El duro pero provechoso reto de compaginar estudios y trabajo

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Aunque compaginar la vida académica con un empleo no es el mejor de los escenarios para desarrollar un recorrido formativo pleno, es una realidad que forma parte de muchos estudiantes. Se trata, muchas veces, de una respuesta obligada a la falta de recursos familiares, a la imposibilidad de acceso a becas o al encarecimiento de la vida universitaria . Pero otras tantas, responde al deseo también de independencia económica o a una vía para ganar experiencia. Por eso, cada vez más jóvenes conviven con un pie dentro del aula y otro en el mundo laboral. Según datos del Ministerio de Trabajo y Economía Social en su informe sobre 'Jóvenes y mercado de trabajo' correspondiente al primer trimestre del año, el 24,2 % de los jóvenes de entre 16 y 29 años que están estudiando, también se encuentran ocupados. Una cifra que refleja, no solo una tendencia creciente, sino una normalización de esta doble circunstancia. El mercado laboral también parece haber asumido esta realidad y cada vez más se ofertan trabajos a tiempo parcial y en remoto. Según datos de InfoJobs de junio, el 17,6% de las ofertas publicadas estaban orientadas a jornada parcial, un formato que facilita, al menos en lo práctico, la compatibilidad con horarios académicos. Se trata principalmente de empleos ligados al sector servicios como atención al cliente, promotores, dependientes, tareas logísticas o reposición en comercios. Muchos se concentran en fines de semana o franjas horarias fuera del horario lectivo. Y con vistas a los meses de verano, encontramos demanda de perfiles como profesores, monitores o socorristas que suplen las necesidades estacionales de ocio, refuerzo educativo y actividades al aire libre. Son empleos que, aunque de corta duración, ofrecen ingresos complementarios y permiten a muchos estudiantes ajustar su carga laboral sin interferir con el calendario académico. Alba Sáez está en su último año del grado en Ingeniería en Organización Industrial. Como todos los estudiantes de carreras técnicas , sabía que tenía que hacer prácticas antes de finalizar, así que las empezó antes de lo habitual, movida por la idea de que la experiencia pesa, y mucho. «En ingeniería valoran muchísimo que hayas trabajado, y yo quería tener algo más que teoría cuando terminara», explica. Durante varios meses compaginó sus clases con una media jornada en prácticas (de ocho de la mañana a cuatro de la tarde) en un centro logístico. Lo que vino después fue el desgaste . «Llegaba a casa completamente agotada y no era cansancio físico sino más bien una experiencia profesional frustrante», asegura. «No me metí en una ingeniería para cortar imanes y archivar carpetas, por eso a los tres meses, aunque el contrato era de un año, renuncié y me fui». Se dio un tiempo para centrarse en los exámenes y después comenzó una nueva búsqueda. Ahora trabaja también a tiempo parcial en Escribano Mechanical & Engineering en el departamento de ingeniería de fabricación mientras prepara el TFG. «Aquí veo cosas que me interesan, que tienen que ver con lo que he estudiado. Veo cómo funciona una fábrica por dentro, cómo se pueden mejorar procesos, cómo aplicar herramientas que antes solo conocía en los libros. Esto sí tiene sentido». Pero su esfuerzo no solo está en dividir el día entre trabajo y estudio. Pese a justificar su situación, la universidad no siempre es comprensiva. «He pedido no asistir a presentaciones de grupo que no eran mías porque tenía que salir del trabajo y después recuperar esas horas. Me respondían que era obligatorio estar, porque el grado es presencial ». En un principio, desde la universidad, en este caso la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), ofrecen márgenes de flexibilidad suficientes si se acredita estar trabajando, pero, según explica Alba, «son los propios profesores los que no contemplan esta dualidad. Lo paradójico es que teniendo que cursar unas prácticas obligatorias, «¿no debería entenderse que es necesaria esa flexibilidad?». El problema no es solo de tiempo, «es que el sistema te exige como si no tuvieras otras responsabilidades. Y eso no es real. Somos muchos los que compaginamos estudio y trabajo, y lo hacemos como podemos. Lo que necesitamos no es que nos lo regalen, sino que nos lo hagan posible». Desde la Universidad de Alcalá reconocen que compaginar ambos no es sencillo, y que el sistema actual no siempre ofrece las condiciones adecuadas para que esta doble realidad funcione. Eva Senra, vicerrectora de Estudiantes, Emprendimiento y Empleabilidad de la UAH, recuerda que «la conciliación es ya un derecho recogido en el artículo 33 de la Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU), donde se establece expresamente que el diseño de las actividades académicas debe facilitar la compatibilidad con la vida laboral y familiar». Aun así, admite que «la intensa carga de presencialidad y dedicación del proceso de evaluación continua hacen muy difícil compaginar ambas. Dificultades que se agravan, añade, en aquellas titulaciones con una alta exigencia de prácticas o laboratorios presenciales». La UAH contempla algunos mecanismos de adaptación como la posibilidad de solicitar cambios de turno por motivos laborales, o la renuncia a la evaluación continua en favor de fórmulas más flexibles. Sin embargo, la vicerrectora reconoce que queda «mucho camino por recorrer» para que la conciliación deje de ser una excepción negociada entre estudiante y profesor, y pase a formar parte estructural del diseño académico. «Un estudiante que trabaja no debería ser un estudiante de segunda», subraya Senra. Muy al contrario, su experiencia laboral puede complementar y enriquecer la formación, aportando habilidades que se integrarán con naturalidad en su futura inserción profesional . Por eso, explica, la universidad no debe penalizar esa experiencia, sino acompañarla. En esa línea, la UAH ha comenzado a trabajar, a propuesta del Consejo de Estudiantes, en un Plan de Conciliación del Estudiantado, que contempla medidas como la gestión más participativa de los horarios, la posibilidad de realizar tutorías y revisiones de forma telemática, y el reconocimiento del contrato laboral como causa justificada para modificar la fecha de una evaluación. En esta misma Universidad, Hugo Pérez compagina desde hace medio año un grado de Arquitectura con un trabajo como delineante en una empresa de ingeniería e instalaciones. De lunes a jueves trabaja media jornada y los viernes, jornada completa. Lo eligió como iniciativa propia porque quería salir de la carrera con experiencia real. «Cuando terminé el grado superior en Proyectos de Edificación me salieron varias ofertas, pero no me decidí hasta que no me vi preparado». En su caso, cree que el empleo complementa y refuerza su formación académica: «Hay cosas que en clase te las explican, pero hasta que no las ves en una obra, no terminas de entenderlas. Dibujar planos está bien, pero verlos montarse te cambia la perspectiva. Aprendes por todos lados». Esa conexión entre teoría y práctica aligera el aprendizaje, pero no elimina la carga. «El mayor problema es sacar tiempo para todo. Los trabajos en grupo son difíciles de coordinar porque muchos compañeros también trabajan. Y los proyectos individuales te exigen horas que no siempre tienes». La universidad, reconoce, pone más facilidades en los exámenes que en el día a día . «Si justificas que trabajas, puedes ajustar fechas. Pero el resto del tiempo, necesitas estar muy centrado, porque si te despistas, tiras más hacia el trabajo porque es quien te paga». Aún así, Hugo se siente motivado. «Me organizo bien. Trabajo, voy a clase, y todavía me queda tiempo para estar con mis amigos. Es un esfuerzo grande, pero también una satisfacción personal. Voy a seguir así mientras pueda o hasta que vea que me sobrepasa». Otro caso distinto es el de Miguel. Estudia un grado superior de Informática en modalidad online y trabaja los fines de semana y festivos en una empresa logística. Su rutina es exigente, pero tiene claro por qué lo hace: «Quiero mantener mi independencia económica y no quedarme atrapado en un trabajo que no me representa». Su trayectoria no ha sido para nada lineal. Estudió un grado superior de Imagen para el Diagnóstico y Medicina Nuclear, pero al terminar, no encontró empleo en el sector. «Y además no era lo que me esperaba. Me di cuenta de que no quería seguir por ahí». Durante ese paréntesis empezó a trabajar en GXO, una empresa del sector logístico a tiempo completo, y fue allí donde tomó la decisión de volver a estudiar y comenzar de nuevo sin que la experiencia laboral y formativa aporte a sus estudios actuales. «Estoy obteniendo buenos resultados. Me siento mucho más enfocado y con una idea más clara de lo que quiero». Para él, estudiar no es solo mejorar un perfil profesional, sino una forma de recuperar la motivación y abrirse a un futuro más ilusionante.