Era 5 de julio y faltaba una noche para que la ciudad se vistiera de blanco y rojo. De ese color se pobló el tendido cuando dobló el cuarto novillo, al que Aarón Palacio cortó una oreja con fortísima petición de la segunda. Pamplona quería auparlo a hombros, pero el presidente dijo que nones, como antes se puso serio para no concederle la del tercero. Moralmente, fue una tarde de puerta grande, en la que Palacio se proclamó rey de los novilleros. Suyo fue el trono de San Fermín en el estreno de la feria: barrió a El Mene, su compañero y rival aragonés, en una interesantísima novillada de Pincha, con muchos matices, notas para torear y peludas colgando (aunque... Ver Más