Hoy es Leire, ayer Jésica, y Koldo, y Aldama, y un tal Hamlym y otro tal Pérez Dolset; y unos personajes, cada cual más improbable; unas grabaciones por aquí y otras por allá. Que “Sánchez lo sabía” (qué es lo que sabía Sánchez no es el problema, sino simplemente que, ¡oh, maldición, lo sabía!); y un correo electrónico filtrado por el fiscal general, de cuyo contenido ya nos hemos olvidado; y el hermano del presidente que “no sabía dónde trabajaba”; y venga y venga a entrar gente en los juzgados y misteriosas grabaciones de conversaciones privadas.Yo, que me tengo por un señor en general bien informado, ya no sé ni de qué causa hablan ni cuáles son los delitos cometidos. Porque se mezclan las acusaciones con cierto sustento con las que no tienen ninguno. Las acusaciones populares promovidas por los fachas, con las de la Fiscalía. Las grabaciones honestas de probos funcionarios de la Guardia Civil y la Policía con las que han filtrado algunos mendas corruptos uniformados, que le sacan unos eurillos a las grabaciones difundidas con mala fe…Es como si un bromista hubiera acelerado el motor del lanzapelotas. Ni siquiera Alcaraz podría hacer una labor digna ante una máquina que escupe bolas a toda velocidad sin dar tiempo a que el campeón vaya respondiendo. El espectador solo ve caos y desorden.Y así estamos… Ves la televisión y escuchas la radio y pasas unos minutos en las redes y observas un país desquiciado, abrumado por “la corrupción”, caótico, paralizado. Y una mafia en el Gobierno. El miércoles mismo no menos de una decena de portavoces del PP, ese partido tan moderado y modélico, salió en tromba para escupir la palabra. Literal: “Mafia”. Hace un mes, con el apagón, la consigna fue que España no funciona. Casi un Estado fallido. Esta semana la consigna es que “nos gobierna la Mafia”.Lo jodido es que parece que funciona. Mucha gente, no precisamente lectora de infoLibre ni probablemente de ningún otro medio, asiste al espectáculo del tenista abrumado por el lanzapelotas acelerado, que no para y termina por enterrar al campeón. La espectadora, bondadosa, no entiende mucho de los detalles, pero percibe un desorden, una angustia, una desazón. Y se aleja de la política, y, como Sazatornil en la maravillosa La escopeta nacional, se convierte en el ciudadano “apolítico, total, de derechas como mi padre”. Se sabe que en el mundo entero la desafección política y la desmovilización afectan mucho más a la izquierda que a la derecha, que va directa de misa al colegio electoral.Y es así como, siguiendo la consigna de Aznar para que “el que pueda hacer que haga”, la confluencia de unos cuantos maleantes cutres cercanos al PSOE, los magistrados justicieros con divina misión, algunos agentes policiales de chicle, gorra y mondadientes, los ultracatólicos, los agitadores de Chamartín, y Núñez Feijóo rematando con su coro la tarea, nos presenta esta fotografía distorsionada de España. Nada que ver con esa otra foto del país próspero, pacífico, tolerante, equilibrado, solidario y agradable, al que todo el mundo quiere venir, ahora incluso desde los mismísimos Estados Unidos de América. A pesar de Sánchez, dirán. Para no creer.