Por los frutos se conoce el árbol. Y los frutos del hombre son siempre las obras de sus manos. El prototipo en esto –como en todo– hay que buscarlo en el taller de Nazaret. Allí está el Verbo –Entendimiento– de Dios labrando la madera (Rovirosa, O.C. T.V 242).   ■ Accede a más oraciones aquí.