La cumbre de la CPAC a la mayor gloria de Trump, entroniza al presidente de EEUU como el nuevo mesías de la extrema derecha y ratifica una agenda ultra que pasa por el desmontaje de lo que llaman "wokismo" al tiempo que se produce el asalto al sistema estadounidense y ponen patas arriba la geopolítica mundialVídeo - Steve Bannon hace un saludo nazi durante la cumbre ultra del trumpismo Es el nuevo mesías. El protagonista del “mayor regreso político de la historia”. El “pacificador” que merece “un premio Nobel de la Paz”. Donald Trump, instigador del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 por no saber perder unas elecciones y nuevo inquilino de la Casa Blanca, donde lleva apenas un mes, está siendo coronado este fin de semana como el líder supremo de la extrema derecha mundial en la cumbre de la CPAC. Ya lo dijo él después de sobrevivir a un intento de asesinato: “Me salvó Dios para hacer América grande otra vez”. Es decir, Trump está convencido de que tiene una misión divina que pasa por endurecer la política migratoria, restringir los derechos de las personas trans y eliminar programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI). No obstante, los estadounidenses están mostrando su preocupación tras el primer mes del segundo mandato de Donald Trump. Se acaban de publicar distintas encuestas sobre el índice de aprobación del presidente en sus primeros 30 días en el cargo, las cuales ya apuntan a la impopularidad de muchas de las órdenes ejecutivas firmadas, así como a la preocupación por sus aspiraciones de expandir su poder. El sondeo realizado por The Washington Post e Ipsos muestra que el 57% de los encuestados creen que Trump ha excedido su autoridad desde que asumió el cargo, mientras que el de Reuters-Ipsos apunta que el 71% de los estadounidenses cree que los ricos tienen demasiada influencia sobre la Casa Blanca. Trump no solo preside la principal potencia mundial, también marca la agenda política reaccionaria que siguen sus acólitos en América Latina y Europa. Ellos mismos se retroalimentan, como se vio en esa aparición estelar este jueves por la noche con una motosierra en mano de Elon Musk y Javier Milei, como si los recortes, y más aún los salvajes, no llevaran consigo pobreza, pérdida de derechos y sacrificios inhumanos para las personas más vulnerables. Bromear con una motosierra que deja a personas sin pensión, sin servicios sociales, sin rentas de subsistencia o sin asistencia sanitaria es algo que se puede permitir la persona más rica del mundo mientras desprecia el reguero de damnificados por sus políticas. Todo mesías necesita un profeta. Musk hace tiempo que ha puesto su plataforma X al servicio de la cruzada Trump y ahora pretende seguir dando alas al mensaje ultraderechista apoyando el partido neonazi Alternativa por Alemania. Aunque el saludo nazi que coló Musk durante la investidura del presidente estadounidense podría parecer una banalización del mal, no lo es. El multimillonario sabía lo que estaba haciendo: cinco días después, un pastor anglicano de Michigan repetía el saludo nazi y este jueves, el exasesor de Trump, Steve Bannon, clausuraba su intervención en la CPAC con un saludo nazi al grito de “Fight fight, fight”. El lema de guerra que creó Trump en la campaña no solo hablaba de ganar las elecciones. Con su saludo nazi en prime time, Musk dio el último embate simbólico para romper otro consenso social más: el del rechazo total al simbolismo de un régimen totalitario que culminó con el Holocausto. Rota la barrera, la extrema derecha ya no necesita andarse con eufemismos, como hizo AfD con su polémico cartel de campaña. En su intervención el jueves, el líder de Vox, Santiago Abascal, celebraba así el nuevo giro de los tiempos: “El mundo ya se parece más a lo que soñábamos hace un año”. A Trump lo arropan su mano derecha, Elon Musk; su principal fan del sur, Javier Milei, en su noveno viaje a EEUU desde que es presidente; y algunos clásicos como Nigel Farage, primero en las encuestas en Reino Unido, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, a quien el modo moderado le dura lo que tardan Trump y Musk en llamarla a filas. También asisten el líder ultra español, Santiago Abascal, y una buena colección de miembros del Gobierno de EEUU, además de otra clásica del trumpismo, Liz Truss, la primera ministra británica que duró en el cargo menos tiempo que lo que tarda una lechuga en pudrirse ante una webcam de un tabloide británico. Y todo por defender una rebaja de impuestos que resultaba excesiva hasta para los mercados financieros, conocidos por su apetito neoliberal. El único que parece dispuesto a romper la armonía de la internacional reaccionaria que se celebra en Washington es el líder de extrema derecha francesa, Jordan Bardella. Ante el saludo nazi de Bannon, Bardella canceló su intervención, que estaba programada para el viernes, según informó AFP. Como explicaba The Guardian, la historia de CPAC refleja la historia reciente del Partido Republicano. Comenzó en 1974, en plena crisis del Watergate y el nacimiento de un nuevo movimiento conservador. La primera CPAC fue inaugurada por Ronald Reagan, entonces gobernador de California y futuro presidente. Aún hoy, la conferencia celebra una cena anual en su honor. En los pasillos de la CPAC se puede ver un cartel negro, con una imagen de Trump al estilo emperador romano, que dice: “Third Term Project. For Trump 2028… And Beyond!”. En español: “Proyecto del tercer mandato. ¡Para Trump en 2028 y más allá!”. El reinado de dios es eterno y parece que el republicano no quiere ser menos. En reiteradas ocasiones ya ha insinuado un tercer mandado. “Y me dicen que no se me permite postularme [a la reelección]. No estoy seguro. ¿Es eso cierto? No estoy seguro”, volvía a decir Trump en la cena del jueves con los gobernadores republicanos. En la Convención Nacional Republicana de este año, un gran cartel de la Fundación Heritage daba la bienvenida a los asistentes en el aeropuerto de Milwaukee. El think tank ultraconservador es el que está detrás del Project 2025, un programa que durante la campaña Trump negó conocer. Ahora se ha rodeado de sus autores y está aplicando muchos de los capítulos del manual. Setmayer, líder del Seneca Project, un comité de acción política liderado por mujeres, afirma: “La deificación de Trump en CPAC este año será completa hasta la náusea. Ya hemos visto una estatua dorada suya. No estoy segura de qué vendrá después, pero lo descubrirán”. Y Steve Schmidt, estratega político y exoperador de campaña para George W. Bush y John McCain, explica: “Esto es un espectáculo de extremistas que ha mantenido su naturaleza excéntrica, pero ha tomado el poder en EEUU. Por cualquier definición razonable, lo que estamos viendo es una reunión de fascistas y extremistas políticos. Este evento presagia lo que está por venir. Estas personas tienen un poder inmenso. Debemos tomarlas en serio. Millones de estadounidenses que votaron por Trump deberían comprender que esto es lo que compraron. Y ahora está más envalentonado que nunca. Habrá un nacionalismo muy intenso, con extremismo acechando bajo la superficie”. Inquietud en la UE Y todo esto en un momento en el que Trump se convierte en una cuña dentro de la frágil cohesión de los 27 Estados miembros de la Unión Europea. La unidad de los aliados transatlánticos había sido la gran arma con la que Ucrania ha combatido a Vladímir Putin. Sin embargo, la unidad de acción —que hasta ahora había sufrido pequeños altibajos, muchas veces protagonizados por países pequeños, como Hungría— se ha resquebrajado. Apenas un mes después de la toma de posesión de Trump, las relaciones transatlánticas pasan por su peor momento en décadas. La inquietud se ha multiplicado en la Unión Europea a raíz del giro de 180 grados que Trump le ha dado a la posición sobre Ucrania. Ha llegado a acusar a ese país de ser el culpable del inicio de la guerra y, en concreto, a Volodímir Zelenski de no haber querido negociar en estos 36 meses. El presidente de EEUU llamó “dictador” al ucraniano: “Se niega a convocar elecciones, está muy bajo en las encuestas”. Al tiempo que redobla la presión sobre Ucrania, EEUU multiplica los miramientos con Rusia. Y Trump no está dispuesto a hacerse cargo de la seguridad de Ucrania ni de la de Europa en su conjunto, como dejó claro el secretario de Defensa, Pete Hegseth, en una reunión del grupo de contacto para Ucrania en la sede de la OTAN en la que, además de rebajar las exigencias de Ucrania respecto a una negociación con Rusia que Trump inició de forma bilateral ese mismo día, apuntó a que Europa debería hacerse cargo de su propia seguridad bajo la premisa de que EEUU debía centrarse en la amenaza de China en el Indopacífico.