Donald Trump se ha dedicado desde el primer día en la Casa Blanca a enterrar toda política relacionada con el impulso de las energías limpias y ha difundido bulos descarados sobre estas tecnologías. La primera consecuencia fue una caída de la inversión en la solar y la eólica, así como la cancelación de proyectos en el país, pero la idea ha taladrado poco a poco en la opinión pública y el apoyo de los estadounidenses a las energías renovables ha caído en picado en cuatro años. La noticia es una advertencia de que la proliferación del discurso anti renovables, en auge en Occidente, está calando y pone en riesgo la lucha contra el cambio climático. El centro de estudios Pew Research publicó esta semana que desde que acabó el primer mandato de Trump en enero de 2021 hasta mayo de 2025, la popularidad de la energía fotovoltaica y la eólica se ha desplomado. Hace cuatro años, el 90% de los estadounidenses apoyaba los paneles solares y el 83%, los molinos de viento; ahora lo hace el 77% y el 68% de la población, respectivamente. En general, siguen viéndose como necesarias, pero su popularidad está en decadencia. En la última década, Trump ha frivolizado a menudo con el calentamiento global, pese a que Estados Unidos sufre huracanes y olas de calor cada vez más agresivas. El sector que más contribuye al cambio climático es, por mucho, la generación de electricidad, pero el presidente estadounidense se ha declarado abiertamente anti energías limpias. Desde que empezó la campaña electoral en 2024, ha dicho que los molinos de viento construidos en el mar son culpables de la muerte de las ballenas porque "las vuelven locas", que afean el paisaje y que amenazan a la agricultura y la pesca. Lo mismo con el coche eléctrico, que considera un capricho ideológico de su predecesor, Joe Biden.Pero su cruzada no se queda en las palabras. Hace dos semanas, el Congreso de Estados Unidos dio su visto bueno a un recorte de decenas de miles millones de dólares a las ayudas fiscales que habían aprobado los demócratas en la famosa Inflation Reduction Act de 2022, la mayor legislación pro renovables de la historia del país. Incluía por ejemplo una ayuda de 7.500 dólares para comprar un coche eléctrico y subvenciones para plantas de baterías. También ha paralizado indefinidamente la concesión de permisos para construir instalaciones eólicas y ha impuesto aranceles a productos imprescindibles para la transición energética.Pedro Fresco, autor del libro Energy fakes, sobre los bulos energéticos, opina que esta campaña contra la energía limpia es absolutamente ideológica. "La extrema derecha tiene una serie de enemigos como la inmigración, el feminismo, el ecologismo y las renovables. Lo importante es que si el argumento climático no es suficiente para convencer, tienes la garantía de que la energía solar es la más barata del mercado", explica. Paradójicamente, recuerda, Texas es la segunda potencia fotovoltaica del país, pese a ser un estado profundamente republicano.La encuesta de Pew Research muestra no solo la caída del apoyo a las renovables, sino el crecimiento de la energía nuclear, el carbón y el fracking, tres tecnologías arropadas por Trump y por los partidos ultra de Europa. En 2021, el 40% de los adultos estadounidenses creía que había que aumentar el parque nuclear y ahora lo hace el 59%. Sobre los combustibles fósiles, el apoyo general del país se mantiene más o menos estable, con una pequeña subida, pero entre los votantes republicanos ha subido con muchísima fuerza."Hoy, el 67% de los republicanos y simpatizantes republicanos afirman que el país debería priorizar el desarrollo de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas natural. En 2020, el 65% de los republicanos afirmó que el desarrollo de las energías renovables debería ser la mayor prioridad del país", recoge el estudio de Pew Research. En abril, la Casa Blanca aprobó una ley para incentivar la minería de "carbón limpio", pese a que es la energía más contaminante del planeta.La batalla cultural contra las renovables se replica también en los partidos ultra de toda Europa, desde Polonia hasta Alemania, pasando por Italia o España. Durante la campaña electoral de Alemania, en enero, el partido de extrema derecha AfD prometió derribar los molinos de viento del país, pero perdió los comicios. En Italia, el partido de Giorgia Meloni ha dado los primeros pasos para construir centrales nucleares a final de esta década, aunque por ahora apuestan por pequeños reactores nucleares y de fusión, dos tecnologías todavía en investigación.En España, el apagón sirvió para alimentar toda clase de bulos y teorías conspiranoicas para alimentar el miedo hacia las energías renovables y aupar a la energía nuclear en un momento clave en el que se discute alargar la vida de los reactores atómicos del país. De hecho, las grandes eléctricas (Iberdrola, Endesa y Naturgy) han multiplicado desde el 28 de abril sus peticiones públicas de alargar la vida de las nucleares, y este mes presentarán una petición formal al Ministerio de Transición Ecológica.La organización de estudios sociológicos More in Common hizo una encuesta dos semanas después del apagón para estudiar cómo había afectado a la opinión pública. Luis Aguado, director asociado de la organización, explica que afortunadamente no ha habido grandes cambios, aunque parece que las nucleares han ganado un pequeño apoyo que llega en el momento más importante."En marzo hicimos una encuesta y el 51% de los españoles estaban a favor de la nuclear. Ahora es el 56%. Aunque también hay que decir que no son la tecnología mejor valorada y pese a todo el revuelo de estos días, la energía solar sigue siendo la favorita", señala Luis Aguado, director de More in Common en España. "Otra cosa que ya sabíamos y que volvemos a confirmar es que la política energética está muy polarizada en España: los votantes del PP y Vox son pro nucleares y los de izquierdas, pro renovables.