La plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla vivió anoche uno de esos momentos que ya son historia para la música española. Pastora Soler, la coriana que conquistó escenarios desde bien niña, celebró sus 30 años de carrera con un concierto inolvidable , arropada por un público entregado que abarrotó los tendidos bajo un calor implacable. El tour 'Rosas y Espinas. 30 años' hizo parada en su tierra, y no podía haber lugar más simbólico que el coso del Arenal, donde los abanicos no descansaron ni un instante, ni tampoco los aplausos. El malagueño Ginés González fue el encargado de abrir la velada como telonero, con un repertorio breve pero muy coreado. Comenzó con 'No dudaría' y, tras dedicar unas palabras de agradecimiento a la anfitriona de la noche, continuó con 'Loca de remate', 'Soy afortunado' y el clásico 'Se nos rompió el amor', dejando el listón alto y una atmósfera ya cargada de emoción. Minutos antes del comienzo del espectáculo principal, el calor se convirtió en protagonista. Los más de 35 grados se dejaron notar entre los asistentes, con cientos de abanicos moviéndose al unísono en busca de un poco de alivio. Las colas para acceder al recinto fueron largas, con tapones humanos en los pasillos y accesos completamente desbordados, fruto de la expectación que generaba este aniversario tan señalado. La noche fue tan intensa que incluso fue necesaria la intervención de los servicios sanitarios para atender varios desmayos. Nadie quería perdérselo, tampoco rostros conocidos como María José Suárez, Eva González o Jesús Navas, que se dejaron ver entre el público. A las 21:40, con las últimas luces del día aún sobre el ruedo, se apagaron las luces del escenario mientras las pantallas proyectaban imágenes de archivo que recorrían las tres décadas de carrera de la artista. «Los sueños se hacen realidad. Cree en ti», se leía mientras se escuchaban los primeros acordes y el público rompía en vítores. Pastora apareció con una imponente bata de cola roja, de mangas abullonadas que simulaban rosas, arrancando con 'Capote de grana y oro', 'Señorío' de Juanita Reina y 'Triniá', en un sentido homenaje a sus raíces copleras. El público, muchos en pie desde el primer tema, lanzó rosas al escenario en señal de devoción. La voz de Pastora brilló especialmente en 'Torre de arena', con una ejecución impecable que dejó atónito al respetable y marcó el cierre del primer bloque coplero , ovacionado con una calidez que solo se da en casa. Tras un breve apagón, las pantallas mostraron vídeos de una joven Pastora —entonces Pili Sánchez— en sus primeras actuaciones televisivas. Con un cambio de vestuario, esta vez en un vestido largo plateado, y entre cañones de fuego frío, la artista sorprendió al interpretar 'I Have Nothing' de Whitney Houston, un momento de diva internacional que emocionó tanto como impresionó por su potencia vocal. «Tenía muchas ganas de decir: buenas noches, Sevilla», saludó emocionada. «Gracias por estar conmigo desde antes de empezar mi carrera. Gracias por apoyar a esa Pili Sánchez», dijo con la voz temblorosa. Confesó cómo Juanita Reina fue el origen de todo, y cómo, a los 14 años, el cambio de nombre le hizo sentir que vivía dentro de una película. No ocultó las espinas del camino : los fracasos, el control al que fue sometida en sus comienzos, y cómo la música la obligó a aparcar una carrera universitaria para volcarse por completo en su vocación. Aunque algunos problemas técnicos con el micrófono dificultaron este segundo tramo, Pastora los sorteó con soltura y tiró de energía con un popurrí compuesto por 'No hay manera', 'Diki Diki', 'Dámela ya' y 'Corazón congelado'. Fue aquí donde la artista empezó a bailar contagiada por un público que ya estaba completamente entregado . Pasadas las dos horas de show, Pastora regresó con 'La mala costumbre' y 'Flor de romero', con el público de nuevo en pie. 'Debería llamarme Patosa Soler', decía entre risas antes de rematar con 'Qué va a ser de mí', tras recordar con cariño sus inicios en Madrid y las historias amorosas que marcaron esa etapa. Con una complicidad natural, Soler intercalaba canciones y confidencias: 'Yo lo voy a contar todo cronológicamente', bromeaba. Así fue avanzando hacia los 2000, años de éxito pero también de espinas. Interpretó 'En mi soledad' y 'Herida', que llevaron a muchos en las primeras filas a levantarse y cantar con ella. El concierto se convirtió entonces en una especie de relato biográfico, cargado de anécdotas sobre sus inicios, sus relaciones y las lecciones aprendidas. No evitó hablar de relaciones tóxicas ni de inseguridades, dejando claro que para ella era vital estar enamorada para poder interpretar con autenticidad. Continuaron con el tema 'Que paren el mundo', que precedió una nueva tanda de proyecciones en las pantallas. Esta vez, el protagonista era Manuel Carrasco, con quien Pastora comparte el tema 'Esta vez quiero ser yo', que sirvió de puente hacia la década de los 2010 y marcó también un nuevo cambio de vestuario. Fue entonces cuando la artista quiso hablar de las amistades que le ha regalado la música. Mencionó especialmente a la compositora Vanesa Martín, quien le mandó un mensaje grabado que se proyectó en las pantallas, y entonó a capela el inicio de la canción que comparten: 'Perdóname'. Tras una breve pausa visual, Pastora apareció de nuevo en escena, esta vez caminando entre el público mientras interpretaba 'La mala costumbre'. El tema concluyó a los pies del escenario, rodeada de un público en pie que no cesaba de aplaudirle y que le ofreció un ramo de flores azules. La cantante, visiblemente emocionada, se resistía a subir al escenario: «Ahora voy a contar todo lo que hoy llevo aguantándome. Esto para mi padre era un templo; incluso se arrodillaba. Lo traía de la mano su padre a esta plaza…». Verla ahora cumplir su sueño y cantar esa canción, que ella misma reconoce como una de las más complicadas de su repertorio, fue un momento de pura verdad. Una vez en el escenario, tuvo un gesto especial con el colectivo LGTBIQ+, al que dedicó unas palabras antes de interpretar 'Digan lo que digan', ataviada con un mantoncillo con los colores de la bandera del orgullo. Después llegó otro de los momentos más icónicos de la noche : su paso por Eurovisión. Pastora confesó que, en un principio, se mostró reacia a participar, pero que finalmente se convirtió en una experiencia transformadora. Las pantallas mostraron imágenes de los ensayos, los preparativos y los momentos previos a la gran final, antes de que interpretara 'Quédate conmigo' con el vestido original del certamen. Al terminar, la plaza entera coreó el clásico «¡Ganadora, ganadora!», emocionando de nuevo a la artista, a pesar de que no pudo ser en su momento. Soler se retiró momentáneamente para que sus músicos se presentaran y regresó con nuevo vestuario para interpretar 'Vive', momento que aprovechó para bromear sobre los continuos cambios de ropa. Tras su vuelta de Eurovisión, recordó que en 2014 publicó un nuevo álbum con canciones como 'Te esperaré', un tema que anoche fue coreado con fuerza por el público, convirtiéndose en otro de los grandes hitos de esta velada tan especial. El broche final vino de 'La tormenta', 'Invencible', 'Amigas', 'Te diré que sí', 'Del cielo a mi corazón'. Continuó con la bulería 'El río de mi Sevilla' de Lole y Manuel y continuó con 'Que tambien es de Sevilla' y su tema 'Volver a Sevilla' y 'Sevilla' de Rocío Jurado para celebrar que hace tan solo unos días recibió la medalla de la ciudad. Anoche, Pastora Soler no solo repasó 30 años de carrera, sino que ofreció un testimonio valiente, emotivo y profundamente sincero. Una noche en la que las rosas brillaron, las espinas no se ocultaron y, sobre todo, Sevilla respondió con el cariño y la admiración que se le tiene a una de las grandes.