El régimen de Ortega y Murillo agrava la deriva dictatorial de Nicaragua

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Durante los 25 días en que Daniel Ortega no compareció públicamente —y, sobre todo, tras su inusual ausencia en el acto del natalicio de Augusto C. Sandino, el pasado 18 de mayo— se desataron todo tipo de rumores sobre su estado de salud. Incluso, sobre su posible muerte. Fue la primera vez en 45 años que el autócrata faltó a una de las citas más simbólicas del sandinismo, dedicada a su figura hagiográfica por excelencia. Pero la noche del 24 de mayo reapareció, flanqueado por esposa, la “copresidenta” Rosario Murillo y los cabecillas de su aparato estatal, durante un acto de entrega de autobuses donados por China. Se le veía demacrado, con la piel pálida y los gestos ralentizados, propios de un anciano próximo a cumplir 80 años. Aun así, mantuvo su verbo incendiario: llamó “basura” a sus opositores y repitió los mantras del régimen. Mientras Ortega se ausentaba del escenario público, el poder que controla en Nicaragua seguía en plena ofensiva: en lo que va de 2025, su maquinaria represiva ha alcanzado nuevos extremos.Seguir leyendo