El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves, ordenó este domingo a nueve diáconos y siete presbíteros durante la misa de domingo celebrada en la catedral primada. El presbítero es un sacerdote, mientras que el diácono sirve como un auxiliar y puede hacer todo lo que hace el sacerdote, excepto confesar y dar misa. Cerro Chaves cree que «las tres claves» de un sacerdote es que «tiene que ser santo, sabio y sano», además de «pastor, padre, que hable del amor de Dios» y, sobre todo, «no vive con cara de ternera condenada a muerte, sino con la felicidad de quien ha conocido el amor». «El pueblo de Dios tiene mucho olfato: sabe cuando uno es santo y cuando sólo lo parece», afirmó el arzobispo, para quien «algunos creen que cuanto más raros son, más santos parecen, pero no: son raros, no santos». Los sacerdotes se ordenan «para ser pastor» y los diáconos «para servir, no para servirse de nadie», recordó el arzobispo, quien contó la reciente anécdota de una señora en Lourdes que se le acercó para pedirle «que los sacerdotes visiten a nuestros enfermos». Y «¡qué maravilla cuando vas por los pueblos y ves a un sacerdote que siempre tiene algo que hacer!». Tras la homilía llegó la liturgia de la ordenación. Los diáconos prometieron «respeto y obediencia» a Cerro Chaves «y a mis sucesores». Por su parte, los sacerdotes recibieron «el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo y cumple aquello que han enseñado». Además, «Jesucristo, el señor, a quien el padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo, te auxilie para satisfacer al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el sacrificio». Y, por último, «recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios, considera lo que realizas e imita lo que conmemoras y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor».