El miembro más calavera de Sanguijuelas del Guadiana, Juan, está contando el motivo por el que luce una cicatriz que le cruza parte de la frente y se pierde por un cuero cabelludo del que cuelgan algunas rastas. Sus otros dos compañeros de grupo han escuchado la historia mil veces, pero no dejan de partirse de risa en los cinco minutos largos de relato. El percance contiene mucho detalle, pero en esencia pasó esto: fiestas en Talarrubias (Badajoz), toda la noche de juerga y llega la hora de la vaquilla. Juan, botella de whisky en ristre, ve acercarse el animal y sale corriendo como alma que lleva el diablo. La vaquilla, perezosa, se detiene, pero él sigue acelerando, sin mirar atrás. Tropieza (se veía venir) y… catacrack, su cabeza se estampa contra una tarima de madera que se coloca en la plaza para que la gente se suba y evite al animal. La cabeza se le abre. La cosa es seria. No hay tiempo para llevarlo al hospital más cercano, a varios kilómetros de allí. En la enfermería de la plaza le cosen. 30 puntos de sutura. “Salí volando y al impactar me quedé inconsciente. Cuando me empezaron a coser, gritaba: ‘No me rapéis el pelo, por favor”, concluye, entre risas. Seguir leyendo