Mensaje para los que no son heavies o no se han sentido heavies al menos en algún periodo de su vida: ellos se lo pierden. El heavy metal va de lo que pasó anoche en el Metropolitano. De sentir la trascendencia del momento sin llegar a una explicación intelectual. Había que estar allí, con la camiseta negra de Eddie; dejar que el ritmo golpease en el estómago; corear las letras aunque no tengas la menor idea de lo que hablan (también pasa si sabes inglés); cerrar el puño y gritar al vecino en la cara “run to the hiiiiiils” y que él te responda “run for your liiiiiives”; dejar que el bramido de Bruce Dickinson libere a tus demonios; sentir, como dice el sociólogo alemán Hartmut Rosa, heavy irredento, “la transgresión existencial”. ¿Exagerado? Eso es que no estuvieron anoche en el estadio del Atlético. Los 55.000 que llenaron el recinto se sintieron tal cual. La liturgia la ofreció Iron Maiden, los más grandes en activo del género.Seguir leyendo