Un refugio para la mente

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Vivimos en un mundo frenético, donde solo se busca la inmediatez, donde se premia lo superfluo y donde todos, cada vez, queremos más por menos. Un día descubrí que, en realidad, por menos podía tener más. Pero antes de llegar a esa conclusión, mi vida había quedado atrapada en una espiral de ansiedad. El peso de mis pensamientos me aislaba cada vez más, los ataques de pánico eran constantes y el mundo exterior parecía un lugar hostil. Pero una fresca mañana de verano decidí salir a pasear. No estaba sola. A mi lado, como siempre, mi paciente compañero de vida, brindándome su apoyo silencioso y su inagotable comprensión. Paso a paso, con el corazón acelerado y la mente llena de dudas, llegamos hasta una pequeña laguna. Y sin saberlo, mi cura estaba a escasos metros. Exhibiendo su elegante plumaje y su porte majestuoso, ignorando el ruido del mundo para concentrarse en su tarea de cazar algún pequeño pez que tuviera la mala fortuna de cruzarse por delante de sus ojos: una preciosa garza real. Si ya las conoces, quizá pienses que son comunes y fáciles de ver. Pero aquel día, yo la vi de verdad. Y en ese instante, mi vida cambió. Descubrí el poder de la naturaleza para sanar. Sumergirme en su mundo sin prisas ni expectativas comenzó a traerme una paz que creía inalcanzable. Garza realAida G. G. No era solo una sensación. Numerosos estudios han demostrado que el contacto con la naturaleza reduce el estrés, mejora el ánimo y nos ayuda a conectar con el presente. Es una herramienta real para el bienestar. Aprendí a detenerme, a prestar atención a cada detalle, a dejar que el tiempo fluyera sin urgencias. Si ya eres consciente de la belleza que te rodea y de sus beneficios, enhorabuena. Y si aún no lo has descubierto, te invito a salir de la rutina, a detenerte un momento y a darte la oportunidad de mirar más allá de las pantallas y los horarios. Pontevedra es un lugar privilegiado para ello. Es un refugio de vida, el escenario perfecto para desconectar y dejarse envolver por la naturaleza. Basta con acercarse a la Xunqueira de Alba, recorrer las orillas del Lérez o perderse por los senderos de A Tomba para descubrir que la naturaleza está siempre ahí, esperando ser vista.