Apple acaparó ayer titulares en todas partes con su impresionante anuncio de invertir, tras una conversación de Tim Cook con Donald Trump, más de quinientos mil millones de dólares en Estados Unidos durante los próximos cuatro años y crear miles de puestos de trabajo, un auténtico «bet on America», una apuesta por la economía del país. Sin embargo, antes de aplaudir este supuesto compromiso, conviene explorar la noticia y rascar un poco más. ¿Estamos realmente ante una transformación innovadora y un cambio en la dirección estratégica de la compañía motivada por los fuertes aranceles, las inspiradoras políticas y el arrollador liderazgo de Donald Trump, o se trata simplemente de un cambio cosmético en la forma en que Apple siempre ha presentado su información, un buen ejercicio de prestidigitación destinado simplemente a ofrecer un supuesto triunfo al Idiot-in-Chief?En realidad, lo que la compañía describe es, en gran medida, el dinero que ya gasta en sus operaciones diarias en el país. La cifra incluye desde las relaciones corrientes con miles de proveedores en los cincuenta estados hasta la operación de sus centros de datos domésticos, pasando por sus inversiones en Apple TV+ y otros proyectos que ya tenían lugar en suelo americano. ¿Inversión revolucionaria? No, se trata más bien de la continuación de su modus operandi habitual en el país, sin más, convenientemente maquillado para que dar la impresión de que se trata de una inversión adicional.Además, el anuncio incluye la mención de una nueva planta de fabricación avanzada en Houston para producir servidores que soporten la inteligencia artificial de Apple. Pero claro, el diablo está en los detalles y en el uso de la palabra «socios»: en realidad, esa planta es propiedad de Foxconn, que es quien está realmente invirtiendo y creando puestos de trabajo. Apple ha perfeccionado el arte de externalizar el gasto en capital (CAPEX) a sus socios, lo que le posibilita hacer una presentación con cifras grandilocuentes sin necesidad de llevar a cabo desembolsos masivos de recursos propios.Apple publica estas grandes declaraciones sobre enormes planes de inversión cada pocos años: en 2018, la cifra publicada fue de 350,000 millones de dólares, y en 2021, de 430,000 millones, por lo que el tamaño supuestamente va en aumento. Y sin embargo, la empresa gasta habitualmente mucho menos que cualquier otra empresa tecnológica en CAPEX, sobre todo en la categoría de gasto en nuevos servidores y chips, que se está disparando en otras big tech. En el año fiscal 2024, el gasto en CAPEX de Apple fue de apenas 9,500 millones de dólares, o el 2,4% de los ingresos, mientras que Alphabet (cuyos ingresos son razonablemente parecidos a los de Apple, pero vendiendo sobre todo publicidad en lugar de máquinas) gastó 52,500 millones de dólares. El gasto en CAPEX de Apple ha caído desde el 5% de los ingresos en 2018 a menos de la mitad, mientras que en otras grandes tecnológicas ha ido aumentado como porcentaje de los ingresos en ese mismo tiempo, y más aún a partir del desarrollo de la inteligencia artificial generativa. Y en I+D, aunque Apple, reconocido como un paladín de la innovación, haya duplicado su presupuesto en los últimos años y haya pasado de 14,200 a 31,400 millones, sigue invirtiendo un porcentaje relativamente modesto de sus ingresos comparado con el 14% de Alphabet o el 12% de Microsoft.En la práctica, la anunciada «inversión» de quinientos mil millones no son precisamente un impresionante salto cuántico hacia el futuro, sino un reflejo del enfoque ultra-disciplinado de Apple, de su capacidad para gestionar las relaciones con sus proveedores, y sobre todo, de su habilidad a la hora de manejar sus relaciones con un tipo tan profundamente primario y simple como Donald Trump. Mientras algunos ven en este anuncio una señal de un inminente boom en innovación tecnológica en suelo estadounidense, la realidad es que estamos más ante un truco de relaciones públicas que ante una apuesta arriesgada por el cambio. En definitiva, la narrativa de Apple, como siempre muy bien pulida y calculada, nos recuerda que no todo lo que brilla es realmente oro. Mientras el gigante de Cupertino continúa su estrategia conservadora de operar con socios y mantener un gasto controlado, la realidad es que cuando Tim Cook habla con Donald Trump se dedica simplemente a deslumbrarlo con el brillo de la manzana y a confundirlo hasta lograr que crea que la compañía va a hacer exactamente lo que él dice, y dejarle claro que es un líder impresionante que va a lograr hacer a América grande de nuevo. Básicamente, alabar hasta la saciedad el maravilloso traje de un emperador que va completamente desnudo, pero que necesita verse rodeado de una corte de aduladores.Sin duda, tratar a las personas como lo que realmente son es una gran muestra de habilidad política. Más que deslumbrarnos con las enormes cifras, hay que aplaudir la destreza de la compañía de Tim Cook para ofrecer a Trump un supuesto triunfo político a la hora de, supuestamente, «forzarla a invertir», y aprender cómo se puede dorar la píldora y manejar hábilmente a semejante idiota.