World: Türk: La emergencia climática es un toque de clarín para iniciar una nueva política

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Country: World Source: UN Office of the High Commissioner for Human Rights 03 junio 2025Pronunciado por: Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos HumanosDistinguidos anfitriones, miembros de la facultad, estudiantes y amigos:Me honra participar en esta serie de conferencias y me complace poder acompañarlos hoy.Las Conferencias Tanner sobre Valores Humanos son un faro de aprendizaje, intercambio intelectual y diversidad de opiniones -un microcosmos de todo lo que valoramos en una formación universitaria.Nadie ha hallado todavía una manera mejor de acopiar y debatir ideas que una universidad.La universidad es el hogar natural de la creatividad, el debate y el diálogo en torno a la formulación de políticas.Gracias a las investigaciones que realizan las universidades, entre ellas la de Oxford, los gobiernos pueden elaborar modelos de políticas medioambientales y medir su repercusión, pueden predecir cómo las placas de hielo responderán al calentamiento global y nosotros podemos disponer de invenciones increíbles en materia de tecnologías renovables.Oxford, con sus patios conectados entre sí y sus floridos pináculos, nos devuelve a las raíces medievales del conocimiento occidental, mientras que, al mismo tiempo, permanece en la vanguardia de la investigación científica.Los valores y los derechos humanos siempre han estado en el centro de la misión de Oxford y espero con interés la realización de nuestro proyecto conjunto, la Cumbre del Clima Aquí y Ahora, en el contexto del Día Mundial del Medio Ambiente.Distinguidos anfitriones, estimados amigos:Yo siempre ha sentido un vínculo profundo con la naturaleza.Recuerdo que, cuando era joven, discutía en la sobremesa con miembros de la familia que eran biólogos acerca del medio ambiente y el cambio climático. Ya en aquella época, en el decenio de 1970, las consecuencias del consumo de combustibles fósiles eran evidentes y me causaban un profundo malestar.De alguna manera, cincuenta años después, seguimos negando el hecho fundamental: nuestro bienestar y nuestra supervivencia en tanto que especie son inseparables de la salud del planeta y del medio ambiente.Somos seres naturales y nuestro destino está inextricablemente vinculado al de la naturaleza.El mismo oxígeno que respiramos se recicla constantemente a través de la tierra, los océanos y la atmósfera.El agua y los alimentos que consumimos dependen de las plantas y los animales, las aves y los insectos, los ríos y los mares.Tenemos la responsabilidad de tratar con respeto al planeta, proteger los bosques y los glaciares, conservar la diversidad biológica en el mar y la tierra, mantener limpios los ríos y los lagos, y preservar la naturaleza, que nos abarca a nosotros mismos.La tan difundida y errónea idea de que la naturaleza es una estructura jerárquica, con el homo sapiens en la cúspide de la pirámide, está en la raíz misma de la crisis planetaria que trastorna al mundo actual.Las pruebas están por todas partes. Cada año, consumimos una vez y media el volumen de recursos que el planeta es capaz de regenerar.La extracción y la quema de combustibles fósiles está atrapando a la humanidad en un horno. Las repercusiones del cambio climático afectan ya a todos los países y causan enormes costos humanos y económicos.Casi la mitad de la humanidad vive en puntos calientes del planeta, donde las personas tienen 15 veces más probabilidades de morir por causas vinculadas al clima.Según la organización Oxfam, el uno por ciento de las personas más ricas del mundo es responsable de más emisiones de carbono que el 66 por ciento más pobre.Al mismo tiempo, nuestros sistemas mundiales de alimentación -que permiten el despilfarro masivo mientras millones de personas pasan hambre- causan una pérdida sin precedentes de diversidad biológica. Se calcula que. de los 8 millones de especies animales y vegetales del mundo, un millón está en peligro de extinción.Y de aquí a 2050, podría haber en el mar más plásticos que peces. La exposición a los pesticidas, los metales pesados y los desechos radioactivos está repercutiendo gravemente sobre el bienestar de la población y vulnerando sus derechos.No solo hemos generado una falsa separación entre el ser humano y la naturaleza, sino que vivimos con la engañosa ilusión de que podemos doblegarla a voluntad.Los intentos realizados para subyugar y explotar nuestros ecosistemas más frágiles han arrojado consecuencias peligrosas e imprevisibles.Desde el trastorno de los ciclos hídricos hasta la remodelación de los paisajes, y desde el uso de sustancias químicas indelebles hasta la introducción de nuevas especies, existe una larga lista de presuntas soluciones que han terminado siendo verdaderos problemas.Y, sin embargo, hay poderosas fuerzas en acción que tratan de imponer nuevas estrategias peligrosas y aún no probadas, para abordar la crisis medioambiental, y que las presentan como lógicas e inevitables. Pero no lo son.Los hechos relativos a la emergencia climática hablan por sí solos.Durante decenios, los máximos responsables del recalentamiento del planeta han hecho caso omiso de la ciencia y la han ocultado, han bloqueado los cambios y han obtenido dividendos con subsidios en una mano e impunidad en la otra.Ahora estamos sufriendo las consecuencias de esa actitud.Si no logramos un cambio de rumbo radical, las generaciones futuras heredarán un mundo más caliente, más contaminado, más imprevisible y más peligroso.Estrategias similares basadas en la supremacía y la opresión están causando daños terribles en las sociedades humanas.La supremacía racial, sexual o religiosa -por doquier vemos actitudes que podrían resumirse así: yo primero, mi comunidad primero, mi grupo primero; y me importa poco el resto del mundo.Esclavizamos, colonizamos y explotamos para dominar y lograr beneficios.Prueba de lo anterior son las atrocidades que se perpetran de Myanmar a Ucrania y de Sudán a Gaza, con muy escasa rendición de cuentas. Tanto el derecho internacional de los derechos humanos como el derecho internacional humanitario son vulnerados de modo flagrante, mientras que los intereses empresariales se aprovechan de las guerras crónicas.Como vemos cada día en nuestras pantallas, muchos de los poderosos de este mundo se benefician de la jerarquía impuesta sobre las vidas humanas.Eso se refleja en el rápido aumento de los niveles de desigualdad dentro de los países y entre las naciones, y en la falta de apoyo a las economías que sufren la presión de la deuda externa o están en peligro de padecerla -muchas de ellos afectadas de manera más que proporcional por la crisis climática.Lo vemos también en la cifra récord de personas que carecen de hogar o que viven en condiciones inadecuadas.En cómo las nuevas tecnologías se emplean para fabricar armas que oprimen y marginan.Lo vemos en los continuos esfuerzos que realizan las empresas productoras de combustibles fósiles para socavar las medidas orientadas a solucionar la crisis climática, a fin de preservar sus dividendos a expensas del clima y de nuestros derechos.Lo vemos también en las vulneraciones de los derechos de los pueblos indígenas, cuyas tierras y territorios están sometidos a la explotación y la destrucción, sin el consentimiento de los perjudicados.Y, por último, lo vemos también en la ofensiva cultural contra los principios fundamentales de inclusión, igualdad y no discriminación.Distinguidos anfitriones:La naturaleza dispone de una estrategia a largo plazo. ¿Cuál es la nuestra?Permítanme exponer cuatro principios fundamentales.Primero, es preciso que nuestra estrategia incluya a los derechos humanos como la brújula capaz de orientarnos hacia un futuro sostenible.Nuestros derechos exigen que todas las personas, tanto ahora como en el futuro, puedan vivir protegidas, en condiciones de seguridad y oportunidad, en un planeta saludable.Cuando los pueblos disponen de alimento suficiente; cuando tienen acceso al agua potable y la educación; cuando tienen derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible; cuando pueden expresar sus opiniones sin temor; cuando la prensa puede exigir cuentas al poder, nuestras sociedades son más pacíficas, estables y resilientes.El marco general de los derechos humanos hace que nuestra gobernanza se ejerza de manera más compasiva.El ecosistema de los derechos humanos tiene raíces que crecen en todas direcciones y abarcan desde la paz y el desarrollo sostenible hasta la cohesión social, la igualdad y la justicia.Y en los 76 años transcurridos desde la aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, ha quedado claro que nuestros derechos también están estrechamente interconectados.Como ocurre en los ecosistemas naturales, los derechos humanos han hallado su propio equilibrio.Me fascina el hecho que los árboles se comunican entre sí. Envían señales de alerta sobre la sequía y las enfermedades, que permiten a otros árboles modificar su comportamiento. Y comparten nutrientes que les permiten mantenerse sanos.La ciencia desarrolla cada vez más el conocimiento acerca de cómo los sistemas naturales se conectan y se comunican entre sí.En estas investigaciones deberíamos hallar inspiración para nuestras sociedades.¿Qué pasaría si la unión entre la humanidad y el mundo natural determinase nuestra política?¿Y qué pasaría sin reconociéramos que la naturaleza también tiene derechos?Los derechos de determinadas especies ya están ampliamente reconocidos en muchos sistemas jurídicos. En ellos, el trato cruel es ilegal, hay restricciones sobre los experimentos con animales y hay leyes que protegen la flora y la fauna.¿Y qué pasa con los océanos? ¿Y los glaciares? ¿Y los árboles?¿Recuerdan las protestas que estallaron cuando el árbol de Sycamore Gap, junto al Muro de Adriano, fue talado en 2023?Hace poco, dos hombres fueron condenados por ese hecho. En cierta forma, la gente acepta ya que un árbol tiene derecho a existir y crecer. Y así ocurre con la naturaleza en su conjunto.En el mundo entero, cada vez más las autoridades reconocen algunos aspectos de los derechos de la naturaleza, incluso en el plano internacional.En el Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica, aprobado en 2022, se reconoce que los derechos de la naturaleza son esenciales para la aplicación exitosa del convenio.La Asamblea General de las Naciones Unidas ha adoptado un conjunto de resoluciones sobre la armonía con la naturaleza y la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió una opinión consultiva en la que afirma que los elementos medioambientales son intereses legales, en sí y por sí mismos.Tras la firma del Tratado de Waitangi en Nueva Zelanda, algunos ríos han recibido identidad jurídica y se les han asignado tutores legales. Ahora, esos cursos de agua pueden ser defendidos en los tribunales en caso de que se produzcan daños medioambientales.De igual modo, a algunas montañas y terrenos de especial significación para los pueblos indígenas de diversos países se les han reconocido derechos específicos. También en Asia Meridional algunos ríos han recibido reconocimiento jurídico.Ecuador fue el primer país que reconoció los derechos de la naturaleza en su Constitución nacional. Esos derechos también están reconocidos en diversos niveles de gobierno, entre otros, en Bolivia, la India, España, Uganda y Estados Unidos de América.No es casualidad que los países más avanzados en materia de reconocimiento de los derechos de la naturaleza cuenten con núcleos de población indígena sólidos y activos.Para muchos pueblos indígenas, los derechos de la naturaleza son parte inherente de su cosmovisión, sus prácticas culturales, su religión y sus leyes consuetudinarias.Esas poblaciones comprenden que la protección de la naturaleza refuerza necesariamente los derechos humanos, especialmente el derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible.En vez de considerarse como seres aparte de la naturaleza, muchos pueblos indígenas veían a los seres humanos como parte del mundo natural, tal como se refleja en el proverbio maorí: “Yo soy el río y el río es mi propio yo”.El Tribunal Constitucional de Ecuador decidió en 2021 que la emisión de permisos para realizar actividades mineras que podrían lesionar la diversidad biológica en el bosque protegido de Los Cedros, era una violación de los derechos de la naturaleza. Este fallo judicial evitó que se causaran nuevos daños al bosque y, al mismo tiempo, protegió a las personas que vivían en las zonas afectadas.Uno de los mayores retos que afrontamos en el mundo de hoy consiste en elaborar modelos de gobernanza que incorporen diversas cosmovisiones y perspectivas, incluso las que reconocen los derechos de la naturaleza.Yo invito a catedráticos y juristas a que aprovechen las leyes, tradiciones y prácticas actuales y consideren el aspecto que esos modelos podrían presentar en el futuro.Por ejemplo, esos modelos podrían incorporar el reconocimiento constitucional de la condición jurídica de la naturaleza y sus defensores, una protección más firme contra los daños medioambientales y el reconocimiento del delito de ecocidio y su integración en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.Podrían traducirse en leyes, regulaciones y mecanismos de aplicación nuevos y más enérgicos, capaces de garantizar que nunca más se trate al planeta como una fuente inagotable de recursos explotables. Las empresas tendrían que rendir cuentas, no solo por lesionar a las personas, sino también por dañar la naturaleza, con lo que finalmente se reconocería que todos formamos parte de la misma red de vida.Sin duda, necesitamos un debate general con todos los factores de la sociedad en el que puedan replantearse los objetivos y las responsabilidades del sector empresarial, en lo tocante a las personas y al planeta.Distinguidos anfitriones, estimados alumnos:En segundo lugar, necesitamos medidas audaces, basadas en los derechos humanos, para enfriar nuestro planeta, que no cesa de calentarse.Nuestra única esperanza radica en la aplicación cabal del Acuerdo de París. Sin este pacto, la humanidad se encaminaría hacia un calentamiento superior a los cuatro grados centígrados, lo que sería una sentencia de muerte para la mayoría de la humanidad.Esa cifra es ahora de tres grados, de modo que estamos logrando progresos. Pero necesitamos mucho más.Por eso va en aumento el apoyo orientado a la firma de un nuevo Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, que trataría de poner fin a la creación de nuevos proyectos de petróleo, gas y carbón, y aceleraría la transición hacia las energías renovables.Estoy impresionado por el número de Estados que han acogido esta idea, incluido el gobierno de Colombia, a pesar de la larga trayectoria de este país en lo tocante a la dependencia de los combustibles fósiles.Cuando hay voluntad política, incluso los países con grandes intereses creados pueden encontrar la manera de salir adelante.Véase, por ejemplo, el Protocolo de Montreal, acordado en 1987 para proteger la capa de ozono. Este pacto se considera generalmente como uno de los grandes éxitos en materia de medio ambiente.Cuando el Protocolo se negoció, sus críticos advirtieron que dañaría a las economías y las personas, porque limitaba los productos químicos que podrían usarse en refrigeración.En realidad, ocurrió todo lo contrario. Los mercados no se desplomaron y la capa de ozono está en vías de recuperarse casi por completo. Este resultado encierra una lección importante para las negociaciones que se llevan a cabo actualmente, incluidas las relativas a un Tratado Mundial sobre los Plásticos.Esto demuestra que, aunque tal vez no tengamos todas las respuestas, debemos seguir adelante con creatividad, valor y confianza.La lucha contra el cambio climático suscita ya ideas y medidas para mejorar las vidas de muchos en el mundo entero. Debemos aprovechar este impulso.¿Cómo podemos ampliar los sistemas eléctricos de transporte, las zonas verdes, los barrios con espacios peatonales y los sectores de bajas emisiones?La capacidad de innovación está en su mejor momento y la transición hacia las energías limpias es un laboratorio de nuevas ideas.La energía renovable es ya la opción energética más barata en la mayoría de los países del mundo. El costo de la electricidad de origen fotovoltaico descendió un 85 por ciento entre 2010 y 2020.El año pasado, las renovables representaban más del 90 por ciento de la nueva capacidad energética instalada en el mundo.Y las señales que envían casi todas las economías del G-20 son inequívocas: están ampliando la transición hacia las renovables. Es preciso que esa transición sea rápida y equitativa.Apenas el dos por ciento de las inversiones en energías limpias van al continente africano.Un giro sistémico hacia economías y sociedades sostenibles tiene implicaciones concretas a lo largo y ancho de muchos sectores económicos -desde la formación de los trabajadores hasta la extracción de minerales indispensables para la transición energética o la política fiscal.Debemos garantizar que todos esos cambios, del transporte y las cadenas de oferta hasta la atención sanitaria y las finanzas, sean coherentes y estén basados en los derechos humanos.Las empresas de combustibles fósiles y sus partidarios están desesperados por describir esta justa transición como un empeño poco realista e inalcanzable.Una nueva generación de economistas, entre los cuales figuran muchas mujeres, están demostrando que ese enfoque es erróneo.Mi Oficina promueve enérgicamente la economía basada en los derechos humanos, en la que todas las medidas políticas -desde los impuestos hasta la acción por el clima- mantienen en el centro de la atención el progreso en materia de derechos humanos y la protección del planeta.Por ejemplo, en una economía de derechos humanos, los Estados eliminarían de manera gradual y simultánea los subsidios a los combustibles fósiles y regularían las actividades nocivas para el medio ambiente. Esos recursos se dedicarían entonces a inversiones en fuentes de energía renovables, sistemas de alimentación sostenibles y redes de seguridad social para ayudar a la población a adaptarse a la transición.Los inversores y los empresarios declararían de manera transparente y se abstendrían de invertir en sectores que estuvieran dañando de modo irreparable el clima y el medio ambiente, comprendidos los que trabajan con combustibles fósiles.Las tecnologías digitales pueden proporcionar un gran impulso a la transición hacia las energías renovables y, en un sentido más amplio, a la sostenibilidad.Los instrumentos de IA pueden optimizar el uso de la energía eólica y solar, predecir desastres naturales, dar seguimiento a la contaminación y contribuir a monitorear la pesca ilegal, la tala ilícita y otros delitos medioambientales.Los Estados y otros agentes ya emplean la IA con estos fines, lo que resulta alentador. Pero es preciso que los cambios sean más profundos, más transformadores y más equitativos.Porque, aunque tienen una capacidad sin precedentes para hacer el bien, las tecnologías actuales también encierran un enorme potencial para dañar a las personas y a la sociedad en su conjunto.La concentración de IA en manos de unos pocos multimillonarios es un importante motivo de preocupación, en particular cuando algunos de ellos muestran tendencias autoritarias o aspiran a convertirse en líderes espirituales.El modelo de negocio que promueven las redes sociales está fomentando la polarización e incluso el extremismo, comprendidos el negacionismo climático y la desinformación.Mientras tanto, los bancos de datos de IA absorben enormes cantidades de agua y energía, y las herramientas de IA agravan las desigualdades y las brechas digitales.El Pacto para el Futuro de las Naciones Unidas, aprobado en septiembre pasado, contiene un acuerdo relativo a la necesidad de establecer directrices mundiales sobre el desarrollo de la IA. Es preciso que los Estados den prioridad a este acuerdo y que lo apliquen.Estas medidas contribuirían a crear un ecosistema informativo más sólido y seguro, a respetar el derecho a la privacidad y a proteger los espacios de diálogo e intercambio.Distinguidos anfitriones, profesores y alumnos:En tercer lugar, debemos impartir justicia climática.Los países que menos han contribuido a causar la crisis del clima son los que están pagando el precio más alto por ella y esto es totalmente inaceptable. Algunos de esos países se enfrentan incluso a una amenaza existencial.El mundo ha logrado algunos progresos. En Egipto, todos los países acordaron establecer un Fondo para Daños y Perjuicios, que ha de recibir la financiación adecuada y la debida ejecución. En los Emiratos Árabes Unidos, los países acordaron iniciar la transición para dejar atrás los combustibles fósiles de forma justa y equitativa, sin que nadie quede rezagado.Y en Bakú, los países más adelantados acordaron triplicar la financiación destinada a asuntos del clima para llegar a 300.000 millones de dólares de aquí a 2035, y todas las partes aceptaron colaborar para aumentar la financiación, tanto de origen público como privado, que se destina a los países en desarrollo, hasta alcanzar al menos 1,3 billones de dólares anuales de aquí a 2035.Pero necesitamos más ambición y más cooperación, así como soluciones que permitan a los gobiernos aunar esfuerzos con los inversores y el sector privado, los bancos de desarrollo multilaterales y las comunidades locales.Según algunas proyecciones, se calcula que entre 2030 y 2050 las necesidades de financiación podrían superar los 10 billones de dólares anuales.Los derechos humanos figuraron entre las víctimas de las negociaciones de Bakú en materia de financiación. En los anteproyectos previos se reconocía la necesidad de respetar, proteger, promover y cumplir con los derechos humanos, pero este lenguaje se suprimió en la fase final del proyecto.Esta omisión no solo fue una oportunidad fallida, sino que también constituyó una prolongación de las políticas que crearon el mundo actual, que es injusto e insostenible.Los responsables de la crisis climática deben pagar por ella. La financiación en la materia debe ser accesible a las personas más afectadas por el cambio climático, entre ellas las mujeres, los jóvenes, los niños y los pueblos indígenas.Los subsidios estatales destinados a los combustibles fósiles, que suman miles de millones de dólares al año, deben reorientarse hacia la creación de un porvenir más seguro. Imaginen lo que podría lograrse con esos fondos si se invirtieran en tecnologías sostenibles.Es preciso hallar fuentes nuevas y creativas para financiar las medidas contra el cambio climático, desde un mercado de bonos “verdes” hasta impuestos progresivos sobre los beneficios adicionales de las empresas de combustibles fósiles, y proceder además a una reforma profunda de la estructura financiera.Apoyo plenamente la propuesta formulada por Brasil, que preside el G-20, de instituir un impuesto de miles de millones de dólares que se destinarían a reducir la desigualdad mundial y financiar las tareas relativas al clima. Espero que los dirigentes surafricanos, que asumirán la presidencia este año, proseguirán el diálogo en torno a esta idea.Numerosas economías en desarrollo están en la vanguardia de la crisis climática, mientras siguen luchando contra las consecuencias de la pandemia de COVID-19. En fecha reciente, el Banco Mundial informó de que la década de 2020-2030 será un decenio perdido para el desarrollo, y que los países menos desarrollados soportarán la mayor parte de sus efectos.El Pacto para el Futuro es un compromiso internacional para abordar estas desigualdades, en primer lugar, mediante una gobernanza multilateral más representativa y la reforma de la estructura financiera mundial.El sistema de las Naciones Unidas impulsa estas reformas, pero son medidas que necesitan un respaldo activo. No basta con la palabra. Debería existir un compromiso real de colaboración con miras a la Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, que tendrá lugar en España, a finales del mes en curso.Distinguidos anfitriones, estimados alumnos:La justicia climática trasciende la financiación.En este aspecto, debemos prestar atención a las lecciones de la historia.La desigualdad y la injusticia generan agravios profundos, que pueden explotar en ciclos de violencia.El modelo actual de economía insostenible causa esos agravios, a los que debemos prestar atención.Es fundamental que los países y las empresas de combustibles fósiles rindan cuentas de sus actos.Tribunales de todas las instancias recuerdan ahora que los Estados tienen la obligación de proteger a sus pueblos de las repercusiones de la crisis climática.La Corte Europea de Derechos Humanos afirmó el año pasado en una decisión trascendental que los Estados tienen la obligación vinculante de abordar el cambio climático. El caso fue presentado por una asociación de mujeres suizas, un ejemplo de ejercicio del poder popular.En el mundo entero, los tribunales nacionales se muestran ahora más dispuestos a pedir cuentas a los responsables de daños climáticos. La semana pasada, una corte de Alemania admitió, en principio, el vínculo entre las emisiones realizadas allí y los perjuicios causados por la fusión de los glaciares en Perú.A finales de este año, se espera que tanto la Corte Internacional de Justicia como la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitan las tan esperadas opiniones consultivas sobre las obligaciones de los Estados en materia de cambio climático en el mundo entero.El caso que examina la CIJ fue presentado por estudiantes de la Universidad del Pacífico Sur, que estaban muy preocupados por la amenaza existencial que plantea la subida del nivel del mar a sus países y sus culturas. Estos estudiantes lograron convencer al gobierno de Vanuatu para que llevara el caso al plano internacional.Los comités de las Naciones Unidas que vigilan el cumplimiento de los tratados internacionales de derechos humanos también desempeñan una función en esta tarea. Hace tres años, uno de esos comités llegó a la conclusión de que Australia no había protegido lo suficiente a los habitantes insulares del Estrecho de Torres de las repercusiones negativas del cambio climático.Las universidades y la sociedad civil deben aprovechar estos precedentes e impulsar los casos judiciales para que los Estados actúen sobre la crisis del clima.Distinguidos anfitriones, estimados alumnos:La justicia climática también debe abarcar la rectificación de agravios pasados, su reparación y reconciliación.La justicia de transición es un marco de trabajo basado en los derechos humanos que fue elaborado para ayudar a las sociedades a salir del autoritarismo y el conflicto. En mi opinión, este marco ofrece la posibilidad de abordar las profundas injusticias vinculadas al cambio climático.Por ejemplo, la revelación de la verdad alienta el reconocimiento amplio de los daños causados. Necesitamos un relato exacto, basado en datos científicos, de lo que la industria de los combustibles fósiles sabía realmente acerca del cambio climático, cuándo lo supo y cómo ocultó esa información a la opinión pública.Las comisiones internacionales de determinación de la verdad han ayudado a que muchos países evolucionen del conflicto a la paz mediante la investigación de graves vulneraciones de derechos humanos y la formulación de recomendaciones para el futuro.¿Por qué no, por ejemplo, constituir una comisión de investigación sobre la crisis climática y medioambiental? Ese órgano estaría compuesto por científicos, abogados especialistas del medio ambiente, delegados de los pueblos indígenas y expertos en derechos humanos y explicaría cómo la actividad humana ha contribuido al cambio climático, la contaminación y la pérdida de la diversidad biológica, y quiénes son los responsables.Los remedios y las reparaciones también son esenciales para la justicia de transición. En el contexto del cambio climático, algunos daños podrían ser irreversibles y los damnificados tienen derecho a compensaciones y rehabilitación.La rendición de cuentas de las empresas es esencial para reparar esos daños y asegurar que no se repetirán.Aplaudo el apoyo expresado por la Unión Europea, Brasil, Tailandia y otros Estados a la imposición de regulaciones vinculantes para prevenir las vulneraciones de derechos humanos en la extracción de minerales esenciales. El panel sobre este tema, que el Secretario General coordinó recientemente, formuló importantes recomendaciones sobre la necesidad de fundamentar la revolución de las energías renovables en la justicia y la igualdad.Sobre todo, la justicia transicional se basa en las opiniones y las necesidades de los más afectados, que a menudo son personas marginadas.En lo tocante al clima, eso significa pueblos indígenas, mujeres y niñas, personas con discapacidad, comunidades locales y minorías de todo tipo.Los derechos de los jóvenes, los niños y las generaciones futuras deben tener máxima prioridad. Serán los más perjudicados por el recalentamiento del planeta, sin haber influido para nada en las decisiones que originaron esa situación.Esta crisis tiene también una importante dimensión de género que requiere la plena participación de las mujeres y su liderazgo en cada etapa del proceso.Distinguidos anfitriones, profesores y alumnos:En cuarto lugar, nuestra estrategia exige liderazgo político sólido y movilización social.Muchos gobiernos no actúan con la urgencia que la situación requiere.En materia de cambio climático, esas autoridades están desfasadas con respecto a sus pueblos.Estudios recientes indican que el 89 por ciento de la población mundial desea medidas más firmes para luchar contra la crisis climática.Las investigaciones también apuntan a que los ciudadanos de los países ricos respaldan firmemente la idea de que los países más pobres, que están en la vanguardia de este desafío, deberían recibir más apoyo financiero.En ambos casos, las personas que sostienen estas ideas creen erróneamente que son una minoría y que casi no pueden hacer nada para cambiar las cosas.Dicho de otro modo, la desinformación y la división están ejerciendo terribles repercusiones.Debemos amplificar las opiniones de la mayoría silenciosa. Es preciso que aunemos fuerzas para ejercer la máxima presión y empujar a los dirigentes para que pasen a la acción.En un mundo desgarrado por los conflictos, la amenaza existencial que plantea el cambio climático ha salido de la pantalla del radar. Debemos resituarla en el punto más visible.Brasil, que ejerce la presidencia de la COP30, ha instado a generar una movilización mundial, la mutirão, para impulsar la acción contra el cambio climático. Es preciso que la gente actúe a escala local, nacional y regional para impulsar el cambio en sus propias comunidades y en los demás ámbitos.Muchas personas ya están activas, gente de todas las edades, en todas las regiones.Pienso en personas como el biólogo marino de Bahamas, que perdió su casa en tres ocasiones por causa de los huracanes, y que ahora ayuda a restaurar manglares.En el investigador social de Egipto, que ayuda a empoderar a las mujeres jóvenes para que cursen carreras relacionadas con las energías renovables.Y en los escolares del mundo entero, que a menudo encabezan los esfuerzos en pro del clima y el medio ambiente.Nunca subestimen su propia contribución e influencia.Las empresas y las universidades también deben participar. Es evidente que muchos gobiernos serán renuentes a actuar si no sienten la presión constante y generalizada de la opinión pública.Ya que la ciencia es objeto de ataques en varios países del mundo, el apoyo a la investigación climática independiente en las universidades y otros centros de excelencia resulta más importante que nunca.El artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos estipula claramente que “toda persona tiene derecho… a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”.Nunca antes ese derecho había sido tan decisivo ni había estado tan amenazado.Distinguidos anfitriones, estudiantes y amigos:La crisis climática no es únicamente un asunto de meteorología o de energías renovables, ni siquiera de combustibles fósiles.Más allá de las energías renovables, más allá de los subsidios, más allá de la transición justa, esta crisis nos exige que desarrollemos nuevos estilos de vida.Esta crisis es un toque de clarín para emprender una nueva política y plantear nuevas estrategias de liderazgo.Una política más honrada, que no se esconda tras los conceptos de tú contra mí, de nosotros contra ellos, de la humanidad contra la naturaleza.Una política de base empírica que tome en serio la ciencia, que acepte las realidades de los daños causados al medioambiente por el cambio climático y que los afronte con urgencia y eficacia.Una política más pertinente, que aborde los problemas actuales en vez de distraer a la gente con guerra culturales.Una política pragmática que reconozca las contradicciones inherentes a todos nosotros, sin rechazos ni divisiones.Una política para el siglo XXI, que no se base en conceptos arcaicos del siglo XIX.La conmoción emocional que siguió a la muerte del Papa Francisco y que reverberó en todas las creencias religiosas, indicó la existencia de un ansia de liderazgo mediante la compasión, la humildad y el servicio.Hay necesidad de un nuevo tipo de liderazgo, basado en la dignidad, no en la deshumanización.En el diálogo, no en el conflicto.En la inclusión, no en la división.Un deseo de conectarse con las personas y con la naturaleza, de escuchar y de comprender.Como si fuéramos camaleones de tres ojos, necesitamos fijar un ojo en el pasado, para aprender de la historia; otro en el presente, para proceder con razón y compasión; y el tercero en el futuro, sobre las responsabilidades que tenemos hacia nuestros hijos y las generaciones venideras.En pocas palabras: necesitamos una gobernanza orientada por los principios y valores fundamentales que nos unen.Una gobernanza que sirva genuinamente a su pueblo y que refleje sus esperanzas y aspiraciones.Una gobernanza que aborde los problemas más difíciles y a largo plazo, para beneficio de todos.Desafío a cada uno de ustedes y a cualquiera que me escuche, a que piense sobre cómo puede contribuir a una nueva era política.Necesitamos un movimiento mundial de cambio, basado en los derechos y la dignidad humanos, para transformar nuestra gobernanza en eras del bien común, y para forjar un porvenir más sostenible para todos en nuestro planeta común.Muchas gracias.