Pepica tiene 89 años. Vivía en la calle Almacereta 13 de Picanya, uno de los pueblos de la zona cero de la dana que asoló la provincia de Valencia el pasado 29 de octubre. La riada destrozó su casa, sus pertenencias y, sobre todo, sus recuerdos. «No queda nada, no pudimos rescatar nada», afirman sus nietos, quienes siete meses después de la tragedia se ocupan de la 'iaia' a la espera de que la Administración desencalle la reconstrucción de su vivienda. Más de medio año después de la mayor catástrofe natural que se recuerda en la Comunidad Valenciana, los municipios afectados y sus habitantes intentan sobreponerse al mazazo de agua y barro que destrozó todo lo que pilló a su paso. En el caso de Pepica, ya son siete meses en los que ha ido perdiendo la esperanza de regresar a su casa ante la inacción de las instituciones. «Mi abuela no puede volver a su casa, lleva siete meses viviendo conmigo, su nieta, porque su hogar ya no es habitable », confiesa Sara. Sus pequeños retoños le han creado una cuenta de Instagram para contar los avances de la reconstrucción de la vivienda de Pepica, todavía sin respuesta, tanto ella como el resto de vecinos de la calle donde residía antes de las graves inundaciones. «Siete meses de abandono absoluto , ni el Ayuntamiento ni ninguna Administración han dado una sola solución real. Silencio, papeleo y promesas vacías. La calle está igual y decenas de vecinos seguimos esperando mientras las instituciones miran hacia otro lado. Basta ya, queremos vivir, no sobrevivir; hechos y no excusas, soluciones y no silencios», asevera. Aquella fatídica tarde, su hijo estaba con ella en casa y ambos pudieron subir a la terraza de la casa y escapar por un agujero al polígono de detrás antes de que se viniera abajo la construcción. Todo un milagro que ahora esperan de nuevo para encontrar una solución habitacional para Pepica. De hecho, aseguran tener un proyecto de reconstrucción firmado por expertos, pero no han recibido todavía los permisos de obras del consistorio municipal. En uno de los vídeos colgados por la familia a redes sociales, Pepica recuerda emocionada el esfuerzo que le costó levantar su casa, repleta de momentos imborrables junto a sus hijos y nietos. Su hija le pide que no llore, pero es inevitable. « Nunca imaginé que algo así nos pudiera pasar . Piensas y piensas y esto no se puede olvidar», rememora, al tiempo que le pregunta cómo está el resto de sus amigas que vivían en la misma calle golpeada por la barrancada. En todo el tiempo que la anciana de 89 años ha estado viviendo fuera de su casa, la familia ha tratado de que pasara el mal trago de la mejor forma posible. Pintando mandalas, encontrando actividades que le ayudaran a relajarse y mantener su mente ocupada y celebrando fiestas y cumpleaños de sus descendientes. Mientras, hijos y nietos tratan de dar pugna para que la Administración les dé una solución, ya sea reconstruyendo su casa o entregándole una vivienda en otra ubicación, algo que por el momento, siguen esperando cada día con menos esperanza.