”Siempre están criticándonos con lo mismo, siempre nos están llevando con las mismas mierdas”. Esta es la respuesta literal que la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha dedicado a la oposición que le preguntaba por las dificultades del acceso a la vivienda de alquiler y también por su “desprecio hacia las víctimas” de las residencias en lo peor de la pandemia. Sonó tan despiadada y miserable la expresión que incluso a algunos dirigentes del PP madrileño que rodean a Ayuso en la Asamblea se les torció el gesto. Pero hay algo importante que quizás se ha destacado poco: la frase estaba escrita. Ayuso está mirando los folios e incluso el final de la palabra “mierdas” queda como diluido porque ella misma sabe que no tiene un pase. Aparece luego el mozo de espadas, Alfonso Serrano, para decir que “se refería a lo de vivienda”. Pues no. Esas “mierdas” estaban escritas para intentar justificar la igualmente miserable reacción del jefe de gabinete de la presidenta, Miguel Ángel Rodríguez, ante los testimonios de víctimas del Protocolo de la Vergüenza que prohibió trasladar a mayores desde las residencias madrileñas a los hospitales (ver aquí).No es casual ni fruto de un calentamiento espontáneo la descripción de “mierdas” al referirse a las reivindicaciones de los familiares de residentes fallecidos. Al contrario, sigue al pie de la letra el manual del populismo, ese catecismo creado por Steve Bannon para el primer Donald Trump, aplicado a la campaña del Brexit en el Reino Unido y adaptado a cada país por los movimientos de extrema derecha nacionalpopulista, desde Milei o Bolsonaro a Meloni o Abascal (vía Rafael Bardají). Ya se sabe que Ayuso se sitúa ideológicamente más cerca de Vox que del centro derecha que hoy representa más Juanma, el andaluz, que Feijóo, el gallego, todos ellos, eso sí, fieles ejecutores de las políticas económicas neoliberales (que esto no se olvide).Si lleva escrito lo de “las mierdas” es porque ese manual indica que conviene utilizar expresiones que conecten con la barra de un bar, con eso que se denomina atrevidamente “la calle”, con el cuñado más agresivo de la familia, y que además permitan alejar a quien las pronuncia del “sistema”, de las instituciones desacreditadas (por ellos mismos para empezar), de modo que en apariencia se ubican del lado de quienes aspiran a dar una patada al tablero democrático: ¡que se vayan todos de una puta vez! Y además desvían la atención respecto al fondo del asunto: ¿pero usted qué tiene que decir sobre las denuncias de familiares de residentes acerca de ese triaje ilegal, discriminatorio, que digan lo que digan no se impuso en otras comunidades ni países, sólo en Madrid? ¿Que los 7291 “se iban a morir igual”, por viejos? Mentira (aparte de enorme inmoralidad). Y lo saben perfectamente (ver aquí).El diccionario de la Real Academia ofrece hasta nueve acepciones de la palabra “mierda”. Son la tercera y la cuarta las que mejor responden al significado aplicable al asunto que nos ocupa. 3) “Hecho o situación que repugnan”. 4) “Cosa mal hecha o de mala calidad”. Si nos atenemos al sentido de las palabras, en lugar de permitir su distorsión en beneficio del sectarismo, la verdad es que la osadía de Ayuso (y sus guionistas) es infinita. Porque ateniéndonos a los datos contrastados, la biografía política de esta señora es una sucesión de “mierdas”, de “hechos que repugnan” y de acciones y decisiones “de mala calidad”. Repasen si no lo que fue el escándalo Avalmadrid (ver aquí), suficiente para que el PP hubiera renunciado a presentar siquiera a Ayuso como candidata; o las comisiones millonarias de su hermano por contratos de compras de mascarillas, que no tuvo consecuencias judiciales pero que le costó el cargo de presidente del PP a Pablo Casado por decir la meridiana verdad: que era impresentable desde el punto de vista ético (ver aquí); o su estancia en un apartahotel de lujo de su amigo Enrique Sarasola durante el confinamiento sin que se sepa aún a qué precio ni quién lo pagó (o pagamos); hasta llegar a ese Protocolo de la Vergüenza desvelado por infoLibre que supuso el abandono y negación de auxilio a miles de residentes no por la imposibilidad de atenderlos (nadie les llevó al Ifema “milagroso” ni les envió médicos a los geriátricos), sino por criterios de discriminación absolutamente inaceptables y que ninguna otra comunidad estableció (ver aquí el dosier completo de investigación de este periódico). Sólo cabe desear que el grupo de fiscales que estos días estudia la denuncia presentada por 103 familiares de afectados evite la próxima prescripción de las posibles responsabilidades penales, por respeto a la dignidad de las 7291 víctimas y como advertencia para que no vuelva a ocurrir.Por si faltara alguna “mierda” en el historial político y personal de Díaz Ayuso, ahora ha conseguido que el caso de fraude fiscal de su novio Amador González Amador, confesado por escrito a través de su abogado, se convierta en la causa que está a dos telediarios de abrir juicio oral al Fiscal General, Álvaro García Ortiz, por revelación de secretos que afectarían a la privacidad del citado defraudador confeso. A estas alturas del caso que instruye el juez Ángel Hurtado (el mismo que no veía responsabilidad alguna del PP en la Gürtel), cuesta mucho entender cuál es la base probatoria del mismo: ni por qué se acusa sólo al Fiscal General por la presunta filtración de un correo que recibió medio Madrid, ni cuál es el secreto violado cuando el propio abogado del demandante lo envió a un correo colectivo y su contenido era ya previamente conocido, ni cómo se explica que el instructor haya rechazado todas las iniciativas de las defensas y aceptado prácticamente todas las de la acusación del novio de Ayuso y de una asociación de fiscales digna del medievo. Con el apoyo –hay que decirlo– de la sala que preside el ínclito Manuel Marchena y de alguna otra del Supremo, como la que ha decidido este mismo viernes avalar el alucinógeno registro del despacho del Fiscal General y la confiscación de todos sus terminales electrónicos. Lo argumenta comparando el caso con el de ¡una violación en manada! (ver aquí). Disculpen, pero si las doctas eminencias del Supremo no encuentran otras referencias comparativas para justificar su aval a una decisión aparentemente muy excesiva, quizás sea porque efectivamente es injustificable.No hay mañana que no nos despertemos escuchando alguna “mierda” trumpista, en cualquiera de sus más diáfanas acepciones. Lo cual no quiere decir que haya que aceptarlas sin más, dando por cierto su contenido o asimilándolas como “gracietas” cercanas a nuestra forma de expresarnos en el bar. Lo que escribió Miguel Ángel Rodríguez sobre los familiares de víctimas en las residencias fue una “mezquindad inhumana”, como expresó aquí Maite Rodríguez, a quien se refería precisamente el tuit de MAR. Ni un paso atrás. Ninguna “mezquindad” debe quedar sin respuesta, ninguna “mierda” puede pasar sin denuncia.P.D. Ha estallado el caso Monedero, quizás con demasiado retraso, como también ocurrió con el caso Errejón, y en eso tienen tanta responsabilidad los partidos a los que han pertenecido (y fundado) como los políticos, medios y periodistas que veníamos escuchando ecos de los que no teníamos (ni quizás buscamos) suficiente comprobación. Del mismo modo que en su día exigimos absoluta contundencia y transparencia sobre las denuncias que afectaban a Errejón y a Sumar, cabe reclamar la misma transparencia y rigor a Podemos, un partido acosado y perseguido injustamente durante años desde la política, poderes mediáticos y algunos jueces que incurrieron en casos meridianos de lawfare (ver aquí) Así lo hemos denunciado desde infoLibre, pero esa persecución inaceptable no puede servir de paraguas ni excusa a la hora de afrontar acusaciones muy graves de violencia sexual contra uno de los fundadores y rostros más visibles y reconocidos del partido. Hay un protocolo de actuación en Podemos extenso y detallado. Cúmplase en todos sus términos.