta en todo lo que pienso. Me completa . Me hace reír. Yo no tengo gracia ninguna , y él siempre me saca una sonrisa. Me hace bromas, pero también me da serenidad». Soraya se considera una mujer familiar, con una vida tranquila, pendiente de los suyos («los domingos nos reunimos todos a comer platos extremeños como el buche») y entregada a su pasión («se pasan las horas volando cuando estoy en un estudio componiendo con otros artistas»). No lamenta el tiempo vivido, al contrario: «Cuando llegue a la puertas del cielo, espero que San Pedro me diga 'pobrecita , te has pasado todo el tiempo trabajando, pero buscando el equilibrio con tu familia'. Porque la vida es eso». Todos en el pueblo lo sabían, la niña iba para artista. Aunque no había escuela de danza o de canto, la pequeña Soraya se las apañaba para hacer sus pinitos: que si las zarzuelas o las obras de teatro en el colegio, que si reportajes en la radio, que si 'play backs', todo le valía para dar rienda suelta a sus ganas de brillar en el escenario . Y aprovechaba los carnavales para disfrazarse de artista. No soñaba con serlo porque esa posibilidad ni siquiera era concebible: «Cuando vives en un pueblo y tu familia no tiene nada que ver con ese mundo, ni se te pasa por la cabeza». Pero la vida le tenía preparada una sorpresa. «Era una niña inquieta, curiosa, que siempre metía la nariz en todo, era muy cotilla », recuerda Soraya. «Aprendí rápido a dormir sola, me quitaron los pañales al año, me cogían en brazos y estaba con todas las amigas de mi madre, de un lado para otro». Con ella siempre ha mantenido una relación especial: «Cuando sacaba buenas notas, me premiaban con algo práctico, como ir de intercambio a Francia o un curso de mecanografía. Me sirvió de mucho». Su infancia fue muy feliz: «Jugaba en la calle de mi abuela Manuela, que me hacía bocadillos para la meriend a . Luego ella, con las madres y otras abuelas, formaban corrillo alrededor para hablar y vigilarnos mientras jugábamos. Yo era como un chico en potencia , porque me justaba correr, las bicis, el fútbol a lo 'Oliver y Benji'. Me lo pasaba en grande».