Adiós a Manolo González, el rapsoda de Los Palacios

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Ha muerto Manolo González López, aquel apasionado recitador de versos que participó en todos los saraos culturales entre finales del pasado siglo y principios de este en el pueblo que sintió como suyo, Los Palacios y Villafranca, aunque él fuera originario de Fuentes de Andalucía. Se enterró ayer viernes en el sevillano cementerio de San Fernando, pues vivía en la capital, cerca del barrio de Triana, desde que la enfermedad de Ménière, hace ya más de un lustro, le fue afectando no solamente al oído hasta perder la audición sino también al equilibrio corporal. Se ha marchado a los 84 años de edad, y según explica su compañera Pilar, “recordando siempre a muchos amigos y conocidos de Los Palacios de hacía muchísimos años”. Manolo vivía ya encamado, aunque consciente y entusiasmado hasta casi el final de su vida con la poesía oral, que fue su gran pasión. Camionero de profesión y sin acceso a la cultura reglada por los años en que le tocó vivir su infancia y juventud, González fue un ejemplar autodidacta que desembocó en la declamación del romancero y de versos ajenos. Le gustaban especialmente los del poeta granadino Manuel Benítez Carrasco, que recitaba como nadie, con una rabia, un sentimiento y una teatralización que luego contrastaban con su contención al terminar los espectáculos que se acostumbró a montar con otros artistas locales, profesionales o no. Siempre rodeado de grandes guitarristas y cantaoresFue capaz de rodearse de grandes músicos como los guitarristas palaciegos Manolo Carmona, El Niño del Fraile o Salvador El Titi. También de cantaores de la talla de José Sánchez Itoly o de Anabel de Vico, o de grandes aficionados como El Niño de la Cantarería, que se llama como él, Manuel González. Con ellos formó cuadros artísticos que llegaban a emocionar al público en cuantos foros intervino: en el teatro municipal, en la Casa de la Cultura, en el hogar del pensionista, en los bares, en el casino, en las tertulias literarias de la época –desde las que organizaba El Ateneo hasta las que posteriormente se titularon El Patio del Parnaso- o en la peña flamenca El Pozo de las Penas. Manolo González fue siempre un lector voraz y un curioso impenitente. En los últimos años de su época culturalmente activa -y después de dejar su oficio de camionero por problemas con la espalda para dedicarse a ser conserje en distintos edificios municipales- ofreció además conferencias sobre tauromaquia, sobre el dinero o sobre los palos del flamenco, que siempre ilustraba con sus propias declamaciones, con la música y con el cante. No publicó nada en vida, pero los archivos audiovisuales de la localidad están llenos de momentos inolvidables de este señor canoso que se transformaba, para vivir otras vidas, al interpretar los versos que memorizaba. Sus cuatro hijos y cuantos palaciegos lo recuerdan aún lo van a echar de menos. Ya descansa en paz.