Drones, cámaras de videovigilancia, teléfonos por satélite, sistemas GPS... La panoplia tecnológica desplegada junto a las marismas de Doñana para garantizar la seguridad y dar cuenta de uno de los acontecimientos sociales y religiosos más importantes de España, tuvo unos orígenes sorprendentes: el deseo de un grupo de vecinos de El Rocío de independizarse del municipio de Almonte , un impulso que ni los más profundos conocedores de la historia de la comarca consiguen explicarse un siglo después. Fue en 1925, año en el que la aldea onubense recibió su primera línea telefónica, cuando esta voluntad segregacionista surgió en una de las comunidades más miserables de la provincia. Hace cien años, España vivía bajo la dictadura de Primo de Rivera , que había publicado un nuevo Estatuto Municipal el año anterior. Este documento, influenciado sin duda por la corriente progresista y demócrata que trajo el Regeneracionismo , incluía en su artículo 16 la posibilidad de que pequeños grupos de población se gestionaran en régimen asambleario. Fue entonces cuando un grupo de aldeanos del Rocío pidió la independencia de Almonte, agarrándose a esta normativa. El 16 de abril, el gobierno municipal almonteño discutió el asunto en sesión extraordinaria, rechazando la petición por considerarse fuera de la normativa exigida. Así nos lo cuenta el escritor almonteño y vecino de la aldea Juan Villa , que tras bucear en las actas capitulares concluyó que el simple hecho de que un asunto como este se pusiera encima de la mesa resultaba algo «estrambótico». Y su perplejidad tiene fundamento, ya que El Rocío de 1925 era una aldea de menos de 200 habitantes que «no tenían donde caerse muertos». No había una estructura social que aspirara a esa independencia porque su modo de vida era el de un grupo de «depredadores», una población que se dividía entre «pobres, muy pobres y una gran mayoría de miserables». Para el autor de 'El Rocío antes del alba. Historia de la aldea', el movimiento debió surgir «forzosamente» de quienes sí tenían cierto poder allí, refiriéndose a dos o tres familias de Almonte que habían comprado tierras durante las desamortizaciones del siglo XIX . Estas familias, que «un poco mandaban y ordenaban en el Rocío», incluían apellidos vinculados aún hoy a las camaristas de la Virgen. Pero tampoco este vínculo resulta verosímil, ya que era gente «muy de Almonte» que ni por asomo tendría entre sus pensamientos estas veleidades jurisdiccionales. Aunque la independencia fue rechazada, el «barullo» armado por los vecinos no quedó sin respuesta. El Ayuntamiento de Almonte concedió una serie de mejoras para contentar a los levantiscos: la visita regular de un médico , la creación de una escuela , mejoras del camino a Almonte, el sembrado de arboledas en el entorno de la aldea... y un teléfono para uso público. La instalación telefónica constaba de una línea que partía desde Almonte con 400 postes de tendido de red, una obra considerable para conectar una aldea que carecía de luz, agua corriente y donde la única infraestructura educativa era una escuela prometida que no se construiría hasta 1931. El teléfono se ubicó en el cuartel de la Guardia Civil, el único edificio oficial de la aldea. «Yo me imagino que la gente de Rocío necesitaba mil cosas antes que esa línea de teléfono, pero bueno, a lo mejor fue una concesión por todo el follón que se montó con lo de la independencia», supone Villa. Desde luego, el trayecto de 15 kilómetros entre Almonte y el Rocío se hacía en algo más de tres horas andando por caminos de arena, lo que convertía al teléfono en la primera conexión inmediata con el exterior. En la provincia de Huelva, el primer teléfono se instaló en 1891, conectando la Barra del Puerto con la Comandancia de Marina y el Ayuntamiento. En 1901 se estableció la primera central urbana en la calle Carmen con apenas 30 líneas, y en 1911 se inauguró la Central Telefónica Interurbana que permitía comunicación con Sevilla. Para 1925, la telefonía onubense había evolucionado considerablemente, aunque las líneas rurales seguían siendo problemáticas. Los temporales solían interrumpir el servicio, y las centrales funcionaban manualmente con telefonistas que establecían las conexiones mediante clavijas y cordones. La automatización no llegaría a Huelva hasta el 31 de diciembre de 1930, lo que explica por qué aldeas como El Rocío tuvieron que esperar tanto para contar con este servicio. Además, la instalación de líneas telefónicas rurales representaba un problema técnico y económico considerable, con costes muy superiores a los urbanos, pero significaba el primer paso para romper el aislamiento secular de comunidades que dependían exclusivamente de caminos de arena a menudo intransitables para comunicarse con el exterior. Siete años después, en 1932, se abrió la primera central telefónica en la aldea, evidenciando que las necesidades de comunicación del enclave estaban creciendo. Esta evolución marcaría el inicio de una transformación que llevaría al Rocío desde aquel grupo de desharrapados que depredaba en las marismas hasta convertirse en el epicentro geográfico de la fe de millones de personas y el lugar donde estos días tiene lugar la romería española más universal.