Llegaba el Inter con varios logros. Por ejemplo, vencer al Barça en semis, un hueso. Y con el orgullo de meterse en una final solo dos años después de caer, por poco, contra el City. A esta final de Champions llegaba si no como favorito, con muchas opciones. Un equipo de esos que se dicen rocosos, con un planteamiento difícil de ver en 2025: tres centrales, dos carrileros profundos, un centro del campo superpoblado y dos delanteros centros. Y contra un equipo difícil de manejar, que en cualquiera te mete en un aprieto, el PSG le dio un baño en una de las finales menos disputadas en años. Se fue al descanso el PSG con dos goles por arriba. Dos golpes que no eran definitivos, menos aún cuando arriba está Lautaro, un nueve puro con muchos recursos.Après tant d'années, ce tweet dont on a tant rêvé :CHAMPIONS D'EUROPE !! 🏆❤️💙 pic.twitter.com/iHUugyDkFh— Paris Saint-Germain (@PSG_inside) May 31, 2025Y nada que hacer a la vuelta. Ni apretó el Inter, ni fue capaz de imponerle las manijas al reloj, que marcaba las horas, los minutos y los segundos tal y como convenían al PSG. Un conjunto que, por primera vez, ha logrado competir sin depender de estrellas. Para muchos, habría sido un año de transición tras la marcha de Mbappé. Pero no para Luis Enrique, un competidor que encontró en la etapa post-Kylian a un equipo humilde con capacidad de hacer lo que se le pedía, sin condicionantes, y con hambre.Estrellas tiene el PSG. Achraf lo es. Como Donnarumma. Pero otras se han cocido al fuego del asturiano. Vitinha apunta a centrocampista de época. Tiene desde el pase mágico hasta la tranquila contención e imposición del balón. Thuram lo intenta en un córner, el poco peligro que llevó el Inter.Increíble también cómo ha crecido Demebelé. El ex del Barça que se fue justo cuando empezó a carburar de blaugrana, tras años en un desierto deportivo y emocional. Ahora, vistas las vitrinas, con el completo de títulos del PSG, puede ser Balón de Oro.Un equipo, el PSG, no se olvide, formado a talonario. Un equipo segundón en su país, con historia europea escasa, que se ha convertido en grande por el empeño qatarí. Pero que, por fin, parece un equipo. Mucho mejor que aquel que en la final de la pandemia cayó ante el Bayern. Mucho mejor que el que reunió a Messi, Neymar y Mbappé. Han tenido que irse tres jugadores históricos para al fin lograr lo que ansiaba Qatar, una Champions, la segunda de la historia para el fútbol francés, anormalmente secundario en el fútbol de clubes.El bombón 'colorao' pone el compásY es también la final, y el año, de Fabián Ruiz. El de Los Palacios empezaba la temporada tras celebrar la Eurocopa con España. Un jugador fundamental para Luis Enrique, que al principio no creía en él. Pero allá donde ha ido, Ruiz ha triunfado. En el Betis, en el Nápoles, en la Selección, y por fin en el PSG. Sin el brillo de los highlights que a veces regala Vitinha, es el mejor compañero del portugués. Estará el palaciego, seguro, en la lista de los 30 para el Balón de Oro. Y si se insiste no es porque tenga valor real -el fútbol es los equipos-, es que resume que por fin la calidad de Fabián va a ser visibilizada.Fabián es un jugador tranquilo en el carácter, en el peinado y en el juego. Sin excesos, le ha ganado el sitio a una de las perlas parisinas, Zaire-Emery, que era niño bonito de la institución. Por algo es. Porque Fabián hace equipo silenciosamente. Porque sin jugadores como Fabián no existe el fútbol. Es el denominador común de cualquier equipo que quiera ser bueno. Control, cabeza, el cambio de juego, el metrónomo.Doue, jugador del partido. Y le da el exbético -o bético, a secas- a Los Palacios la última gran competición que le quedaba, la Champions, la Copa de Europa. Había Mundial, Eurocopa y hasta Liga de las Naciones. Había Liga, Copa y Supercopa de España, las de Gavi; Europa League, Supercopa de Europa, las de Navas.Pero quedaba la Champions para este pueblo a un pasito de Sevilla, que ha regalado jugadores al Betis, al Sevilla y al mundo entero. El fútbol andaluz, con un talento de sello propio, vuelve a celebrar en cierta forma. Uno de esos niños que llevaron en el bolsillo el carné de federado en la Andaluza, la RFAF, está en lo más alto. Marcando compás. Volando, con un 5-0, ni más ni menos.