Sánchez e Illa reescriben Pedralbes: de símbolo del procés a escenario de la España diversa (pese a Ayuso)

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Los presidentes socialistas español y catalán muestran una Catalunya normalizada y que puede sentirse cómoda con el uso del catalán, mientras Ayuso arrastra al PP a la intransigencia contra las lenguasBarones del PP usan la conferencia de presidentes para pedir en bloque un adelanto electoral y Sánchez replica que serán en 2027 A diferencia de otros grandes edificios situados en Barcelona, como las sedes de la Generalitat y del Parlament, el Ayuntamiento e incluso el Palauet Albéniz, el Palau de Pedralbes nunca había sido escenario de grandes eventos políticos. Hasta el procés. Durante los días previos a la consulta, la antigua residencia real barcelonesa fue el emplazamiento discreto donde se reunía el llamado “estado mayor”, que preparaba el 1-O. Pasado el momento de más agitación institucional, en diciembre de 2018 Pedro Sánchez y Quim Torra se vieron en el edificio y consiguieron consensuar la llamada Declaración de Pedralbes, donde el Gobierno y la Generalitat se comprometían a apostar por el diálogo para solucionar el “conflicto sobre el futuro de Catalunya”. De aquel conflicto, siete años después, queda muy poco. Al menos a nivel gubernamental. El presidente del Gobierno y el de la Generalitat están absolutamente alineados sobre cómo debe ser ese futuro de Catalunya que los anteriores presidents soñaban fuera de España. Con la elección de Pedralbes como cita para la Conferencia de Presidentes celebrada este viernes, los socialistas han remarcado esta situación y han conseguido reescribir el significado de un lugar que en su momento vio como los equipos de Sánchez y Torra se peleaban hasta por el color de las flores de pascua que decoraban la sala. El símbolo de las más que complicadas relaciones de Sánchez con el independentismo se ha convertido ahora en el escenario del pulso entre PSOE y PP. Una contienda que el Gobierno había planteado centrada en la vivienda, pues pretendía utilizar la Conferencia para confrontar el modelo catalán, donde la ley estatal se aplica en su totalidad, con el madrileño, epicentro de la negativa a regular los precios del alquiler mayoritaria en los territorios del PP. Sin embargo, la posibilidad de utilizar las lenguas oficiales diferentes al castellano, que fue una petición inicial de Salvador Illa e Imanol Pradales, ha acabado suponiendo el mayor punto de fricción en el foro autonómico. Y lo ha sido gracias a la actuación de Isabel Díaz Ayuso que, tal como amenazó el jueves, ha optado por marcharse de la sala cuando se hablaba en catalán o euskera. En la inesperada guerra sobre el uso de las lenguas, el Gobierno y las comunidades del PSOE se han alineado sin mayor problema junto a la Generalitat y el Gobierno Vasco. Mientras, la presidenta madrileña ha acabado arrastrando al PP a una posición intransigente con la pluralidad lingüística que no es siempre bien entendida por todas las sensibilidades conservadoras. El Gobierno Vasco no ha escondido su enfado por el desaire de Ayuso. Según ha indicado Pradales, consideran el gesto de la madrileña una “intolerable falta de respeto mostrada hacia el euskera, los miles de euskaldunes, el lehendakari y el pueblo vasco”. “Respetar las lenguas oficiales no es un gesto menor: es una cuestión de derechos de igualdad lingüística, respeto institucional, cultural y democrático”, ha añadido el lehendakari. “Catalunya se ha afirmado como un espacio de la institucionalidad, del diálogo y de la pluralidad”, ha asegurado Illa, quien ha metido el dedo en la llaga al agradecer la actitud de “la gran mayoría” de los presidentes autonómicos por su comportamiento y su “respeto” a la lengua catalana, gallega y vasca. El president de la Generalitat ha optado por hacer todas sus intervenciones íntegras en catalán, una lengua que “no solo sirve para decir una frase al principio y una al final, sino que también vale para expresarse en su totalidad”, ha defendido Illa. El jefe del Govern se siente cómodo en la defensa de la lengua, igual que Pedro Sánchez prefiere aparecer del lado de la llamada “España plural” enfrente de un PP que, aseguran los socialistas, “no entiende España”. Siendo así, no es extraño que el partido de Alberto Núñez Feijóo, pese a su aplastante mayoría en la Conferencia –13 presidentes del PP contra 3 socialistas– no haya sumado ni un solo apoyo en su petición de elecciones anticipadas a Sánchez. Tanto el lehendakari Pradales como el presidente canario, Fernando Clavijo, de Coalición Canaria, se han cuidado de colocarse todo lo lejos que han podido del PP, mostrando su agrado hacia algunas de las propuestas que llevaba a Barcelona el Gobierno central. Tanto la Catalunya normalizada e implicada en el proyecto español, que Illa se esfuerza por representar, como la nueva sensibilidad del Estado hacia las lenguas minorizadas son dos ejes importantes en la estrategia de la Moncloa. El voto catalán ya fue fundamental para la reelección de Sánchez –tres de cada cuatro papeletas depositadas en Catalunya fueron a partidos que apoyaron la investidura del socialista– y volverá a serlo en unas elecciones que Sánchez ha dejado claro que no se celebrarán antes de 2027. Pero los guiños a la pluralidad lingüística y cultural no solo sirven para contentar a los socios independentistas y afianzar, de paso, Catalunya como una plaza fuerte para los socialistas. El Gobierno ha descubierto que estos gestos también funcionan para meter al PP, y a veces incluso a Vox, en embrollos internos difíciles de solventar. Pese al “veto” de Ayuso, este viernes el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, inició su intervención en gallego. Igualmente la presidenta balear, Marga Prohens, también del PP, utilizó el catalán durante una buena parte de su turno. El PP vasco reaccionó defendió su “derecho” de hablar en euskera. O la presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga (PP), que aseguró que ella no había tenido ningún problema en utilizar el pinganillo. “Me parece estupendo que cada uno se pueda expresar en una lengua que es cooficial en el territorio”, dijo la cántabra. Reflejo, también entre sensibilidades conservadoras, de una España muy diferente a la que se ve desde la Puerta del Sol.