Miguel Bosé transportó al Icónica a los años 70

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Enamorados de un ídolo que marcó una época, de aquel muchacho que en los años 70 hizo latir más de un corazón al ritmo de su voz envolvente y su mirada desafiante, anoche más de 6.000 personas se dieron cita en la Plaza de España para rendir homenaje a Miguel Bosé . Lo hicieron con la emoción a flor de piel, en el marco del Icónica Santalucía Sevilla Fest , un festival patrocinado por ABC de Sevilla, que esta vez quiso celebrar con él un reencuentro tan nostálgico como electrizante. Y entre esa marea de recuerdos y pasión, una constelación de rostros conocidos tampoco quiso perdérselo. Se dejaron ver Eugenia Martínez de Irujo, Kiko Narváez, Joaquín Cortés, Maribel Verdú, María Barranco, Manuel Escribano y Laura Sánchez, Rafa Amargo, Olivia de Borbón, Charo Vega, Irene Ugarte, María José Suárez y Paz Padilla, entre muchos otros. Todos ellos, al igual que el resto de asistentes, se dejaron llevar por una noche que prometía magia... y la cumplió. El escenario, colmado de gradas y dispuesto como una orquesta de verano, se fue llenando de músicos vestidos de blanco impoluto , ocho en total, todos hombres, marcando una estética que parecía sacada de un sueño limpio y elegante. Y tras ellos, por fin, apareció él. Miguel Bosé. El ídolo. Con paso firme y presencia intacta, abrió la noche con el tema 'Mirarte'. Una sencilla coreografía, pero perfectamente coordinada , acompañó el inicio. Aunque no fue de las más coreadas, lo que llamó la atención fue la entereza de su voz, que se fundía de forma sorprendente con los instrumentos, como si saliera de los mismos altavoces de casa. Eso sí, había momentos en que la coordinación entre sus labios y el sonido generaba cierta confusión, como si una sombra de eco lo envolviera. Su acento, más grave, más denso, parecía el de otro Bosé , cuando hablaba con el público. Pero esa sensación fue desapareciendo a medida que la música avanzaba. Los asistentes, entusiasmados, rompieron en aplausos y algún que otro «¡bravo!» al terminar el primer tema. Le siguió 'Duende', que sí consiguió levantar al público. Aunque algunos pudieran cuestionar si el directo vocal era su punto más fuerte, el despliegue escénico, los visuales y la mística Bosé seguían intactos. El público no parecía esperar una demostración de potencia vocal, sino una noche para revivir lo que fueron , lo que sintieron, y lo que aún siguen siendo con él. Con 'Nena' llegó uno de los puntos álgidos de la noche. La pista vibró, cantó y saltó como si el tiempo no hubiera pasado. «Buenas noches Sevilla, y bienvenidos todos a esta noche que pretende y va a ser mágica e inigualable . Vamos a retomar un viaje que empezamos hace muchos años y esto no podía acabar así», saludó Bosé ante la ovación. Y no perdió el sentido del humor: «Hay un problema esta noche, y es que cuando suenen algunas canciones os van a recordar a cuando teníais 20 años… pero ya no tenéis 20 años», bromeó, arrancando risas y aplausos justo antes de lanzarse con 'Aire soy' y 'Bambú' . A esas alturas no quedaba nadie en la plaza que no cantara. Luego bajó la intensidad con 'Solo si' y 'Hacer por hacer' , antes de explotar con fuerza en 'Como un lobo'. En este tema, el público se adueñó del estribillo, coreando con una fuerza que retumbaba entre los muros históricos de la plaza. Fue entonces cuando el artista se puso serio: «La guerra jamás se va a acabar a menos que todos los ciudadanos nos pongamos firmes y les pidamos a los políticos que nos representan que nos devuelvan un derecho humano universal: el derecho a vivir en paz. Basta ya de tonterías. Estamos tragando mucha mierda. Estoy harto ya». Y con ese alegato, rompió en 'Nada particular', canción que caló aún más hondo por el contexto. Apareció después completamente de rojo, con una chaqueta larga que descendía como una cascada por las escaleras del escenario, para interpretar 'Olvídame tú', y entonces llegó uno de los momentos más esperados: 'Sevilla'. La dedicó con emoción visible: «Lo más bonito del mundo», dijo al acabarla, envuelto por vítores, entre olés y hasta alguna pataíta por bulería que arrancó sonrisas. La conexión con el público era total, y lo selló con un beso musical: 'Y puede que'. Tras presentar a su banda y con el concierto acercándose al final, regaló una última ronda de éxitos: 'Morena mía', 'Bandido' y 'Don Diablo'. Una traca final que devolvió los años dorados a quienes crecieron con él. Si el objetivo de Bosé era rejuvenecer a los sevillanos, aunque fuera solo durante dos horas, sin duda lo logró. El suyo fue un concierto hecho desde el recuerdo, para quienes buscaban un viaje al pasado sin nostalgia amarga, sino con el júbilo de saber que lo vivido fue tan bello que merece ser cantado una y otra vez.