La Feria de Córdoba se despide con su espíritu intacto: convivencia, legado y acervo cultural

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¿Se puede resumir toda una Feria de Córdoba ? ¿Condensar sus vivencias y múltiples facetas? ¿Compendiar en pocas líneas las diferentes experiencias que genera la última fiesta de mayo? Tras ella, multitud de ediciones anteriores entroncan y se unen igualmente al árbol genealógico de los cordobeses, a otros lugares y otras fechas. Es el peso de la tradición , por el que se recibe un regalo que se espera dar a otro más tarde. La Feria llega a su último sábado como empezó, con una asistencia masiva cuyos números más concretos se conocerán dentro de unos días. Sin embargo, la Feria de Córdoba es mucho más que miles de personas arriba o abajo o la ruptura de algún récord siempre efímero y superficial. Es el momento del encuentro y la amistad, del recuerdo y la evocación. Y, por supuesto, de la continuidad de las costumbres arraigadas, del homenaje a la herencia común. Se puede contestar que sí a las preguntas planteadas al principio. Y esa respuesta afirmativa viene dada por personas que representan o simbolizan el espíritu de la Feria . Podemos tomar a una de ellas como ejemplo. La llamaremos Antonio, el nombre más común en Córdoba, y le pondremos Arenal de apellido, por el recinto del que casi no ha salido. Este apodo con cierta sorna, Antonio Arenal, encierra a un conocido empresario real de la ciudad, de 50 años, que solamente ha contado con un día de descanso durante la fiesta. Su afición a la Feria empezó gracias a sus padres , cuando de pequeño «me metían en una caseta y me aburría de ver a gente bailar sevillanas, sin saber muy bien de qué iba aquello». La añorada Feria de la avenida de la Victoria afianzó su conocimiento de la tradición, a partir del cual se hizo garante de sus raíces e incluso le ha pasado el testigo a sus hijas. Antonio Arenal ha tocado todos los palos, desde la comida previa con los socios de una caseta tradicional hasta la reunión familiar; desde la quedada con antiguos compañeros del colegio hasta el encuentro con aficionados al Córdoba C.F. No ha faltado la asistencia a conciertos de grupos de versiones, ni el recorrido por casetas como La Castañuela, La Yerbabuena, Al Alimón, El Lagarillo, La Lola o La Quijotá. ¿Cuál es el secreto para poder disfrutar de tantos días en un evento a veces agotador? Antonio Arenal da las claves con gran sentido del humor: «Tener a una pareja a la que le guste la Feria, a los hijos mayores para no pisar la calle del Infierno, tomar cervezas y muy poco alcohol de alta graduación, y utilizar siempre los mismos zapatos , repasados rápidamente con toallitas de bebé». Tal ajetreo tuvo su correspondiente eco en las redes sociales, donde llegó a suscitar la curiosidad de la familia que le acogió durante su COU en Estados Unidos, allá por 1991. Así que tuvo que explicar en Facebook lo que era la Feria de Córdoba a unos naturales de Indiana. ¿Y qué es? Convivencia, legado y acervo cultural . El último sábado podría confundirse con el primero. Ríos de personas acudiendo al recinto, autobuses atestados de gente, la portada convertida en un inmenso 'photocall' y las calles en un vaivén constante, como si se cerrase un círculo abierto hace nueve días tal y como empezó. Tradicionalmente, este sábado era el de las visitas desde la provincia . Y lo sigue siendo, pero sólo en parte. La propia evolución de la Feria y del ocio en general hacen que cada vez menos días tengan una significación concreta, antaño mucho más acusada. En la entrada, junto a las gigantescas macetas puestas por el Ayuntamiento, un grupo de nueve personas mayores procedente de Montilla , realizan las pertinentes fotos antes de acudir a un almuerzo con familiares de la capital. Son Agustín, Roberto, Cipriano, Rafael, Teresa, Rocío, María, Concha y Mari Paz. En muchas ocasiones anteriores han acudido al recinto de El Arenal durante algún fin de semana, y desde jóvenes. «Nos quedamos con nuestra feria, porque es nuestra, pero la de Córdoba siempre nos ha encantado». ¿Y qué es lo que más les gusta ? «El buen ambiente y la variedad de casetas». Un grupo de seis amigos de mediana edad, procedentes de Lucena -Luis, Rafael, Paco, Maite, Mari Reme y Manoli- tienen como costumbre desde hace más de quince años acudir a El Arenal el sábado, como colofón a una primavera lucentina también nutrida de celebraciones, puesto que cuentan con las famosas fiesta aracelitanas . «Hace tiempo que pusimos una comida de convivencia en la Feria de Córdoba, como forma de reunirnos todos los amigos posibles, en ocasiones hemos estado casi veinte, depende de los trabajos y obligaciones de cada uno», explican. Su plan consiste en un almuerzo y, posteriormente un recorrido por diversas casetas: «Ahora escogemos aquellas en las que haga más fresquito ». Tras los mayores o maduros, los jóvenes de la provincia también se acercarán a la Feria durante una noche que se alargará hasta el amanecer , una vez exprimida completamente la diversión. La Feria de Córdoba se vive, se comparte y se hereda. Cada edición suma recuerdos a cada familia o grupo de amigos. La tradición se renueva sin perder un ápice de su esencia. La memoria compartida y el amor por las raíces reflejan esa identidad cordobesa abierta, llana y festiva que acoge a personas de cualquier edad y procedencia año tras año. Siempre con la misma alegría. Siempre con la misma hospitalidad . Porque, en el fondo, lo importante no es contar la Feria, sino volver a ella desde que esta fiesta prendió la llama en cada uno quizá siendo muy joven.