El estrés se está volviendo la adicción silenciosa que domina el siglo XXI

Wait 5 sec.

En una sociedad donde estar ocupado es sinónimo de éxito y el descanso se percibe como una pérdida de tiempo, el estrés ha dejado de ser un síntoma pasajero para convertirse en una adicción legitimada por la cultura del rendimiento, que apunta a convertirse en la próxima pandemia a enfrentar por parte de las autoridades.Así lo advierte la Doctora María José García Rubio, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), en un análisis que lanza una señal de alarma, frente a que “estamos inmersos en un ciclo que, bajo el disfraz de la eficiencia, está deteriorando silenciosamente nuestra salud física y mental”.Puede interesarle: Preocupa caída de exportaciones colombianas a EE. UU. y China por petróleo y carbónEl informe, titulado “El estrés, la peligrosa adicción del siglo XXI”, plantea que esta respuesta biológica, originalmente diseñada para situaciones puntuales de peligro, se ha transformado en un estímulo adictivo que activa los mismos circuitos cerebrales que sustancias como el cannabis o la cocaína.La liberación constante de cortisol, adrenalina y la estimulación del sistema de recompensa dopaminérgico generan un estado de alerta y eficiencia momentánea que muchas personas buscan repetir una y otra vez, sin notar que están cayendo en una espiral de sobreexigencia.Las acciones poco saludables para reducir el estrés.iStock“Lo preocupante es que este estado se percibe como funcional. Las personas rinden más en el corto plazo, lo cual refuerza el patrón. Pero el costo es enorme”, explica la Dra. García Rubio, quien también es codirectora de la cátedra VIUNED de Neurociencia Global y Cambio Social.Por otra parte, en América Latina, la situación es especialmente preocupante, ya que según el State of the Global Workplace Report de la consultora Gallup, el 44% de los trabajadores en la región reportaron niveles altos de estrés en 2024, por encima del promedio mundial y aunque el ámbito laboral sigue siendo el principal desencadenante, el estrés ha invadido espacios como la vida personal, los estudios, la crianza, la salud.El cuerpo y la mente envían señales, pero muchas veces no las escuchamos. Síntomas como fatiga persistente, insomnio, problemas digestivos, irritabilidad y ansiedad se han vuelto tan comunes que se consideran parte normal de la vida adulta. Sin embargo, la Dra. García Rubio insiste en que son alertas claras de un organismo en modo supervivencia, atrapado en un bucle de activación constante sin tiempo para la recuperación.Consulte aquí: Pesimismo en la economía colombiana afloja, pero no se va del todoA nivel cognitivo, el estrés crónico deteriora funciones clave y esta experta explica que afecta la toma de decisiones, favorece las respuestas impulsivas, dificulta la planificación y bloquea la capacidad de establecer prioridades. Este deterioro impacta no solo el desempeño profesional, sino también la vida personal y las relaciones sociales.En los casos más avanzados, la adicción al estrés deriva en la pérdida de interés por actividades antes placenteras, lo cual es un síntoma temprano de trastornos depresivos, ya que el comportamiento también se modifica y muchas personas dependen del café, el tabaco, el alcohol o las pantallas para mantenerse activas o desconectarse. Al mismo tiempo, se desdibujan los límites entre la jornada laboral y el tiempo personal, consolidando un modelo de hiperproductividad en el que descansar parece un lujo.EstrésiStockPero el problema va más allá del individuo y el informe de la VIU subraya que el estrés no es solo un fenómeno biológico o psicológico, sino también sociocultural, ya que se vive en entornos donde estar ocupado equivale a ser exitoso, y tomarse una pausa se percibe como debilidad. Esta distorsión se reproduce en oficinas, universidades e incluso en los hogares.“Para romper con esta dinámica, es urgente replantear el concepto de productividad. No se trata de hacer más, sino de hacer mejor, con sostenibilidad y bienestar”, señala la experta, quien alerta que esto implica cambiar el paradigma cultural y dejar de glorificar el agotamiento, validar el descanso, y medir el rendimiento no solo en cantidad, sino también en calidad.Lea también: Búsqueda de altos ejecutivos: 60% de empresas va a firmas especializadas para hallarlosAsí mismo, sostiene que desde la perspectiva organizacional, las empresas tienen una responsabilidad clave, ya que es necesario establecer límites claros entre trabajo y vida personal, implementar políticas de bienestar mental, y promover culturas laborales que no premien el sacrificio constante.“A nivel individual, se deben cultivar hábitos que favorezcan la desconexión, la meditación, el ejercicio físico y el autocuidado. Pero, como indica el informe, ninguna solución será efectiva sin un cambio colectivo en la manera cómo entendemos el éxito”, concluyó.Esta investigadora cerró diciendo que el estrés ya no es solo un mal necesario o una reacción pasajera y se ha convertido en una adicción peligrosa, silenciosa y profundamente normalizada; por lo que si no se interviene a tiempo, el precio será una generación desgastada, atrapada en un ideal de eficiencia que socava su salud emocional.